Nunca un "te amo" me hizo suspirar tanto. 

Quienes me han leído desde el principio saben que mi relación con Sebastián la he construido paso a paso. 

Dicen por ahí que uno no nace sabiendo… pues así mismo ha sido. No nací sabiendo ser tití, y menos "la mejor tití". Desde el primer día todo entre él y yo han sido como dicen los gringos, "baby steps", debido a que no lo puedo ver y compartir con él con la frecuencia que quisiera.

Confieso que en mi proceso de aprendizaje para convertirme en "la mejor tití" me he confundido mucho, y es normal, teniendo en cuenta que no tengo hijos, y que mi exposición a niños pequeños es mínima. Pero he sabido escuchar a algunas tías y tíos experimentados y he puesto en práctica algunos de sus consejos. 

Hablar por teléfono y por Facetime con Sebastián ha sido uno de esos consejos que acogí y que ha dado grandes resultados, pues él ya puede identificarme como "tití Enda" (tití Brenda)  y reconoce mi voz, lo cual me hace sentir menos triste y menos culpable cuando paso algunos días si poder verlo. 

La semana pasada mientras hablaba con él (bueno, él dice disparates y cosas sin sentido intercalados con palabras claras, y yo le respondo como quien le entiende) lo escuché decir tití entre una y otra frase. No les voy a mentir, no entendía mucho de qué me hablaba, con excepción de "tren", "Thomas" e "Iki" (Mickey), pero pude escuchar claramente como me dijo la frase más hermosa, esa que una persona a veces espera toda la vida para escuchar de la boca de un ser amado; esa que te hace sentir correspondido; esa que cuando somos pequeños podemos decir cómodamente y cuando somos adultos nos da miedo a pronunciar; esa cortísima frase que para una persona puede significarlo todo. 

Sebastián dijo por primera vez "(Te) Amo, tití", con su voz ronquita y su tono cantadito. 

Es que si lo llego a tener de frente me lo hubiese comido a besos.

Esa noche, Sebastián me hizo la mujer más feliz, y me hizo sentir en un instante "la mejor tití".