Esta semana inicia el Baloncesto Superior Nacional. En mi caso particular, comienzo otra aventura con los campeones Vaqueros de Bayamón, con quienes tengo la gran oportunidad de buscar el tercer ’back-to-back’ en mi carrera con un tercer equipo diferente. Esta grandiosa posibilidad de revalidar en años consecutivos me remonta al primero que conseguí, como dirigente de los Leones de Ponce en 1992 y 1993, y que surgió antes de los cuatro en ristra que luego pude gozar con los Cangrejeros de Santurce entre 1998 y 2001.

Pero, en primera instancia, tengo que admitir que tuve que sudar mucho para lograr ese primer back-to-back. Revisando la historia, me ponché en mis primeros cuatro intentos. Y es que había tenido cuatro turnos al bate sin tener éxito luego de ganar campeonatos, en 1980 (Guaynabo), 1982 (Guaynabo), 1984 (Canóvanas) y 1989 (Guaynabo). Llegué a tocar la puerta en la final de 1981 contra Bayamón, en el 1983 contra Canóvanas y en el 1990 contra Ponce cuando yo estaba en Guaynabo. Pero nunca llegaba ese elusivo ‘back-to-back’. Eso confirma lo difícil que es lograrlo.

Para mí se convirtió en cierta obsesión. Había leído el libro de Pat Riley, que logró esa gesta con los Lakers de Los Ángeles en el 1987 y 1988 y lo que representaba para él ese momento, el poder darse esa oportunidad de llegar a otro nivel de excelencia. En otras palabras, el ‘back-to-back’ yo lo tenía estudiado en documento, sabía lo que se sentía de segunda mano, pero no había sido lo suficientemente afortunado de vivirlo aún.

Recuerdo que aquel año 1993 éramos contendores y teníamos un equipo competitivo con veteranos como Bobby Ríos y José “Papote” Agosto y jóvenes briosos como Charlie Lanauze y Javier “Toñito” Colón. Pero los Leones no necesariamente eran los favoritos, pues habíamos sufrido varias lesiones, entre ellas una delicada de Lanauze, y éramos el único equipo que no tenía refuerzos.

No obstante, tenía buenas lecturas de mis jugadores. Podía palparlo en su ánimo, su determinación, su entrega, su poder de compromiso. Incluso, varios jugadores “no protagonistas” dijeron presente y contribuyeron con el canasto grande o el rebote preciso cuando las millas contaban. Esa estadística hizo la diferencia al final.

Cuando le ganamos la serie final 4-1 a Guaynabo, por fin pude disfrutar de ese éxtasis del back-to- back. Fue una explosión emocional de un cúmulo de muchas experiencias hacia el campeonato, como si se detuviera el tiempo y pudiera repasar lo vivido en sólo unos instantes. Ojalá pueda volver a revivir esa emoción este año con mis Vaqueros en Bayamón. Es una invitación que les tengo a mis jugadores.