Las duras, y ofensivas, críticas de un sector importante de la prensa española al partido "amistoso" que jugó La Roja, campeona mundial de fútbol, el miércoles en Puerto Rico frente a la selección boricua deben repartirse por igual entre los directivos deportivos españoles y puertorriqueños que hicieron posible el desigual encuentro.

Imaginemos por un momento que a la selección puertorriqueña de baloncesto, que a pesar de que se quedó fuera de los Juegos Olímpicos sigue siendo una potencia en América, la enfrentaran al equipo clasificado en el número 138 en el mundo. ¿No estaríamos diciendo nosotros todo lo que han dicho los periodistas españoles que, ojo, no le juegan el juego a los cocorocos que propiciaron la visita a la Isla?

Como dije antes, se trató de críticas duras y, en unos casos, ofensivas, pero si leemos bien, señalamientos igual de negativos se hicieron en contra de la decisión de traer a La Roja a Puerto Rico a enfrentar a un equipo joven que practica un deporte que hasta hace pocos años nadie conocía ni jugaba y que, francamente, están a años luz de España y de algunos de nuestros países hermanos en América Latina.

Si queremos jugar pelota dura, como se dice por ahí, necesitamos una piel de cocodrilo, para aguantar lo que venga. Y para usar las críticas, y los errores, y los fracasos, para aprender y para ser cada vez mejores. No podemos sentirnos ofendidos porque nos dijeron que tenemos un equipo pobre, que lo tenemos a la hora de la competencia de liga grande, ni debemos enseguida empezar a disparar ofensas peores contra los que nos critican.

Los que vimos el partido, en el estadio Juan Ramón Loubriel o por televisión, tenemos que admitir que se trató de un encuentro muy desigual, en el que los futbolistas puertorriqueños hicieron de tripas corazón para evitar una goleada de la que solo nos salvó el calor sofocante que, para nuestra suerte, contuvo en gran medida el juego de La Roja.

Ah, que le metimos un gol... pues, qué bien. Y que ellos solo metieron dos. Lo lamento, pero no creo que ese resultado final le haga justicia a lo que presenciamos en la cancha.

En resumidas cuentas, lo que todos debemos aceptar es que se trató de un negocio. Un negocio en el que los españoles sacaron la mejor tajada, pero del que también se llevaron un jugador lesionado, un equipo agotado y bajo la presión de un inminente comienzo de liga en España, y muchas críticas de la prensa especializada que hizo lo correcto en llamar a capítulo a los responsables. De allá y de acá, que los hay en los dos lados del Atlántico.

No me ofendo porque digan que a la selección puertorriqueña le falta mucho por aprender. Créanme que el miércoles, en el Loubriel, esos jugadores aprendieron mucho y se crecieron en la derrota frente al campeón del mundo.

A ver si los demás aprendemos de ellos.