MONTEVIDEO, Uruguay — Un niño cruza solo, en kayak, uno de los mayores ríos de América. 

Rema cuatro kilómetros, 35 minutos, para cruzar de un país a otro, a fin de llegar a donde su maestro. Está acostumbrado, lo hace a diario. Lo impulsa un sueño.

El niño era Pablo Cuevas, el ídolo del tenis uruguayo, cuando tenía 11 años. El río, el Uruguay. La travesía, cruzar de Argentina a Uruguay para entrenar. El sueño, ser campeón.

"Yo salía del colegio en Concordia, en Argentina, pero mi grupo de tenis estaba en la otra orilla, en Salto, Uruguay. Iba y volvía en el kayak", contó Cuevas. "Los padres de los otros chicos les preguntaban a los míos si no les daba miedo y ellos decían que no. Siempre me apoyaron".

Hijo de padre argentino y madre uruguaya, cuando niño Cuevas repartía su vida entre los dos países según las actividades de sus padres. Pero nada lo detenía a la hora de practicar. "Había días de lluvia en los que los niños que vivían en Salto no iban a entrenar, pero Pablo agarraba el kayak en Concordia y aparecía. Nadie lo podía creer", cuenta su hermano Martín, también tenista y pareja de Pablo en dobles. "Hacía muchas locuras por entrenar, pero dio resultado".

Cuevas alcanzó en febrero el puesto 23 en el ranking ATP, la mejor posición alcanzada por un uruguayo.

Su ascenso a la elite del tenis tiene visos de drama. En 2008 se hizo conocer al ganar dobles de Roland Garros, junto al peruano Luis Horna. Pronto llegó a estar entre los 50 mejores, pero en 2011 una lesión de rodilla lo alejó del tenis durante dos años. Muchos, incluso él, dudaron si volvería.

Pero el regreso fue con gloria. A partir de 2014 Cuevas ganó tres torneos singles y comenzó a trepar en el ranking. Su racha triunfal provocó tal entusiasmo que el 21 de febrero, cuando jugó contra Rafael Nadal en cuartos de final del Abierto de Río de Janeiro, miles de uruguayos se quedaron despiertos hasta las tres de la madrugada para verlo triunfar. En un país donde reina el fútbol, muchos se apasionaron por el tenis por primera vez.


Cuevas ganó el primer set y las redes sociales estallaron. El partido, finalmente, se le escapó por poco. Ofuscado por la oportunidad perdida y mostrando la pasión con la que los uruguayos viven el deporte, Cuevas tiró las últimas pelotas a la tribuna.

"Si no fuera calentón ( de temperamento fuerte) no sería uruguayo. Suárez también es así", dijo Ruben Marturet, presidente de la Asociación Uruguaya de Tenis, refiriéndose al goleador de la selección uruguaya y del Barcelona, Luis Suárez. "Hay deportistas a los que hay que ayudar a bajar el temperamento y otros a los que hay que pinchar para que lo suban. Yo prefiero a los primeros".

"Los uruguayos están todos pendientes de sus resultados", afirmó el extenista Marcelo Filippini. "Es su mejor momento y todavía tiene para seguir y meterse entre los 20. Tiene clase, mucha potencia, un excelente saque con mucho efecto y velocidad, y un drive muy potente".

El colombiano Santiago Giraldo, su rival este fin de semana en la Copa Davis, coincidió: "Es un gran jugador. Tiene buena técnica, fuerza natural, potencia en sus tiros. Su buena labor ayuda a toda Latinoamérica".

Pablo perdió el viernes ante Alejandro González el primer punto de la serie por el Grupo I de las Américas, pero junto con su hermano Martín derrotaron el sábado a Juan Sebastián Cabal y Robert Farah para descontar una raya en la serie que sigue 2-1 a favor de Colombia, y que se definirá con los singles del domingo.

Para Cuevas llegar hasta aquí fue un camino sacrificado y con muchas encrucijadas.

De niño tenía condiciones de muchos deportes. "Me destacaba en canotaje y en natación. Todavía tengo copas y medallas, de natación sobre todo. Y alguna de karate y básquetbol también. Yo terminaba el colegio y ya quería estar en el club. A la una de la tarde era el primero en llegar y el último en irme en la noche".

Eligió el tenis para escapar al estudio 

"Suena loco, pero a los 12 años lo charlé con mi madre. Me decían que después del liceo venían la facultad y la oficina, y no me veía en ese plan. En ese momento había argentinos exitosos en tenis como (Guillermo) Coria y (Gastón) Gaudio. Yo los veía en televisión y entendí que se podía vivir del tenis".

A los 14 años dejó los estudios para dedicarse al tenis. 

Luego lo andonó porque no tenía dinero para salir a competir fuera del país. Regresó y vio que poseía condiciones para medirse con los mejores, pero lo atormentaban las dudas.

"La pasaba mal. Había derrotas que me duraban meses. En aquellos años no existía la posibilidad de terminar un partido y agarrar un telefonito y llamar a tu familia", recordó. "Iba a Europa a jugar cuatro meses y cuando perdía estaba encerrado en una habitación de dos por dos, martirizándome con el partido perdido".

Paradojalmente, la paz interior que le permitió crecer y trepar en el ranking llegó tras la dura lesión. "No fue bueno estar dos años fuera, pero en esos años aprendí mucho, cambió mi manera de ver las cosas. Para conseguir algo, antes lo tenés que soñar. Y yo lo hice".

En esos meses, Cuevas leyó biografías de grandes deportistas: Michael Jordan, Phil Jackson, Sergio "Maravilla" Martínez, Martín Palermo, Nadal: "Todos habían pasado momentos difíciles, todos tuvieron que pelearla".

La recuperación llegó junto con la formación de una familia y todo confluyó en alcanzar una mayor madurez. "Son muchas cosas: la estabilidad que me dio mi novia, el nacimiento de mi hija, el ser consciente de que tengo 29 años y no hay mucho más tiempo. Gané en concentración, en espontaneidad. Disfruto más. La vida me dio otra oportunidad".

Y ahora la meta es meterse entre los diez mejores del ranking. "Es difícil, pero no es tan loco. Para eso estoy trabajando y peleando. Si lo consigo será genial, y si no, lo habré hecho todo".