Jamás olvido que mis dos amigas de la infancia y yo planificábamos casarnos las tres el mismo día: El día de San Valentín.

Decíamos que haríamos una boda triple y que nos iríamos juntas de luna de miel…como si eso fuera una opción. Jajaja…

Lo cierto es que desde que las niñas somos niñas, el Día de San Valentín es el más especial. Es el día perfecto para dar besos, el día perfecto para regalarle al maestro por el que suspiras y el día perfecto para hacerle una tarjetita de Barbie al niño de la clase que más te gusta.

Cuando crecemos no es diferente.

¿Cuántas de nosotras hemos soñado con recibir ese día la más romántica propuesta de amor? Claro, con anillo incluido.

Soñamos con que nos llenen el escritorio de flores y chocolates, solo para que todos los compañeros de trabajo vean cuánto nos aman.

Pero, ¿qué pasa si nada de eso llega? ¿Qué sucede si al susodicho en cuestión se le olvidó por completo el día del amor y tuvo que parar en una guagüita de la #1 a comprar una canasta arrugá con un peluchito lleno de polvo?

Ay bendito, mejor que ni llegue. Mejor que diga que le robaron el regalo en la oficina, o mejor, que se le quedó en el carro y se derritió.

Y es que este día está tan y tan comercializado que para la mayoría el amor significa una sola cosa: inversión.

No digo que el detalle sea malo, un obsequio una flor. Pero debe permanecer siendo eso: un detalle.

Así que a mis queridísimas chicas: esperen esa propuesta, algún día llegará. Pero no desesperen si no llega en este día. Y si les urge mucho, pues declárense ustedes. Amen, besen, muerdan, huelan y regalen mucho amor.

Estamos en el 2012. Si comemos iguanas, todo es posible. 

Felicidades.

Y tú: ¿qué esperas en el Día de San Valentín?

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Besos de miel…

Dedicado a mis dos amores....con ustedes hasta las estrellas.