Sebastián, ¡lo lograste!
Por primera vez, el valiente joven de 20 años de edad completó ayer una carrera de cinco kilómetros de distancia.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 10 años.
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Sebastián Rosado se lo propuso y no hubo obstáculo que lo hiciera detenerse.
Rosado, que necesita un andador especial para poder desplazarse, contó esta vez uno con un equipo especial provisto por Gatorade con una mini sombrilla para protegerlo del sol, así como un empaque para hidratarse que cargaba sobre su espalda y que tenía una boquilla para tomar, sin tener que depender que alguien le provea líquido.
Pero, sobre todo, contó con un gran grupo de apoyo que estuvo con él dándole ánimo durante todo su recorrido, el cual comenzó a eso de las 2:45 y que finalizó como a las 7:45 de la noche.
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“Le doy las gracias a todos por estar aquí y por animarme. Voy a coger mi descansito de vez en cuando, pero vamos a hacerlo”, dijo Sebastián antes de partir en su cruzada.
“¡Seba, yo voy a ti! ¡Yo sé que tú puedes sí”, le gritaban los cerca de 30 acompañantes mientras arrancaba en su ruta desde las oficinas del Departamento de Recreación y Deportes en camino hacia “La Milla de Oro” en Hato Rey y de regreso.
En el transcurso, Sebastián se detenía entre cada 40 a 60 pasos para descansar, ajustar su postura o tomar algo de líquido, pero nunca desistió de su meta por más cansado que estuviera.
Primero pasó por la YMCA, donde se detuvo a comerse un guineo y a rellenar el empaque de Gatorade que llevaba en la espada. “Me están echando gasolina” dijo, mientras otro le decía “Dále, que tu novia te espera en la meta”.
Poco antes de llegar al 2K localizado cerca del Popular Center, comenzaron a llegar los corredores que salieron a las 4:00 p.m. y a pasarle por el lado a Sebastián
De repente, se paró un corredor que parecía una orquesta ambulante con dos panderetas y una maraca en mano para cantarle a Sebastián. En eso dijo “Dame la C, dame la H, dame la E, dame la V, dame la A. ¿Qué dice?”.
Todo el mundo se miró sin saber la respuesta. Él dijo “Seba”. Todo el mundo gritó “Seba, ehhhh”, pero aguantándose la risa (las letras no pareaban el nombre de Seba). Posteriormente, uno de los que iniciaba los coros cogió lo ocurrido a vacilón y cuando el hombre orquesta se fue por su camino corriendo, volvió a pedir letras a loco “dame la W, dame la X, dame Y ¿Qué dice? Y ahí el coro le contestaba ¡Seba!”
Hasta Sebastián, en medio de su esfuerzo titánico, dibujaba una sonrisa ante las ocurrencias de su entourage.

Poco después comenzaron a llegar los otros 25 colegas de Sebastián del campamento del Centro María de Los Ángeles al que asiste todos los veranos, los cuales lo saludaban mientras le pasaban por el lado en sus sillas de ruedas con sus escoltas. Una de ellas, Ana Beatriz, pidió quedarse al lado de Sebastián por un rato. Otros como Mauro le pasaron en velocípedo. Y así por el estilo desfilaron por su lado amigos y amigas como Karla, Jomett, Mariana, William, Marcos, Juanky, Israel, Abner, Emanuel, entre otros, con familiares o amigos cargando letreros con su nombre.
En ese transcurso, Sebastián cogió segundo aire y avanzó bastante, inspirado por sus compañeros. Pero luego al llegar al 2K le tomó un poco más de trabajo por la cuesta leve que tenía que recorrer.
Aún así, sus escoltas no lo dejaban de alentar, incluyendo su padrino de confirmación, Emanuel Laboy, que con cánticos navideños no paraba de animarlos mientras el resto le hacía coro a pulmón.
Coros de “Dame la mano paloma”, “El jolgorio está” y otros le daban fuerza. En una ocasión, llegando al 3K, el grupo se quedó silente, y él dijo “¿Qué pasó que están callados?”
No tardó mucho en que el grupo volviera a cantar otra vez a a su alrededor. Luego le preguntó a su padre Jaime “¿Papá, lo estoy haciendo bien?”, a lo que su padre Jaime Rosado le respondió “Espectacularmente bien”.
Enorme reto
No obstante, cuando llegaba a la cuesta que tenía que subir para llegar de regreso a la estación final del Tren Urbano, pasó el Niágara en bicicleta. Su madre Nora Vallejos pidió que no cantaran más y que lo dejaran enfocarse en su. Solo ella y sus entrenadores lo mantenían enfocados. Hasta se quitó el empaque de Gatorade que tenía sobre sus hombros para llevar menos peso.
Para colmo, comenzó a llover estrepitosamente cuando llegaba al 4K. Le ofrecieron ponerle una capa o taparlo con una sombrilla, pero él dijo “No quiero nada. Yo llego así como me fui. No me quito. Lo que quiero es mi medalla cuando llegue”.
Unos 40 minutos más tarde, Sebastián por fin hacía su llegada ante una gran algarabía que le esperaba para celebrar colectivamente su hazaña y su valentía de forma efusiva.
Sebastián no solo aprovechó la oportunidad para agradecer a los presentes, sino también para dedicarles unas décimas de trova, que es su especialidad y la que aspira seguir mejorando cuando ingrese a la universidad en el 2016.
“Gracias a todos por darme este recibimiento. Les tengo una sorpresa. Cuatro, guitarra y vámonos: ‘Lo le lo lai, le lo le lo. Lo le lo lai, le lo le lo, orgulloso yo me siento. La música del coquí, la canto yo aquí como bueno puertorriqueño…’”, cantó Sebastián mientras se despedía.