La profesión de jinete de caballos de carreras es de muchos sacrificios y, aunque históricamente ha sido dominada por hombres, se han dado casos de féminas dispuestas a asumir el rigor que ésta conlleva buscando derribar la barrera del género.

Tal es la situación con tres jovencitas que forman parte del grupo de estudiantes del curso de jinetes de la escuela vocacional hípica en el hipódromo Camarero que aspiran a hacer historia, ya que, de completar el curso, sería la primera vez que un grupo de graduados estaría integrado por tres féminas.

Dayanara Pizarro, Cindy Soto y Stephanie Ayala tienen grandes metas y deseos de superarse en un ambiente díficil para las mujeres. Las tres son conscientes de los posibles prejuicios a los que pudieran enfrentarse, aunque confían en que sus habilidades les ayudará para sobresalir.

“Nunca he sentido desprecio, me tratan bien, con respeto. Galopo bastantes caballos al día. Me ayudan mucho dándome consejos”, afirmó Pizarro, quien cuenta con 18 años de edad y proviene de una familia que posee caballos de andadura, por lo que no le es extraña su relación con los equinos.

“Siempre me han gustado los caballos. Me encanta la velocidad y la emoción de las carreras”, añadió Pizarro, quien según dijo admira mucho a la jinete Carol Cedeño, entre otras. “Si ellas han podido, yo también puedo”, indicó.

En el caso de Soto y Ayala, su relación con la hípica va más allá de los caballos de andadura. Soto está casada con el jinete Luis Negrón y cuenta con experiencia en Estados Unidos como galopadora, mientras Ayala es hija del ex jinete y actual galopador José M. Ayala y también trabajó como galopadora en Filadelfia.

“Trabajé hace dos años en Luisiana como galopadora por espacio de seis meses hasta que tuve una caída y me fracturé la muñeca derecha. Luego quedé embarazada y tuve que dedicarme a mi hijo”, comentó Soto, de 23 años y quien al mes de dar a luz recibió la oportunidad de ingresar a la escuela de jinetes luego de una evaluación de dos semanas.

“Me encanta la velocidad, esa subida de adrenalina que causa el estar montada en un caballo. Mi esposo está de acuerdo con la idea. Lo más difícil es lidiar con el ambiente, que es duro, pero mientras he ido demostrando que puedo hacerlo, me he ido ganando el respeto”, afirmó.

Por su parte, Ayala, de 21 años, dijo que su interés de convertirse en jinete viene de haber visto a su padre activo cuando pequeña. Cuenta con experiencia previa en la hípica y conoce muy bien la atmósfera que permea en el área de cuadras del hipódromo.

“Aquí hay mucho machismo, pero me he ganado a la gente. Les doy cierta confianza y la mayoría se llevan bien conmigo”, comentó.

“Quiero ser jinete porque quiero terminar lo que mi papá no pudo hacer. A mi papá le gusta que esté aquí. Me apoya y me ayuda con sus consejos, pero mi mamá ha sido mi mayor motivación. Siempre ha estado conmigo. Siempre se ha esforzado por darme lo mejor y estoy aquí para ayudarla”, dijo Ayala.