Sin poder contener el llanto, la madre de la tenista Mónica Puig, Astrid Marchán, celebró en su hogar en Miami el histórico triunfo de su hija en las semifinales de las Olimpiadas de Río 2016.

Puig derrotó hoy a la checa Petra Kvitova en tres sets para avanzar al partido final y, a su vez, asegurar al menos una medalla de plata.

La presea de Puig, sin importar el color que finalmente sea, es la primera de Puerto Rico de una atleta femenina a nivel olímpico. La boricua de 22 años está activa en sus primeros Juegos Olímpicos.

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“Uno se acuerda de todo el esfuerzo que hemos puesto para llegar hasta aquí. Este ha sido el sueño de Mónica”, reaccionó Astrid en entrevista telefónica con Primera Hora.

Enseguida después del partido, Astrid conversó con su hija y le enfatizó la idea de que aún no ha terminado en las Olimpiadas.

“Me dijo ‘mamá, ya tengo medalla’. Pero yo le contesté ‘Mónica, no acabamos aquí. Tenemos un partido más. Vamos por todo’”, relató Astrid, quien a través de los años ha sido la compañera de viaje de su hija en todos los torneos que realiza.

Sin embargo, Astrid y su esposo, José “Pepe” Puig, no pudieron realizar el viaje a Río por una desafortunada coincidencia. Ambos planifican viajar a China con su hija para el último torneo de la Asociación de Tenis de Mujeres (WTA, por sus siglas en inglés), así que tuvieron que entregar sus pasaportes para cuestión de visado. Todo coincidió con la actuación histórica de Puig en Río.

“Estamos tristes, pero ella entiende y sabe que la estamos siguiendo”, dijo la orgullosa madre, quien enfatizó en el compromiso de la tenista con Puerto Rico. 

“Sí, está (número) 34 en el mundo, pero cada vez que se pone el uniforme de Puerto Rico se convierte en una jugadora excepcional. No es que no sea una jugadora excepcional, pero se nota que por su patria da el todo. Y lo está logrando, mira todas las medallas que ha acumulado en estos años”, dijo Astrid. 

Por otro lado, Astrid agradeció todo el apoyo que han recibido desde la Isla. Además, dijo estar consciente de la importancia del logro de Mónica y sus efectos en el pueblo puertorriqueño.

“Es grande, porque primero por quienes somos nosotros: una isla pequeña. Y Mónica no tiene ni seis pies de estatura, no es una persona grande, y nos ven como un país menor. Pero ella tiene un gran corazón, tiene una isla rezando por ella, dándole el apoyo que se merece. Mónica siempre ha dado todo, los quiere mucho, y siempre deja el mundo en la cancha”, sentenció.