COOPERSTOWN, N.Y. Resulta que, después de todo, el nombre de Matino Clemente ha estado en el Salón de la Fama del Béisbol al lado del de su hermano Roberto desde hace mucho tiempo.

Durante la tarde del sábado, un día antes de la celebración del 46 aniversario del hit 3,000 en las Grandes Ligas de su fenecido hermano, Justino Clemente fue recibido casi como un miembro más del recinto de los inmortales del béisbol, donde hasta pudo tener en sus manos el contrato original del legendario rightfielder con los Cangrejeros de Santurce.

Matino firmó aquel contrato a nombre de su padre debido a que entonces, su hermano era menor de edad y su padre, Melchor, no sabía leer ni escribir.

“Oiga Justino, usted está en el Salón de la Fama y no lo sabía”, bromeó el integrante del Salón de la Fama, Roberto Alomar, quien conoció a Matino el pasado año y le hizo la promesa de que lo iba a traer a Cooperstown. El huracán María retrasó un poco la fecha, pero Alomar cumplió.

Matino junto a su esposa Carmen Santana, al igual que sus hijas Judith y Janet, fueron recibidos como realeza por el personal del National Baseball Hall Of Fame, incluyendo a su vicepresidente de Exhibiciones y Colecciones, Erik Strohl, quien personalmente guio un recorrido especial para Clemente.

Matino Clemente en Cooperstown (Juan Luis Martínez Pérez juan.martinez@gfrmedia.com)
Matino Clemente en Cooperstown (Juan Luis Martínez Pérez juan.martinez@gfrmedia.com)

Luego de pasear por las distintas exhibiciones del Salón que cuentan con algún contenido del Astro Boricua, a Matino se le permitió ir hasta el sótano del edificio, donde se guardan bajo estrictas medidas de seguridad algunas de las reliquias más valiosas en la historia del béisbol.

Allí, por ejemplo, tuvo en sus manos el bate con que Willie Mays conectó el hit 3,000, y pudo levantar, como en la famosa foto que le dio la vuelta al mundo, la gorra de los Piratas que su hermano levantó en 1972 cuando arribó a dicha cifra.

Vio fotos de sus padres con Roberto, revisó documentos personales de su hermano en posesión del Salón de la Fama, y, finalmente, bajó hasta la galería de los inmortales, donde tuvo que aguantar las lágrimas antes de tocar la placa que reconoce a su hermano como uno.

Matino Clemente en Cooperstown (Juan Luis Martínez Pérez juan.martinez@gfrmedia.com)
Matino Clemente en Cooperstown (Juan Luis Martínez Pérez juan.martinez@gfrmedia.com)

“Ha sido un día especial, pero no ha sido fácil”, dijo Justino sobre el momento en que tocó la placa de su hermano. “Desde que él se fue a mí me da cierta nostalgia porque él nunca apareció. Uno siempre se pregunta qué pasó”.

“Me aflojó un poco y yo soy bien duro”, continuó Matino al hablar del momento en que vio la placa de su hermano.

“La gorra me dio escalofríos. Lo sentí”, dijo Matino al preguntársele si había sentido a su hermano acompañándolo durante su recorrido.

Matino también quiso ver la de su nuevo amigo, Alomar, y fueron hasta donde está colgada la placa del salinense, quien se disfrutó los momentos al ver a Matino pasándola bien.

“Es algo bien emocionante. Yo no lo conocía. Sabía de Clemente por los libros y documentales, y sabemos que para nosotros en Puerto Rico Clemente es único. Yo tuve la oportunidad de conocer a Matino y a su familia y me invitaron a su hogar. Y lo que vi en su casa fue algo impresionante. Le pregunté qué cuál era su sueño y me dijo que ir al Salón de la Fama a ver las cosas de su hermano, y aquí estamos”, indicó el inmortal salinense.

Luego de un almuerzo, en la tarde, Matino y Alomar fueron parte de un conversatorio sobre Roberto en el recién renovado Bullpen Theater, donde el público pudo preguntarle sobre asuntos relacionados a su hermano y él contó anécdotas sobre la niñez junto al Astro Boricua.

“Agradezco a Alomar y a la gente del Salón de la Fama y a ustedes que nos han tratado muy bien”, finalizó Justino Clemente, quien cerca de cumplir 91 años, posiblemente tuvo uno de los días más inolvidables de su vida.