Atlanta. Imagínese la zona del Distrito T-Mobile cercano al Centro de Convenciones de Puerto Rico, con todos sus restaurantes y demás áreas de entretenimiento, pero con un fabuloso y gigantesco estadio de béisbol de Grandes Ligas como escenario y atracción principal.

Ese es el ambiente en el que está enclavado el Truist Park de Atlanta, hogar de los Braves, campeones de la Liga Nacional que están participando en la Serie Mundial ante los Astros de Houston, campeones de la Americana.

El estadio que se inauguró en 2017, está en una zona donde lo que se respira es pura actividad económica y de entretenimiento, sobre todo en estos días en que la efervescencia está al máximo con la entrada de los Braves a los playoffs, y su llegada hasta el Clásico de Otoño, su primero desde 1999.

Unas cinco horas antes del inicio del partido de anoche, una banda interpretaba música en vivo en una tarima al aire libre ante miles de aficionados que ya se encontraban en la zona desde temprano.

Es una ciudad dentro de la ciudad. Una ciudad de béisbol.

De hecho, este distrito conocido como The Battery Atlanta, se encuentra en el condado de Cumberland, unas 10 millas al noroeste del centro de Atlanta, por lo que, dado a lo relativamente lejos que se encuentra del ‘downtown’, y para evitar el tráfico pesado de las tardes, lo mejor en un día de béisbol cuando el juego es en la noche, es trasladarse al área desde temprano.

Eso fue lo que hicieron cientos y miles ayer. El estadio, antes conocido como el SunTrust Park al momento de abrir sus puertas en 2017, está rodeado de restaurantes, barras, y tiendas, donde el público fácilmente podría pasar todo un día y caminar unos cuantos metros hasta entrar al parque al momento del juego.

Fanáticos vestidos con camisetas y gorras de los Braves, circundan la plaza mientras observan la banda tocando en vivo. Otros, consumían alimentos en restaurantes cercanos mientras otros simplemente esperaban por los alrededores a la hora del partido.

Otros, hacían una fila para cuando abrieran los portones a las 5:00 de la tarde.

Pero entre tantos y tantos fanáticos de los Braves, no podía faltar alguien de los Astros. Poco antes de las cuatro, solo se percibió una familia, y la más pequeña, Anabella Sheff, no quería pasar desapercibida en el parque. Se trataba de una niña que se estaba pintando su rostro color naranja, en representación de sus Astros de Houston.

En otra zona, un padre se hacia tiradas con su pequeño hijo. Lógicamente no se va a un juego de béisbol en Grandes Ligas sin llevar un guante consigo. Aunque solo seas un fanático que se sentará en las gradas.

Ni la temperatura baja en los 50 fue razón para que los presentes no quisiera moverse, cuando irrumpió en la escena una banda de bateristas de las que suelen participar en paradas y eventos deportivos, la multitud se agolpó alrededor de ellos mientras daban su espectáculo.

Pareció ser la manera de ir entrando en calor para una noche que se perfilaba fría, lluviosa, pero al fin y al cabo, de béisbol. Y no poca cosa, sino en el escenario de una Serie Mundial, que la última vez que se vio en esta ciudad, fue en el antiguo Turner Field.