Doce temporadas y 698 partidos de fase regular después, la magia de Ricky Rubio se apaga en Estados Unidos. Con la duda de si continuará o no su carrera en Europa, el canastero cierra una etapa en el mejor baloncesto del planeta, en la que los números no reflejaron su importancia e influencia.

Adrian Wojnarowski, uno de los periodistas con mejores fuentes dentro de la NBA, señaló este jueves en la cadena ESPN que Rubio, quien se encuentra de baja por salud mental desde el pasado verano, y los Cavaliers de Cleveland habían acordado la rescisión de su contrato.

“Si Rubio continúa su carrera profesional, será probablemente donde empezó como un prodigio de 14 años: en su España natal”, sostuvo Wojnarowski.

Un par de horas después de esa información de ESPN, Rubio publicó un comunicado confirmando su retirada de la NBA y abordando el estado de su salud mental.

“El pasado 30 de julio fue una de las noches más duras de mi vida. Mi mente fue a un lugar oscuro. De alguna forma sabía que iba en esa dirección, pero nunca pensé que no tenía la situación bajo control. Al día siguiente decidí parar mi carrera profesional”, detalló.

Un día, cuando sea el momento adecuado, me gustaría compartir mi experiencia completa con todos vosotros para que pueda ayudar a apoyar a otros que pasan por situaciones similares. Hasta entonces, me gustaría mantenerlo privado por respeto a mi familia y a mí mismo mientras sigo trabajando en mi salud mental. Pero estoy orgulloso de decir que estoy mucho mejor y mejorando cada día”, agregó.

En total ha disputado doce campañas en la NBA -sin contar este curso en el que no ha llegado a pisar la cancha con los Cavaliers- con unos promedios de 10.8 puntos, 4.1 rebotes, 7.4 asistencias y 1.8 robos por encuentro en la temporada regular.

Luces y sombras

El inicio y el final de la carrera de Rubio en la NBA tienen un denominador común: las ganas de verle jugar en la pista. Si bien hubo que esperar dos años desde que fue elegido en 2009 por los Minnesota Timberwolves hasta su debut mientras terminaba su etapa con el Barcelona, este tramo final ha generado la misma expectación por verle de nuevo en la cancha debido a sus ausencias por una grave lesión y el cuidado de su salud mental.

Ricky nunca lo tuvo fácil, ya que lidió con la presión de tener un potencial altísimo, más los momentos duros que le acompañaron en lo profesional y personal.

En 2011 y con el número cinco del draft aterrizó en unos Timberwolves huérfanos de liderazgo tras la salida, años atrás, de Kevin Garnett. Se le acogió como el joven que podía relanzar a la franquicia hacia grandes objetivos y su partido de debut en el Target Center fue con aforo completo después de tres años.

Pronto llegarían las primeras sombras: a pocos meses de debutar, defendiendo a Kobe Bryant, su rodilla se rompió y le tuvo nueve meses fuera de juego.

Su lesión no impidió que acumulara reconocimientos. Previamente había demostrado su calidad y disputó su primer All-Star en Orlando. Lo visto en la cancha le sirvió para entrar en el mejor quinteto de ‘rookies’ de la temporada y fue el segundo mejor novato de esa campaña.

Pero las páginas tristes de Ricky en la NBA no pasan únicamente por las lesiones sino también por la falta de grandes objetivos por los que luchar. El proyecto de Minesota nunca llegó a asentarse y, de hecho, el primer partido de playoffs para el catalán fue en 2018 ya con los Jazz de Utah.

Sin duda, sus momentos más duros siempre estuvieron vinculados a una enfermedad: el cáncer. La sufrió su madre, Tona Vives, que luchó a miles de kilómetros mientras él se preguntaba qué hacía metido en un hotel para jugar un partido de baloncesto sin nada en juego. Fueron unos años en los que Rubio maduró mucho por los golpes que le dio la vida.

Poco antes de fallecer su madre en 2016, también perdió al que consideró como un padre en la NBA: Flip Saunders, quien fuera su entrenador en Minnesota y que murió por un linfoma de Hodgkin en 2015.

De ‘niño prodigio’ a ‘moneda de cambio’

Es difícil encontrar en qué momento Rubio pasó de un rol de jugador talentoso y para cosas grandes a un elemento más de múltiples cambios, pero fueron muchos años en los que en los equipos en los que jugó no se le reconoció esta importante labor.

Desde que salió de Minnesota y pegó un golpe de timón a su carrera comenzó una travesía que le llevó por Utah Jazz y Phoenix Suns, un regreso a Minnesota y finalmente su última aventura en los Cavaliers de Cleveland. También tuvo un paso testimonial por los Oklahoma City Thunder y los Indiana Pacers sin llegar a debutar.

Algunas decisiones fueron realmente sorprendentes, teniendo en cuenta que cuando fue traspasado desde los Jazz y desde los Suns Ricky era una pieza clave dentro de esos conjuntos. Hasta tal punto que, cuando conoció en el verano de 2021, concentrado con la selección en los Juegos de Tokio, que le habían movido a Cleveland, pidió que en diciembre le liberaran si la cosa no funcionaba.

El baloncesto ha sido muy ingrato con Ricky en su última etapa en la NBA, por los cambios, por la dura lesión de ligamento cruzado en diciembre de 2021 que le dejó fuera de las canchas más de un año, y por este cierre en el que tomó la valiente decisión de aparcar su carrera para mejorar su salud mental. Este último paso no ha sido más que un nuevo ejemplo de personalidad: una referencia para otros muchos jugadores.