En tono de sermón escuchaba de mi padre el cuento de un ejército que luego de años de combates tocaba a la puerta de la victoria. Resultaba vital llevar un mensaje al frente de batalla, por lo que seleccionaron al mejor de los guerreros, le pusieron la mejor de las armaduras y lo montaron sobre el mejor de los caballos. Al estar tan preparado, poco les importó dejar suelto un clavo en una de las herraduras. En plena cabalgata, el hierro salió disparado, el guerrero cayó al suelo, el mensaje no llegó, perdieron la batalla y luego la guerra; todo por un simple clavo.

En el deporte y en la vida, un clavo puede tener graves consecuencias. Es sorprendente cómo personas que logran cosas tan grandes fallan en cosas que parecen pequeñas.

El mundo quedó paralizado cuando vio retratado al héroe de los Juegos Olímpicos de Pekín, Michael Phelps, inhalando humo ilegal de cannabis. Su error de juicio quedará grabado en la historia con igual fuerza que sus medallas. ¿Por qué someter su legado a semejante calvario?

Al igual que el guerrero con el clavo, Phelps subestimó las consecuencias de sus actos. Pensó que tenía crédito para cometer una pequeña falta. Las faltas son faltas. El efecto que pueda tener en quien las comete, o en los demás, es lo que las hace grandes o pequeñas. Sobre esto no se puede tener control, así que debemos siempre tratar de evitarlas. Bien pudo su acto terminar con la discreta nota alucinógena o, por el contrario, tal como ocurrió, con un escándalo de grandes proporciones para su imagen olímpica.

Todos los días nos vemos obligados a tomar decisiones sencillas que merecen toda nuestra atención. Ponernos o no el cinturón de seguridad en el auto, sentar al niño en el asiento protector, pasar la llave, entre otras. Fallar una vez pudiera significar el último fallo de la vida. Igual pasa en el deporte que, en última instancia, es un laboratorio de vida.

El ciclo olímpico apenas comienza y ya nos zumba en el oído el incómodo tema del dopaje. La tentación de buscar ventaja indebida o atajos para mejorar el rendimiento siempre está presente en el ambiente deportivo. Ahora prometen sistemas invisibles al radar antidopaje, complicando el escenario.

Violentar el principio de juego limpio derrota la esencia que otorga valor a la medalla. Es un riesgo que no vale la pena. Como el clavo al ejército, puede derrotar tus más nobles aspiraciones.