Luis “Pichi” Villanueva tiene fresco en la memoria los acontecimientos del 27 de diciembre de 1972. Ese día fue fue testigo de una de las últimas presencias públicas de Roberto Clemente antes de la tragedia que le costó la vida cuatro días después.

El pelotero de los Pirates de Pittsburgh, y quien meses antes había alcanzado los 3,000 hits en su carrera, acudió al Parque Colón en Aguadilla donde platicó de béisbol con unos niños. Les enseñó las técnicas básicas de corrido de bases y posiciones defensivas, entre otras destrezas que ofreció en la que sería su último clínica de béisbol.

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Al concluir, los jovencitos le suplicaron que querían verlo batear. Clemente accedió y les indicó que fueran a los bosques para que recogieran las pelotas. Lo único que necesitaba era alguien que le lanzara.

Villanueva, quien había firmado con los Tiburones de Aguadilla en el Béisbol Superior Doble A, fue el escogido para que subiera a la loma.

“Fui invitado por el policía Israel Hernández, quien fue mi dirigente y ya había firmado para jugar con Aguadilla en la Doble A. Fue una sorpresa y estaba bien emocionado por la oportunidad de lanzare a ese ídolo”, record Villanueva. “Empezó bateando suave, pero los nenes le pidieron que bateara duro cuando me dio el batazo por encima de la verja”.

Fue el último jonrón de Clemente, como se pudiera decir, aunque no uno oficial, tal y como lo ha reportado el historiador Ricardo Olivencia en sus redes sociales.

Una vez Clemente concluyó la exhibición de bateo, se quedó conversando con algunos de los presentes, incluyendo a Villanueva. El astro de los Pirates le obsequió el bate 35 Adirondack que utilizó. Villanueva lo conservó por 22 años hasta que se lo cedió al coleccionista Yuyo Ruiz.

“No lo quería vender. Ruiz me llamaba todos los años preguntando si estaba dispuesto a vender el bate, pero le decía que no. Así fue hasta que me quedé sin trabajo y le dije a mi esposa que el día que (Ruiz) me llame, le dire que el bate vale tanto. Un día llama para preguntar por el bate y le dije mi valor. Respondió que si llegaba hasta Plaza las Américas con el bate, lo compraría. Fui en mi Datsun y me pagó. Me arrepiento de haberlo vendido, pero estaba sin trabajo en ese tiempo y el dinero me resolvió”, compartió con lamento.

Cuatro días después de la actividad en Aguadilla, Puerto Rico despertó con la trágica noticia de que el avión que llevaría a Clemente rumbo a Nicaragua con ayuda humanitarian se estrelló poco después de despegar. Villanueva se enteró del suceso por las ondas radiales.

“Fueron los comentarios de los siguientes meses. Todavía me acuerdo y se me aguan los ojos. Después que pasó la tragedia estuve como dos meses aturdido. No lo podía creer”, sostuvo.

Han transcurrido 50 años desde aquella tarde en el Parque Colón en Aguadilla y, para Villanueva, parece que fue ayer.

Para mí, la última pelota que (Clemente) bateó fue durante en esas clínicas porque se suponía que iba a dar unas en Ponce, pero las cancelaron y pocos días después ocurrió el accidente. Eso no se olvida, no se borra de la memoria”, concluyó.