Si hay algo en lo que todos los corredores coinciden es que en cuanto terminan una carrera, se sienten poderosos.

No importa el cansancio de las millas recorridas, los meses de preparación ni las salidas perdidas. Todo eso queda atrás y es sustituido por la sensación de que no hay nada que no puedan lograr.

Algo así, pero mucho más, es lo que experimentó y aún experimenta el ultramaratonista Juan Manuel Jordán Sanz gracias a su participación en el evento ‘Jungle Ultra’, que discurrió a través de la selva del Amazonas, en Perú.

“La aventura fue increíble”, dijo con mucho entusiasmo Jordán Sanz al preguntársele cómo le fue en la carrera de cinco días en la que recorrió 230 kilómetros (143 millas) en el Parque Nacional del Manu, en Perú.

“Por mucho, ha sido lo más difícil que he hecho, pero aun así puedo describir la experiencia de dos maneras: como una de crecimiento y de gratitud”, agregó.

En el primer caso, sostuvo que después de pasar esa experiencia, valora más “las cosas sencillas” de la vida como el disfrutar de la naturaleza. De la misma forma, siente que creció como atleta porque pudo alcanzar nuevos límites y pudo sobreponerse a las pruebas que enfrentó.

En cuanto a la gratitud, compartió que no podía dejar de agradecer al equipo técnico que organizó la competencia y a los médicos que los cuidaron. Asimismo, reconoció “a los guías y conductores peruanos. A la gente en cada pueblito y aldea que cruzamos. A mi familia y amigos por el apoyo. Aunque tuve momentos de completa soledad en la selva, siempre me sentí acompañado”.

Días duros y largos

El veterinario contó que llegó al área de la competencia el día antes de comenzar (el sábado, 2 de junio). A su arribo, se encontró con un “lugar espectacular” a 9,200 pies de altura y con una temperatura de 20 grados Fahrenheit. Sin embargo, un evento de lluvia que duró por 24 horas se convirtió en un presagio de lo que viviría.

Su primer gran reto, fue sobreponerse a una torcedura de tobillo que sufrió cuando faltaban unos cinco kilómetros para terminar la carrera el primer día. De hecho, el personal médico llegó a plantearle la posibilidad de que se retirara. Sin embargo, decidió continuar, aunque con limitaciones para moverse con más rapidez.

“Fue algo frustrante no poder moverme más rápido porque estaba preparado para hacerlo, pero tenía que afrontar mi lesión y adaptarme. De verdad, que el deseo de llegar y completar la ruta fue mucho más grande que el dolor que pude sentir”.

Aunque todos los días estuvieron fuertes, reconoció que los días tres y cuatro fueron muy duros. 

“Al día tres, casi no podía caminar por el dolor y encima de eso, me perdí. La ruta estaba marcada con unas cintas rojas. Las mismas eran las favoritas de los niños del área y de algún monito. En un cruce, una persona o un animal removió la cinta. Estuve perdido tres horas. Pero tuve suerte, y pude seguir”, manifestó.

Pero si el tercero fue fuerte, el cuarto fue más agotador porque tuvo que caminar 12 horas dentro de la selva con cruces de ríos y paredes y chorreras de barro. También estuvo expuesto a todo tipo de animales, incluidos los molestosos mosquitos, y tuvo que soportar la humedad extrema de la zona.

Al quinto día, caminó 17 horas más hasta llegar a la meta, además de tener que pedir direcciones porque –nuevamente– habían removido las cintas que demarcaban el camino.

“Me dolía todo, pero mentalmente me sentí sólido en toda la travesía. De verdad que la determinación personal y el deseo de cruzar la meta fueron enormes”, dijo el deportista que rebajó 10 libras en esos cinco días.

Encuentro con la fauna del Amazonas

Parte de la experiencia de esta carrera es convivir con las especies que habitan en el Parque Nacional del Manú que, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés), es una de las áreas con mayor biodiversidad del planeta por lo que la declaró como un Patrimonio Natural de la Humanidad.

Y el deportista de 43 años tuvo esa experiencia. Esto fue lo que nos contó

“Desde el día uno empecé a ver la fauna local: una serpiente de unos seis pies y cuatro pulgadas de diámetro que acababa de mudar su piel. En total vi cuatro, tres de ellas venenosas. Se percibía el olor característico a las mismas durante los cinco días. Vi monos, hormigas enormes que estaban por todos lados”.

También vio jaguares. 

“Tuve dos encuentros. El cuarto día me cogió la noche dentro de la selva y tuve que usar la lámpara que tenía en mi cabeza. De momento, vi los ojos y el reflejo de la luz a unos ocho pies y a una altura de unos tres pies. El gato se fue sin dejarse sentir”. 

El ultimo día, cuando comenzaba a oscurecer y mientras caminaba con otra atleta, escuchó un rugido que continuó oyendo por unos 200 metros. 

“Hasta que lo vimos. El jaguar estaba a 12 pies de nosotros. A diferencia del día anterior, este jaguar tenía hambre porque venía en dirección al río y al área de ganadería. Hice un cambio de luces y alerté a un vehículo oficial. Ellos nos movilizaron en un carro al tercer punto de cotejo, que era un lugar seguro”.

“No creo que la vuelva a hacer”

Luego de conocer esta historia, le preguntamos cuán difícil fue la prueba y si la volvería hacer. 

“Es durísima… De un nivel enorme. No solo para mí, sino para los atletas que ya habían participado en eventos de muchos días. Por mucho, la carrera más difícil. No solo es la ruta por las piedras, el barro, los ríos… De todo lo que puedas imaginar y lo que no. El clima es impredecible, la humedad es al 100%. Además, había que estar pendiente dónde pisábamos y que tocábamos por los animales que hay en la zona. Aunque fue una súper experiencia, no creo que la vuelva a hacer”, declaró.