Mishima, Japón. El futuro campeón olímpico pasaba por lo que los ciclistas denominan “la cueva del dolor”, con los pulmones vacíos ardiendo y las piernas como un peso muerto. El ascenso en el que estaba parecía interminable y la terrible pendiente se extendía hacia al cielo.

No era un momento para que Richard Carapaz mirara de forma cariñosa a un hombre casi desnudo que corría a su lado por la carretera.

Pero... ¿el estoico ciclista ecuatoriano esbozó una sonrisa?

Sí, lo hizo. Lo mismo que hacen los aficionados en los Alpes y los Pirineos durante el Tour de Francia, y que habría molestado a Carapaz, fue un gesto bien recibido en la ruta olímpica. Esto se debe a las draconianas medidas tomadas por los organizadores de Tokio 2020 para evitar la propagación del COVID-19, y que han privado a los aficionados de la experiencia única de ver a los mejores deportistas del mundo en su país.

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“Nos dio una sensación de cierta vuelta a la normalidad ver a los aficionados allí”, dijo Carapaz más tarde. “Me encantó”.

Técnicamente, la prohibición de público en casi todas las pruebas sigue vigente. Policías y guardas de seguridad voluntarios realizan patrullas casi constantes. Pero eso no ha impedido que muchos locales logren captar algo de la acción.

En el trayecto a la ceremonia inaugural, miles de personas esperaron en las calles para animar a los autobuses, aunque no supieran quienes iban dentro. Exhibieron pancartas con la frase “Bienvenidos a Japón”, a pesar del fuerte sentimiento antiolímpico entre la población. Cuando los drones se alzaron sobre el estadio, gritaron y tomaron fotos, como habrían hecho viendo competir al adorado Shohei Ono en el pasatiempo nacional, el judo.

A unos 100 kilómetros al este, en el lugar donde el surf hizo su debut olímpico, los fanáticos encontraron la forma de estar en la playa de Tsurigasaki.

Desde el primer día de los tres que duró el torneo, docenas de aficionados se congregaron junto a la cerca de plástico naranja que delimitaba el perímetro de seguridad. Lejos, en la distancia, podían ver la playa y a los surfistas entrando al agua, además de a entrenadores, reporteros y voluntarios trabajando.

A nadie parecían importarle los espigones que dejaban fuera de la vista gran parte de la competición.

Un grupo de espectadores se lanzaron a la calle para ver parte del tríalo olímpico.
Un grupo de espectadores se lanzaron a la calle para ver parte del tríalo olímpico. (David Goldman)

En el exterior del Centro de Deportes Urbanos de Ariake, donde 7,000 personas habrían presenciado el estreno del skateboarding en el programa olímpico, Ayane Nakamura, de 8 años, hacía ollies en su tabla “Peanuts”.

Fue hasta allí con su madre, Rie, y acamparon en el exterior a las 07:00 con la esperanza de ver a su ídolo, Yuto Horigome, y al resto de los skaters que competían. Cuando los guardas de seguridad se presentaban para echarla a ella y a su amiga, Sora Yamagishi, también de 8 años, se escapaban.

También hay muchas oportunidades para los fanáticos más intrépidos.

Con el equipo adecuado y algo de coraje, los aficionados al golf podrán ver al campeón del Masters, Hideki Matsuyama, a través de los árboles que rodean el East Course del club de campo de Kasumigaseki. En el parque marítimo de Odaiba, donde unos pocos desafiaron a la lluvia para seguir el triatlón hace unos días, los nadadores en aguas abiertas competirán esta semana en maratón.

Unos 14 atletas ya han representado a Puerto Rico en los Juegos Olímpicos que se celebran en Tokio.

Y hablando de maratones, el de atletismo se disputará la próxima en el Parque Odori, en Sapporo, a unos 1.100 kilómetros (700 millas) de Tokio, donde las temperaturas deberían ser algo más bajas. Esto podría suponer ver al actual campeón olímpico, Eliud Kipchoge; al titular del récord mundial de la disciplina, el keniata Brigid Kosgei, o al cuatro veces campeón olímpico, el estadounidense Galen Rupp.

Aunque la presencia de aficionados esté técnicamente vetada durante el recorrido, buena suerte vigilando los 42,2 kms (26,2 millas) de la prueba.

Quienes no estén dispuestos a infringir la ley, pueden participar en la última semana de las pruebas de ciclismo, que se trasladarán al velódromo de Izu para las carreras de pista. Como está en la prefectura de Shizuoka, igual que el recorrido del ciclismo de montaña y de la ruta que terminaron en el circuito internacional de automovilismo de Fuji, el público no está prohibido y hasta 1.800 personas podrán ingresar al recinto.

Es bueno para los aficionados y para los deportistas, que echan de menos su aliento.