¡Dito sea Dios! ¿A cuántas de sus amigas o compañeras de trabajo han escuchado decir en estos días: “empezó el juego y me ignoró como a un…”?

Ese ha sido el panorama en esta pasada semana que han vivido muuuchas mujeres por culpa del Clásico Mundial de Béisbol.

Pero lo peor es escuchar a otras pocas decir que “cuando no es el béisbol es el baloncesto, el soccer y hasta el golf”.

Entiendo las pasiones que generan los deportes. Primero porque personalmente los disfruto, y segundo porque mi escritorio está justamente detrás del equipo de reporteros de Deportes de Primera Hora.

Sinceramente mi corazón en este caso está dividido: primero porque amo el béisbol. Crecí viendo en televisión a los Indios de Cleveland y a mi padre haciendo el bailecito con la mano cuando sonaba el “ooohhh oohhh, oooh oh ohh”. Además, desde muy jovencita me convertí en una fanática descarada de los Yankees, no solo porque fueron y seguirán siendo para mí el mejor equipo de Grandes Ligas, sino también por lo bellos que son (sorry, pero eso no se puede ocultar).

Y segundo porque hay días en los que quisiera tirarle con un taco a televisor para no ver el donqueo de Kevin Durant, el home run de Robinson Canó o el kileo de Piky Soto.

Así que a esas chicas que no disfrutan el deporte, sorry, pero en estos días eso es lo que hay.

Les sugiero dos cosas: o buscan una actividad que puedan hacer mientras dura el juego, ya sea leer, hablar por teléfono con alguien que hace tiempo no se comunica, o ni modo, se sientan de lo más tranquilitas a verlo con su pareja.

Recuerden, algunas veces en el amor y las relaciones no siempre se puede hacer lo que una quiere, hay que negociar, sacrificarse.

Pero de algo estoy segura: cuando se acabe el juego, si todo sale bien, habrán fuegos artificiales en más de un lugar.