El deporte no solo puede salvar a las personas de tragedias obvias, visibles o predecibles.

En el caso de la familia García Flores, este ha servido para unir a sus miembros de una manera muy especial que les permite servir a otros a través de una fundación y hasta tener sueños de medallas olímpicas.

Sin embargo, nada de eso pudo haber existido. Y nadie sabrá, por fortuna, qué hubiera pasado en las vidas de Alberto García, su esposa Julissa Flores y sus hijos Adolfo y Gabriela si no se tuvieran unos a otros y se hubieran unido de la forma tan especial que lo han hecho con el deporte como pieza central de sus vidas.

En honor a la verdad, la historia de cada uno de ellos pudo haber sido diferente.

Para comenzar, Alberto fue paciente de cáncer en un ojo en el 1990 y, como consecuencias de sus tratamientos de quimio- terapias y radiación, no pudo buscar hijos con Julissa.

La vida está llena de historias de personas que en esa difícil situación batallan con depresiones, desaliento y desánimo. Pero ese no fue el caso de ellos. Decididos a tener una familia, Alberto y Julissa optaron por completar sus vidas por medio de la adopción.

Primero convirtieron en hijo a “Jochi” (Joh-shi), apodo que lleva Adolfo y quien nació en Guatemala. Varios años después, sumaron a la familia a Gabriela, nacida en Puerto Rico.

Con amor y dedicación, las vidas de todos ellos cambiaron para siempre.

“Los adoptamos de bebés y, realmente, ellos son nuestros hijos, punto”, dijo Julissa sintiéndose bendecida que ambos hijos llegaron a su hogar de infantes y sin haber sufrido experiencias de maltrato físico o emocional.


Julissa abundó que es poco o casi nada lo que conocen del pasado de ambos hijos. Lo único que saben es que Jochi proviene de un país donde hay áreas de pobreza extrema y, que si ese es su lugar de procedencia, pudo haber tenido falta de oportunidades.

Mientras, de Gabriela solo saben que el Departamento de la Familia tenía su custodia desde antes que cumpliera un año de edad.

Lo que sí saben Julissa y Alberto es que no solo ellos cambiaron la vida de Jochi y Gabriela. Sino también que sus propias vidas fueron cambiadas, en especial la de Alberto, quien dejó atrás una vida sedentaria y se ha convertido también en un deportista igual que sus hijos.

“Jochi nos llevó a esto (deporte), que es un estilo de vida muy diferente al que llevábamos antes”, dijo Alberto.

Regla de vida

Hoy día, los cuatro forman una hermosa y unida familia en la que hay una regla: “Aquí hay que hacer deporte”, como explicó Alberto en la sala de su hogar. “¿Por qué?”, continuó el padre, “porque el deporte trae muchas cosas sanas y aleja de muchas cosas malas. Y la regla es que hay que hacer deporte, el que sea, no importa, ellos lo escogen. Pero por lo menos, en sus años escolares, nosotros queremos que ellos conozcan lo que es la disciplina del deporte y sepan lo que es”.

En el caso de ellos, el deporte es la disciplina del triatletismo. Y todos llegaron a ella luego que Jochi se enamorara de esa modalidad y comenzara a practicarla. Todo inició cuando Jochi tenía 12 años. Este primero comenzó a practicar el fondismo luego de ganar la “carrera del pavo” de su urbanización. Posterior a eso se unió al padrino de Gabriela para competir en el dúalo del Teodoro Moscoso y, tras ganar dicho evento, vino el interés por los tríalos.

Enamorado por la disciplina, Jochi comenzó a buscar información sobre cómo entrenar para el triatlón, y con el paso del tiempo su padre le buscó la ayuda de un entrenador en Estados Unidos.

Eso sucedió luego que comenzaran a ver a su hijo ganar eventos contra hombres con físicos superiores a los de Jochi.

“Me empiezo a fijar en la gente que está alrededor de él y veo que son muchachos, hombres, que se nota en su físico que son corredores, y me empiezo a dar cuenta de que está llegando entre los primeros. Digo: ‘A lo mejor aquí hay algo, ¿quién sabe?”, contó Alberto sobre el inicio de la carrera deportiva de su hijo, quien hoy entrena bajo supervisiones periódicas de un preparador especialista en el evento del Ironman, quizás la prueba más fuerte del triatletismo mundial.

Y los resultados están llegando. Jochi, quien actualmente tiene 15 años, ha ganado competencias internacionales y ocupado posiciones cimeras en eventos como el IronKids.

Y sus metas de futuro están bien definidas. El joven quiere representar a Puerto Rico en el más alto nivel de competencia posible y le gustaría “ganar el Maratón de Boston, el Maratón de Nueva York, hacer Kona (campeonato mundial de Ironman en Kona, Hawái) y llegar a unas Olimpiadas”, ya sea en el maratón olímpico o en el triatlón, dijo Jochi.

El éxito deportivo de Jochi, sin embargo, no es exclusivo. Contagiado con su desarrollo, Alberto mismo ha comenzado a entrenar para participar en distintas pruebas del circuito de Ironman.

Y Gabriela no se queda atrás. Con 13 años y ya encaminada a convertirse en una gran ciclista, ella también ha comenzado a entrenar con triatletas y competir en tríalos, aunque su aspiración mayor sigue ligada al ciclismo.

“Quiero llegar a las Olimpiadas en ciclismo, en velódromo, y el Tour de Francia”, dijo Gabriela, quien aclaró que no se conformaría con competir en la ruta alterna que corrieron este año un grupo de mujeres en el tour francés, sino que desea romper esquemas y lograr ingresar a la carrera que actualmente es exclusivas de varones.

“Ella quiere romper todos los esquemas. Quiere ser la primera mujer en correr en el Tour de Francia”, relató entre risas Julissa, aunque es consciente de que Gabriela se toma sus metas bien en serio.

En principio sueños, lo bueno es que Jochi y Gabriela tienen a unos padres que les están dando el amor y las oportunidades para desarrollarse en el deporte. La rutina de entrenamiento de todos arranca cada día a las 4:00 de la mañana, cosa de poder ejercitarse antes de ir al Colegio San José, donde Jochi también compite en el equipo de campo traviesa.

Mientras los chicos y Alberto corren cada madrugada, Julisa los escolta con su guagua con un rótulo que advierte que en la carretera hay ciclistas entrenando.

Y hasta en periodos de vacaciones el tiempo de entrenamiento es sagrado. Por tal razón nunca viajan a un lugar donde no puedan tener un gimnasio accesible.

Para Alberto y Julissa nada de eso es un inconveniente.

“Para nosotros fue natural, no es así para mucha gente. No veo muchos padres en estos deportes; no ves muchos niños”, dijo Alberto.

“Este es nuestro proyecto de vida”, añadió Julissa, y explica que no se trata solo de deporte, sino de valores, de civismo, de que sus hijos tengan una base sólida para encarar el futuro.

La familia, además, procura ser un instrumento para reclutar más atletas para el triatletismo y ser agentes de inspiración y motivación a otros.

Con eso en mente crearon la Fundación Team Jochi, inspirados a su vez por una fundación que dirige el triatleta estadounidense Winter Vinecki y que ayuda a combatir el cáncer prostático que cobró la vida de su padre de tan solo 41 años. Vinecki y la familia García Flores hoy en día son grandes amigos y aliados.

“Los talentos no son solo para ellos, para ganar dinero o fama. Sirven para hacer mucho bien. Cuando tienes la habilidad de convocatoria, lo puedes utilizar para ayudar”, dijo Alberto sobre el origen de la fundación y relatando que hace unas semanas donaron por medio de dicha fundación un desfibrilador y un kit de oxígeno al grupo Artemis de Carolina, quienes perdieron recientemente a un ciclista suyo debido a un paro cardiaco que sufró mientras corrían.

Team Jochi, que tiene una página con ese mismo nombre en Facebook, además busca hacer una campaña para promover que las carreteras de Puerto Rico sean lugares seguros para la convivencia entre corredores y automovilistas.