Trujillo Alto. El coach de baloncesto Wichie Ruiz tiene dos hijos biológicos y muchos otros más que el baloncesto le ha puesto bajo su ala.

Uno de esos hijos que el baloncesto le ha regalado lo es Yasser Rodríguez Figueroa.

Yasser creció en un hogar de padres divorciados. Su padre era un adicto y nunca ayudó a su madre económicamente para poder criarle. Creció en Villa Prades, en Río Piedras, bajo el cuidado de una madre trabajadora. Aun así, estuvo muy cerca de descarrilarse.

“No por el ejemplo de mi padre, sino más por buscar un dinero”, dice Yasser, sin abundar en mayores detalles.

Wichie, sin embargo, lo tenía en el baloncesto desde los 10 años, primero en Fraigcomar y luego en Villa Prades. Así, Yasser se la pasaba con Wichie de cancha en cancha. Lo buscaba a la casa, lo llevaba a la cancha y luego lo devolvía al hogar. En el camino, Wichie se fue convirtiendo en una figura paternal para Yasser.

También en el camino de su vida, cuando Yasser tenía entre 16 y 17 años y comenzaba a lograr gran exposición en la cancha, Wichie ayudó a Yasser a obtener una beca deportiva para jugar y estudiar en la Academia Discípulos de Cristo de Bayamón, esto de la mano del fenecido Miguel Mercado. Participando con dicha institución, un día su padre biológico le vio jugar y relacionarse con Wichie y se metió al medio de la cancha a hablarse a su hijo con una honestidad pasmosa.

“El vino a donde nosotros”, contó Wichie, “y le dijo a Yasser: ‘yo no soy tu papá. Tu papá es este señor (Wichie). Él ha sido la figura de padre que no he podido ser”.

Pese a un momento tan emotivo y una declaración tan importante, Yasser y Wichie le mostraron compasión. El hijo le declaró a su padre que nunca dejaría de ser su padre y Wichie le reforzó que nunca ocuparía ese lugar.

Con el pase del tiempo, Yasser no dejó de ser su hijo. Estuvo a cargo de su adicto padre junto a su abuela hasta que la muerte los separó hace 11 años. Y Wichie estuvo muy cerca, siempre comprometido con hacer la labor social que hace con el baloncesto como vehículo o excusa.

Hoy en día, Yasser tiene 39 años, 16 de esos como profesor de educación física en la Commonwealth School de San Juan y el colegio Tásis de Dorado. También suma ya 19 años al lado de Wichie como coach de baloncesto en las categorías menores, como cofundadores del club Pitirre, que ahora opera en la Urbanización Interamericana de Trujillo Alto, lugar donde compartieron esta historia con Primera Hora.

Además, estudió y jugó becado en Clark University en Estados Unidos un año. Cuando la beca le incumplió, regresó a Puerto Rico e hizo su bachillerato en la Universidad de Puerto Rico. Hoy día es padre, esposo e hijo.

Y eternamente vivirá agradecido de ese coach de baloncesto que lo puso bajo su ala.

“Para mí Wichie es mi mentor, mi padre, mi sensei. Le debo todo a él, y a su esposa Mabel. Por eso llevo 19 años con él, haciendo ahora con otros jóvenes lo que él hizo conmigo. No sé en dónde estaría si no fuera por ese señor”, reconoció Yasser.

Como posdata, Wichie también tiene a sus dos hijos biológicos trabajando en Pitirre, haciendo labor social con el baloncesto. Su esposa Mabel también está en Pitirre. Y Yasser tiene encarrilado por el baloncesto y la escuela a un muchacho que a los 14 años ya tenía problemas con la ley.

El ciclo del bien se repite.

Un líder de la calle que son solo salva vidas, sino que se multiplica en otros.