Mucho antes de ser una estrella de la gran pantalla y de ganar el Oscar que tienen en su resumé, Benicio del Toro recuerda que, desde niño, se vivía y sufría los partidos de la selección nacional de baloncesto, particularmente en los que jugaba su ídolo, el prolífico canastero de los Piratas de Quebradillas, Raymond Dalmau.

Y es que, según relata, su relación con Dalmau viene desde que tiene uso de conciencia, desde la niñez. Primero como un niño que se acercó a pedir un autógrafo, luego como un fanático que hasta imitaba el estilo del canastero, más tarde como un gran amigo y, en un nuevo capítulo de esa amistad, hasta como prologuista del libro ‘Raymond Dalmau, from Harlem a Puerto Rico’, libro del cual ambos hablaron juntos ayer durante un conversatorio efectuado en la librería Casa Norberto de Plaza Las Américas.

“Yo recuerdo el Centrobasket del 1974 aquí. Creo que hay un juego que se conoce como el juego en que Charlie Bermúdez paró a (Pedro) Chappé, de Cuba. Yo tenía como cinco o seis años y recuerdo que faltaban unos minutos y Puerto Rico estaba abajo. Recuerdo llorar de niño, aunque se ganó el juego. Es uno de esos momentos que uno nunca olvida”, relató sobre el encuentro en el que Dalmau participó y Puerto Rico ganó 78-77.

Minutos antes de iniciar la sesión de diálogo con las sobre 300 personas que atestaron la librería para conversar con las dos estrellas, Del Toro explicó que aunque su relación con Dalmau es muy larga, no fue hasta que tuvo la oportunidad de hacerse su amigo y escuchar sus anécdotas como jugador, como dirigente y como ser humano, que entendió la importancia de que Dalmau contara su historia.

“Yo fui uno de varias personas (que motivaron a Dalmau), pero el libro él ya lo tenía por dentro. Esta es su vida y él tenía las historias”, dijo Del Toro de pie junto a su ídolo y amigo. “Me di cuenta de que era importante que él hiciera esa historia porque es parte de la cultura de Puerto Rico y de una época. Y no hay ningún libro que hable desde adentro, de los jugadores que le dieron tanto al basket y no solo al basket, sino a la cultura de la Isla”.

El actor recuerda que conoció a Dalmau por primera vez cuando tenía alrededor de ocho años y fue a pedirle un autógrafo a él y a otra estrellas de los Piratas de Quebradillas, el fenecido Neftalí Rivera.

“Esa fue la primera vez, pero se lo pedí otras veces. Tengo su autógrafo por todos lados. No tengo un tatuaje de él, pero poco me falta”, manifestó Del Toro, quien mencionó a otros jugadores estelares de la época de Dalmau que dejaron una gran huella en él.

“La figura de Raymond y otros jugadores de esa época como Neftalí (Rivera), (Héctor) Blondet, Charlie Bermúdez, Teo Cruz eran eminencias de uno, ídolos. Y no solo en el deporte, sino como personas, y como trataban a la fanaticada”, explicó. “A Raymond yo lo conozco pidiéndole un autógrafo, como ahora hay chiquitos que me piden autógrafos a mí. Yo nunca lo ví a él negando un autógrafo. Y yo caí en esto de la farándula y uno aprende de esas cosas. Raymond tiene un lugar especial”.

Del Toro igual recuerda la influencia de Dalmau y su estilo de jugar el baloncesto en la juventud puertorriqueña de la época, la cual le tocó de cerca, pues además de ser su fanático, comenzó a imitar su estilo sobre el tabloncillo.

“Recuerdo yo haber estado jugando baloncesto en la YMCA, en la escuela, en otros equipos de Miramar, y lo mucho que los muchachos, no yo solamente, imitaban a Raymond Dalmau. En un cuento corto, yo conocí a un muchacho que creció en Pittsburgh durante la época de Clemente, y Clemente tenía un ‘tic’ con el cuello antes de batear. Entonces él me dijo que en Pittsburgh todos los muchachos hacían el ‘tic’ antes de batear. Aquí hacían lo mismo pero con Raymond Dalmau. La manera de caminar, la manera de tirar ‘el globo’. Todos lo imitaban”, indicó.

Y poco antes de terminar una sesión con la prensa, antes de salir a compartir con los cientos de personas que le esperaban afuera, Del Toro recordó otro partido ‘clásico’ del baloncesto isleño.

“No se me olvida haber visto el juego de Puerto Rico contra Yugoslavia en 1972 (Olimpiadas de Munich). Ese juego yo lo he pedido para ver si me lo consiguen, porque lo vi que lo repitieron años después. Yo no lo vi en vivo. Lo vi cuando lo pasaron después por el Canal 6. Lo vi una vez nada más y hay cosas de ese juego que todavía recuerdo. Lo he tratado de conseguir pero no se encuentra. Pero por lo menos tenemos el libro de Raymond”, dijo con una sonrisa.

“Raymond era y sigue siendo mi ídolo. Yo me siento orgulloso de ser amigo de Raymond, y como ya leí el libro, diría como Manuel Rivera Morales: ‘Yo lo conozco…’”, finalizó el artista.