Ponce. El armador Carlos Rivera dijo que tiene varios guantes para despedirse en uniforme de los Leones de Ponce, aunque sea en el del béisbol profesional.

Su último partido de 18 temporadas en el Baloncesto Superior Nacional lo pasó en ropa de civil, separado de la cancha por la lesión que sufrió en el pie derecho durante la serie de cuartos de final ante los Cariduros de Fajardo, solamente dando apoyo a sus compañeros de equipo antes de quedar eliminado de la postemporada ante los Vaqueros de Bayamón.

Esa no era la imagen que él quería para terminar su carrera.

“No era la manera”, dijo. “Me sentía muy bien, como en mis mejores momentos de la postemporada. El deseo, la concentración estaban ahí para poder terminar mi carrera de la manera correcta y no pasó. Eso es lo que me duele, que una lesión terminara el año de esa manera. Quería terminar jugando con los muchachos. Ese no era el plan. Esa es la espinita que me queda ahora mismo y lo que me molesta”, dijo en el camerino de los Leones en el Auditorio Juan ‘Pachín’ Vicens.

El recuerdo de la fanaticada no será el de Rivera sentado en el banco en su último juego, usando una bota para apoyar a su pie lastimado, vistiendo una camiseta y mahones de llegar a la cancha. El recuerdo de la fanaticada será el de los campeonatos que Rivera le dio a Ponce, además de también haber ganado títulos en Mayagüez y Arecibo, el del jugador siempre en control de emociones sobre la cancha, el que tomaba decisiones inteligentes con el balón, el siempre confiable y el aglutinador del equipo. También la memoria del respetado exjugador del Equipo Nacional de Baloncesto.

Jugó 18 temporadas para cuatro equipos, siendo Ponce el equipo de su predilección, y en el que permanecerá como parte del cuerpo técnico para ayudar a jóvenes que crecen con el equipo. También vio acción con los Atléticos de su natal San Germán, los Capitanes de Arecibo y los Indios de Mayagüez.

Anotó 582 triples con una efectividad de 40 por ciento durante su carrera. Repartió 1,549 asistencias. Promedió 86 por ciento en sus intentos desde el tiro libre.

La espina se quedará en él porque a sus 39 años y con una familia de tres no tiene planes de regresar.

“No creo. Tengo que dedicarle tiempo a mis hijos; tengo uno de 15 años que se ha sacrificado muchísimo. Ha vivido buenos momentos, pero lo últimos cinco años que tuve el México él no estuvo. Ya es tiempo de dedicarle más tiempo a mi hijo. Donde quiera que estoy, está mi hijo; ahora mismo está aquí en el camerino y el chiquito está jugando por ahí. Hablé con mi esposa ahorita le dije que, si hay algo que me molesta, es que cuando entro a cancha el fuego está todavía ahí. Pero ya mi mente estaba hecha. No voy a volver. No hay manera”, dijo Rivera, quien de hecho consideró el retiro el año pasado y el año de ñapa fue el que jugó en esta temporada.

Deja a un Ponce que ganó su último campeonato en el 2015. Pero lo deja con un futuro prometedor, en crecimiento, mientras otros equipos ganadores hoy día comienzan a ponerse maduros.

“Estamos bien. El futuro de la franquicia se ve bien. Tenemos a Luis López que ha dado un salto enorme y le habló sobre lo mucho que le queda por mejorar. Tenemos a Macho (Jezreel de Jesús) que es el capitán de este barco. El equipo irá como él vaya. Tenemos a un Jordan Murphy bien comprometido. Tenemos piezas. Tenemos el primer turno del 2022. Sabemos las deficiencias”, dijo.

“Es cuestión de traer las piezas claves. Este es un equipo joven. Hay equipos que se están poniendo viejos en esta Liga. Equipos que eran dominantes, pero ya tienen jugadores claves que están entrando en los 38, 39 años. Les queda poco. En esa línea de pensamiento vamos a estar bien como equipo”.

Ganó con Ponce los campeonatos del 2014 y 2015, pero se quedó con sed de más.

“Fui un jugador bendecido”, dijo Rivera sobre su participación alrededor de buenos jugadores, dirigentes y equipos, en fin.

“Lo que si me llevo, lo que me duele, son las finales que no pudimos ganar. Tengo esa espina. No me dejan dormir tranquilo. No tengo pesadillas, pero me levanto pensando en el qué pudo haber sido con una o dos jugadas, con una mala decisión. Ganar un campeonato no es fácil. Hay jugadores que están 20 años sin ganar un campeonato. Y fui bendecido de jugar a 11 finales, y uno se queda con más. Me quedé con unas finales que sé que podíamos haber ganado, con postemporadas en que estuvimos cerca, pero a la misma vez no llegamos”.