En 2010 se convirtió en el primer puertorriqueño en dirigir un equipo de Grandes Ligas. Su renuncia a los Marlins de Florida, un año después, se debió a una cuestión “de principios”. Después de estar en el máximo nivel del béisbol, tuvo la humildad de regresar a su patria y ser el piloto de los Gigantes de Carolina.

Pero en marzo pasado, Edwin Rodríguez se convirtió en el director de orquesta de un equipo de Puerto Rico que, con menos jugadores de renombre que en el 2006 y 2009, llegó hasta la final de la tercera edición del Clásico Mundial de Béisbol.

Ese equipo boricua unificó, paralizó y puso a celebrar a todo un país como quizá solo lo habían logrado la selección de baloncesto o boxeadores como Félix “Tito” Trinidad. A falta de un reconocimiento como nación en el plano político, los deportes suelen tener e se efecto de exacerbar el sentimiento patrio de los puertorriqueños, sobre todo por el reconocimiento mundial que recibe un país tan pequeño.

Actualmente, además de actuar como gerente general de los Gigantes en la Liga de Béisbol Profesional boricua, Rodríguez dirige a los Aeros de Akron, filial Doble A de la organización de los Indios de Cleveland.

Durante unas breves vacaciones y mientras se prepara para la próxima temporada de la liga invernal, Rodríguez sacó de su tiempo para hablar con Primera Hora.

¿Cómo definiría su experiencia de dirigir en Grandes Ligas?

“Fue una muy buena experiencia, un orgullo. No solamente personal, sino un orgullo familiar. Y yo creo que tenemos que darles gracias a todos aquellos que nos abrieron el camino: Víctor Pellot, Clemente, Santos Alomar padre…”.

¿Por qué renunció a los Marlins?

“Nunca he hecho eso público y no pretendo hacerlo público. Creo que son interioridades de la organización. Pero siempre digo que lo mismo que me llevó a dirigir a Grandes Ligas, por esa misma razón es que tuve que renunciar: fueron mis principios. No podía ir en contra de mis principios y por eso la renuncia”.

¿Cómo se compara dirigir en Grandes Ligas con dirigir una Selección que juega cada cuatro años y que logró tantas cosas?

“Esa experiencia de haber dirigido el Equipo Nacional de Puerto Rico en el Clásico Mundial de 2013 fue única. Es la mejor experiencia que he tenido en mi carrera profesional. Incluso mejor experiencia que haber dirigido en Grandes Ligas. ¿Por qué? Pues porque todos éramos puertorriqueños, teníamos un pueblo apoyándonos, y había más pasión que talento en ese equipo”.

Para Rodríguez, el compromiso de los miembros del equipo fue la clave de su éxito. Además, contar con un grupo de jugadores jóvenes y con hambre de triunfar, combinado con peloteros veteranos y ya establecidos en las Mayores fue fundamental en el desempeño en el terreno de juego.

“Estábamos representando a un pueblo y el que no se sintiera con ese compromiso, no podía seguir con el equipo. Y, obviamente, tener un Yadier Molina, un Carlos Beltrán, un Alexis Ríos, un Mike Avilés, Ángel Pagán... eso hizo el camino más fácil todavía. Porque ellos entendieron el mensaje. Ellos no tenían por qué estar allí. Ellos estaban por compromiso, y al llevar la batuta en ese comportamiento, pues los demás tenían que seguirlos”, expresó Rodríguez.

El veterano hombre de béisbol contó además en su cuerpo técnico con varios ex jugadores que llegaron a la cima del deporte, lo que facilitó aún más su labor como piloto.

“Haber tenido a un Carlos Delgado, el mismo Javier Vázquez que, aunque no pudo lanzar, estuvo con nosotros en los entrenamientos y viajó, y servía como un segundo pitching coach; tener un Carlos Baerga, un Ricky Bones, José “Cheo” Rosado, pues también era parte del plan. Y eso ayudó no solamente a la confianza de los muchachos, sino también a que pudieran manejar situaciones cruciales, situaciones difíciles, donde quizás una palabra de relajamiento, viniendo de un Carlos Delgado o un Carlos Baerga, los iba a ayudar”, explicó.

¿Cuál es la magia de estar representando un país, a diferencia de estar con un equipo de Grandes Ligas?

“Representar a Puerto Rico en un evento internacional y a nivel profesional, como es el Clásico, es lo más grande para cualquier pelotero. Porque no solamente es que están jugando en un róster donde todos son puertorriqueños, sino ante una fanaticada apoyándote, con exposición internacional, y todos llevando el nombre de Puerto Rico en el pecho… Eso va más allá que estar participando en Grandes Ligas… Representando a Puerto Rico, uno se siente como si estuviera en un equipo de pequeñas ligas, pero con 25,000 fanáticos apoyando”.

Según el dirigente, tanto él como sus jugadores no se dieron cuenta de cuán importantes eran para el pueblo puertorriqueño hasta que los recibieron en la Isla. Sentir ese apoyo de la gente, dice, “es lo más grande para cualquier atleta o pelotero”.

Disfruta su trabajo en las menores

Luego de estar en el más alto nivel del béisbol, Rodríguez sabe que su responsabilidad de desarrollar peloteros jóvenes es muy importante. Quizás más que estar al frente de un grupo de adultos pues, además de despuntar como beisbolistas, sus actuales pupilos están en una edad crucial de formarse como personas.

¿Tiene la misma importancia desarrollar el talento joven que va a subir que dirigir en las Mayores?

“La forma de dirigir es diferente, la forma de percibir el juego es diferente. En Grandes Ligas tú juegas para ganar, punto, esa es la meta. Cuando uno está en las ligas menores, tú juegas para ganar, pero la prioridad es desarrollar peloteros. Mi labor de desarrollar peloteros la disfruto tanto o más que haber dirigido Grandes Ligas”.

A pesar del alto grado de responsabilidad que tiene ser el líder de un grupo de jóvenes, Rodríguez se siente satisfecho con lo que hace.

“Poder ver a esos muchachos, muchos que vienen de hogares humildes, uno poder ayudarlos a que se abran paso en su carrera profesional y que puedan ayudar a sus familias, pues uno se siente satisfecho de haber puesto un grano de arena en la carrera de esos peloteros”, explicó el mánager.

¿Se podría decir que un dirigente es, además de maestro, una especie de psicólogo?

“Sí. Nosotros somos entrenadores de béisbol, pero muchas veces lo menos que hacemos es entrenar para jugar béisbol. Somos psicólogos, padres, somos madres, somos de todo en las ligas menores. Y eso es parte, porque los muchachos están fuera de la casa. Muchas veces son muchachos de 17, 18, 20 años, o adultos ya de 24, que necesitan a alguien que los oiga y uno trabaja con eso”.

Pero también, como la inmensa mayoría de las profesiones, en el béisbol no se deja de aprender. En el caso de Rodríguez, en estos momentos sus maestros son jóvenes que sueñan con jugar en el más alto nivel.

“Aprendo mucho más entrenando que cuando estaba jugando. Y es porque cuando uno enseña, uno aprende más que cuando uno es estudiante. Y en el béisbol es el mismo caso”, concluyó Edwin Rodríguez, el maestro y eterno estudiante de béisbol y de la vida.

(Karla Pacheco colaboró con esta entrevista)