Atletas que nunca han comido banco están digiriendo la cuarentena lo mejor posible.

Esa es la realidad que viven los atletas locales detenidos en sus casas porque sus respectivas ligas federativas paralizaron sus torneos a la orden del gobierno como prevención a la propagación del coronavirus.

El pelotero de los Arenosos de Camuy en la Doble A, Kerby Camacho, es uno de esos.

Camacho estaba ‘matando’ la Sección Norte y toda la Doble A cuando el jueves pasado se suspendió el torneo. En un cuarto de temporada regular, el pelotero profesional sumaba ya cinco jonrones y 16 carreras impulsadas para los Arenosos.

El martes, por su parte, estaba metido en su casa, previniendo el COVID-19, el virus que produce el coronavirus. El miércoles, que regularmente es día de práctica —y de cobro— en la Doble A, también estará en la casa encerrado. Y toda la semana estará ausente de su trabajo como adiestrador de receptores en la Academia de Béisbol Carlos Beltrán en Florida, la que cerró operaciones ante la emergencia.

Camacho tiene la esperanza de que el torneo se reanude y dijo que se mantiene en su casa entrenando para tomar las cosas donde las dejó.

“Entreno por mi cuenta y trato de batear, de mantenerme activo mientras evito contacto con la gente. Esperemos que la cosa (ritmo de bateo) siga igual, con el mismo enfoque para terminar fuerte, así como lo comencé”, dijo Camacho.

Camacho no está cobrando dinero de parte de ninguno de sus dos trabajos, pero dijo que se bandea con sus ahorros.

La acomodadora del Voleibol Superior, y madre, Glorimar Ortega, es otra de esas atletas trabajando su físico durante la cuarentena.

La colocadora de las Criollas de Caguas dijo que está acotumbrada a entrenar en su casa. Dijo que tiene el equipo porque su esposo es preparador físico, que tiene la rutina porque el preparador de las Criollas, Patricio Chutney, le envió una, y que tiene el tiempo apropiado para hacerlo cuando sus hijos de 7, 6 y 2 años se duermen.

“He estado acostumbrada a eso”, dijo Ortega, apuntando que lo diferente durante el encierro ordenado por el gobierno ha sido el bregar en su rol de madre, con un hijo lanzando la pelotita contra la pared, otro dribleando el balón, mientras un tercero trata de estudiar online.

Es mi última temporada. Terminar así, no era. Terminar así sí que me va a doler.

-Glorimar Ortega / Voleibolista

Ortega, sin embargo, está pasando una ‘Cuarentena Feliz’.

“Es duro porque hay que controlarlos, pero a la misma vez estoy contenta que tengo calidad de tiempo que casi nunca le damos a los hijos por estar casi siempre trabajando”, dijo Ortega.

Ortega es, además de jugadora, maestra en un programa Head Start, que está cerrado, pero que le está honrando su salario al momento.

Son cientos los atletas, mujeres y hombres, que están viviendo esa realidad en Puerto Rico. Inclusive, los fondistas han tenido que hacer un freno a sus carreras. Para los fondistas, las millas corridas son una droga —en el buen sentido de la palabra.

Otro de esos atletas lo es el veterano baloncelista de los Santeros de Aguada en el Baloncesto Superior Nacional, Filiberto Rivera.

Aunque dijo que se mantiene entrenando en su casa a pedido de los Santeros, el armador contestó que aún no le ha metido al básquet, como sí ha ocurrido con los enebeístas que publican en sus redes sociales cómo practican el tiro usando los zafacones de la casa.

“No he llegado a eso todavía”, dijo. “Pero nos dijeron que no cojamos libras porque, si esto vuelve, no empezar en cero”.

Rivera, que es jugador de baloncesto a tiempo completo y padre de unos gemelos de 5 años, dijo que está haciendo de todo en su casa durante la cuarentena.

“Los Santeros me envían la rutina de ejercicios y la hago en casa. También juego Play Station, juegos de cartas. Ahora me llaman el Chef Rivera; haciendo cosas que no estaba acostumbrado a hacer”, dijo.

Ortega, solo espera que el volley continúe para despedirse correctamente, ya que planea retirarse.

“Es mi última temporada. Terminar así, no era. Terminar así sí que me va a doler”, asegura.