Según narró a Primera Hora, nunca soñó que podría representar a su Isla a nivel internacional, pero luego de que uno de sus mentores lo motivara, Rodríguez se convirtió en el integrante más joven de la selección boricua de Judo.

“Siempre estuve bien enfocado en la LAI, pero le dije que, si él me entrenaba, pues yo competía. Allí ganamos bronce y ahora lo que pienso es en Lima 2019”, exclamó el judoka, deseoso por clasificarse a los Juegos Panamericanos a celebrarse en Perú el próximo año.

Sin embargo, su éxito en el deporte de alto rendimiento no surgió de la noche a la mañana, sino que es  producto de  una encomienda que le dio su padre cuando lo introdujo al deporte a los 5 años junto a su hermano mayor, Ángel Dones Silva, quien también vistió los colores de la bandera puertorriqueña en los Centroamericanos Veracruz 2014.

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“Mientras todos estaban jugando baloncesto y pelota, mi papá nos metió en judo. Al principio no me gustaba mucho, pero después me enamoré del deporte junto a mi hermano”, añadió. 

Vehículo a los estudios

Para sus progenitores, el deporte no era un juego, sino el vehículo social que llevaría a sus hijos a la universidad. 

Así fue, ya que en el 2015, Carlos Manuel recibió una beca atlética del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), donde hoy cursa su cuarto año en ingeniería química y se desempeña por tercer año consecutivo como  capitán del equipo de judo masculino. 

Luego de ganar una medalla de bronce y dos de oro para el Colegio, este es su último año vistiendo el verde y blanco en la acción de la Liga Atlética Interuniversitaria (LAI), donde su fanaticada espera que obtenga presea de oro por tercera ocasión consecutiva. 

Aunque está enfocado en sus metas atléticas, Carlos Manuel  confesó que  la mayoría de sus retos serán fuera de la lona de combate, ya que su familia ha tenido que hacer fuertes ajustes económicos este semestre académico para poder absorber el aumento del 100% en el costo de su matrícula y la reducción del 50% de su beca atlética.

Pero ahí no terminan sus preocupaciones, ya que el colegial se prepara para la eliminación completa de las exenciones atléticas, como lo sugiere la Junta de Supervisión Fiscal (JSF).

“Represento orgullosamente a mi universidad, a pesar de tener que pagar, porque lo hago por pasión. Pero si nos recortan todas las exenciones, sería muy difícil estudiar aquí. Tendría que buscar un trabajo y definitivamente eso limitaría mis oportunidades de representar dignamente a Puerto Rico en las competencias”, lamentó Rodríguez Silva, quien ha escuchado a los otros cinco atletas nacionales que estudian en el RUM decir lo mismo.

Chocan la UPR y la JSF por las exenciones 

En una circular que dirigió al gobernador Ricardo Rosselló Nevares a finales de agosto, la JSF delineó las medidas necesarias para que la UPR cumpla con el plan fiscal que certificó el ente federal a finales de junio. 

Al tope de su lista está la eliminación total de las 3,124 exenciones no relacionadas a necesidad financiera ––aquellas de atletas, músicos e hijos de empleados–– ya que sobrepasan lo estipulado en su plan fiscal certificado por casi $12.6 millones.

 “Estas exenciones de matrícula no relacionadas a ayuda financiera, con la excepción de estudiantes con honores y veteranos, deben eliminarse por completo para cada clase entrante comenzando en el año fiscal 2019”, dictan sus exigencias.

Sin embargo, el nuevo presidente de la UPR, Jorge Haddock, sostuvo que mantendría unas 2,000 de estas exenciones para este año fiscal. 

Dijo que esto representa un ahorro de casi el 45%, por lo que se opuso a reducirlas  más por miedo a perjudicar fuentes de ingreso atadas a la actividad atlética de la UPR.

“La eliminación de todas las exenciones de atletas, sin duda, obstaculizará la capacidad de la UPR para atraer donantes, fondos privados, patrocinadores, así como su capacidad de promocionarse para atraer a más estudiantes de fuera del estado”, aseguró Haddock el pasado 10 de septiembre.

A esta fecha, la JSF no le ha respondido a la UPR.