De todos los estrenos de la temporada veraniega que concluye hoy, Colombiana es la mejor muestra de la típica película tonta de acción, y conste, que eso no es necesariamente algo a su favor. En inglés las llaman “dumb fun action movies”, y mientras no cabe duda de que es tonta –muy, muy tonta- y obviamente es de acción, el nivel de “fun” que obtendrá de ella dependerá de su familiaridad  con este género y cuán dispuesto esté a obviar cosas como la lógica o –incluso- la inteligencia.

Los que ven muchas películas de acción y conocen la filmografía del productor y guionista Luc Besson, reconocerán a simple vista que Colombiana se compone de material reciclado de otras producciones de este cineasta francés. A Besson le encantan sus asesinos y aquí parece que tomó un primer borrador de su guión de Leon: The Professional, en el que “Mathilda” nunca conoce al matón a sueldo, y la pone a vengar la muerte de su familia a manos de unos traficantes de drogas, convertida en toda un arma letal, similar a  La Femme Nikita.

Su “gran” innovación es hacer a la muchacha una atractiva joven negra, interpretada por Zoe Saldaña, quien es mejor actriz que lo que demuestra aquí, donde lo que más se le exige es verse sexy con poca ropa y aparentar que sabe lo que está haciendo cuando maneja un arma de fuego. Aun así, la artista de ascendencia dominicana y puertorriqueña cuenta con una buena presencia escénica en la primera producción que protagoniza por sí sola.

La trama arranca en 1992, en Colombia, donde el papá de “Cataleya” (Saldaña) es asesinado junto a su madre por unos narcos. La pequeña “Cataleya”, a los 10 años, consigue evadir a los malhechores huyendo en una persecución en la cual tanto ella como los villanos son expertos en parkour, la más reciente modalidad en ser reusada en la secuencias de acción que por lo visto era muy popular en Colombia hace 20 años a pesar de que no cobró relevancia en el cine hasta mediados de la pasada década en cintas como Casino Royale.

Incongruencias históricas como esa -tan sólo una de muchas (Obama es presidente de Estados Unidos en el 2007)- representa uno de varios de los problemas de Colombiana. El guión de Besson y Robert Mark Kamen no le ofrece desarrollo dramático a su heroína. Salta de la niñez de “Cataleya” a su adultez sin explicar cómo se convirtió en una experta asesina. Al mudarse a Chicago la niña se va a vivir con su tío, un guapetón de barrio que en una ridícula escena abre fuego contra un vehículo, frente a una escuela, simplemente para probarle su punto a “Cataleya”. Quince años después, debemos presumir que la muchacha vio muchas películas (quizás las de Besson) para adquirir sus destrezas, porque su tío no es exactamente sutil ni fue agente secreto de la CIA.

Eso sí: “Cataleya” es una experta en cuanto a ductos de aire se refiere (a pesar de ser una aparente campeona en parkour cuando niña, esa habilidad no la vuelve a necesitar). Los usa una y otra vez para moverse sigilosamente, pepetrar sus asesinatos –que ascienden a más de 20 sin que el filme dé mucha importancia a quién está matando- y escapar cuando se ve en aprietos. También debe tener una colección de amuletos para la buena suerte porque incluso cuando parece que no sabe lo que está haciendo o no existe razón lógica para sus acciones, al final todo le sale bien, como cuando arriesga su vida para conseguir un rifle de alto calibre que –supongo por medio de una premonición- sabía que necesitaría dos escenas más adelante. El guión y sus conveniencias son sin duda sus mayores aliados en su vendetta.

Entre matar un criminal u otro, “Cataleya” encuentra tiempo para mantener una relación estrictamente sexual con un pintor, interpretado por Michael Vartan, en uno de esos amoríos que para lo único que sirven es para entorpecer la trama. Aunque, pensándolo bien, también es convenientemente usada por el guión para desatar lo que transcurre en el último acto cuando los caminos de “Cataleya” y una investigación federal se cruzan. Porque en el cine, el FBI –al menos que no sean los protagonistas- siempre resuelve sus casos por puras casualidades.

Pero sí hay mucha acción en Colombiana. Tonta, absurda y muchas veces inconsecuente acción que el director Oliver Megaton logra que se vea muy bien en pantalla y se aprecie coherentemente, aunque resulte poco o nada emocionante. Una historia de venganza, como muchas otras, que de aquí a par de años será confundida con montones más.