La gran imaginación de un introvertido empleado del departamento de fotografía de la revista Life estalla en la pantalla grande en The Secret Life of Walter Mitty, el nuevo filme del actor Ben Stiller en el cual vuelve a compartir el crédito de protagonista y director.

Basado en un cuento corto del autor James Thruber –anteriormente adaptado al cine en 1947 con el actor Danny Kaye–, el filme posee un aire de nostalgia por la desaparición de la revista estadounidense que se publicó por última vez en el año 2000, proceso que de alguna forma tiene paralelismos con la transición que actualmente se hace en el cine del celuloide al digital.

“Para mí era muy importante filmar la película en celuloide en este momento, cuando el formato está desapareciendo. Siento que la mayor pérdida, más allá de la idea de filmar en celuloide y el aspecto estético de este, es todo el proceso. Hace 20 años cuando dirigí mi primera película, Reality Bites, yo edité esa película en celuloide. Temo que es algo que ya no se podrá hacer en pocos años. Toda la idea del mundo transformándose de análogo a digital para mí, generacionalmente, es algo con lo que me identifico porque crecí en un tiempo cuando nada de eso existía”, expresa Stiller a Primera Hora vía telefónica, con motivo del estreno de la película el próximo 25 de diciembre.

“Mientras hacíamos la investigación para el filme tuvimos que ver muchas viejas revistas de Life. Cuando sostienes una revista de 1955 en tus manos, estas agarrando un pedazo de la historia, algo que estuvo ahí en ese año, y voy a extrañar eso, esas cosas compartidas e históricas. Quizá es puro sentimentalismo, pero cuando una revista o un periódico se van completamente digital, siento esa pérdida de lo tangible”, explica el actor con una mezcla de melancolía y resignación.

Stiller encarna a “Walter Mitty”, un hombre reservado con una vida simple que es impulsado a una aventura transatlántica cuando se ve forzado a encontrar el negativo de una foto que la revista necesita para la portada de su última edición. Esto da pie a que “Walter” se deje llevar por el mundo fantasioso que habita en su cabeza, donde es un hombre confiado, exitoso y capaz de enamorar a la compañera de trabajo interpretada por Kristen Wiig, resultando en la cinta más visualmente imaginativa de Stiller.

“Fue muy divertido estar en la cabeza de Walter. Pasamos mucho tiempo conceptualizando las fantasías y cuáles serían pertinentes al desarrollo de la trama. El presupuesto siempre es un obstáculo pero ahora con los avances en efectos visuales no hay casi nada que no puedas crear. Nos concentramos específicamente en profundizar en la relación con ‘Cheryl’ (Wiig), que es una que no existe en la realidad, solo en la fantasía, pero para el público esto es indiferente porque la está viendo y la siente”, dice el cineasta, quien admite que dirigir y actuar a la misma vez siempre es un reto, pero algo que tuvo que volver a hacer por su atracción al argumento.

“La idea de contar esta historia de un personaje con un gran potencial en su interior y que busca la manera de dejarlo salir, me hizo sentir muy conectado al proyecto, tanto como actor como en el plano de director. No es fácil actuar y dirigir una película pero simplemente tienes que depender de personas en quienes confías. También hay que pasar el mayor tiempo posible preparándote para la película para que cuando llegues al set puedas concentrarte plenamente en tu trabajo como actor y estar ahí para tus compañeros de reparto”, manifiesta Stiller.

En cuanto a las fantasías que viven en su propia cabeza, el intérprete de Zoolander explica que las mismas son aéreas, aunque él mismo acepta que es preferible que mantenga los pies firmes sobre la tierra.

“Mis fantasías son aéreas, como hacer hang gliding o volar un avión, pero pienso que sería un terrible piloto. Tomé lecciones de vuelo hace unos 20 años y me di cuenta de que pilotar no era lo mío”, concluye el actor entre risas.