El director australiano John Hillcoat posee un ojo muy agudo para presentar la violencia en pantalla. Su acercamiento a ella es explícito -incluso chocante- pero no se le puede acusar de gratuito. Mientras algunas producciones –particularmente las de Hollywood- intentan suavizar el contenido fuerte de las películas para el consumo de las masas, Hillcoat lo expone tal cual, porque en la realidad no existe una clasificación “PG-13” para violencia.

Así ha sido desde su primera película, el excelente western The Proposition, y lo continúa siendo en su nueva, Lawless, en lo que podría llamársele su estreno más comercial hasta el momento. La figura del gánster, usualmente idolatrada en el cine, no adquiere nuevas dimensiones en su propuesta, pero sí ofrece suficientes aciertos para hacerla una buena oferta para los amantes de este género.

Basada en hechos reales, la trama de Lawless se desarrolla durante la Gran Depresión en el condado de Franklin, Virginia, donde bandas de contrabandistas se dedican a vender y distribuir el alcohol que producen en sus alambiques. La más notoria de éstas lo es la ganga de los hermanos “Bondurant”, liderada por el segundo de tres hermanos, “Forrest”, interpretado por Tom Hardy con una calma superficial poco común para el actor, pero con la cual esconde a un perro rabioso.

El menor de los hermanos es “Jack” (Shia LaBeouf), el soñador, el que no está conforme con los logros de su pequeña empresa y colecciona artículos de los más infames gánsters de la metrópolis tal y como haría un niño en el presente con juguetes de Batman. El papel es perfecto para LaBeouf, con su ingenuidad y cara de “yo no fui”, y le permite flexionar esos músculos histriónicos que no utilizaba desde antes de que los Transformers se cruzaran en su camino.

La estabilidad de Franklin, donde todos estos criminales mantienen un acuerdo amistoso, se ve afectada con la llegada  del corrupto diputado especial “Charlie Rakes” que busca compensación monetaria a cambio de dejarlos continuar con el contrabando. Los “Bondurant” se niegan, iniciando una sangrienta guerra con “Rakes”, encarnado por Guy Pearce en uno de los papeles más inquietantemente memorables de lo que va de año.

Pearce sobresale dentro del dotado elenco –que también incluye a Gary Oldman como un gánster en un papel demasiado pequeño- con su caracterización del personaje que, con tan sólo mirarlo, pone la piel de gallina. Con las cejas casi invisibles, el rostro de Pearce es la primera señal de que algo anda muy mal con este individuo, y lo comprueba con una feroz interpretación que matiza con amaneramientos tan incómodamente cómicos como perturbadores.

El ángulo más débil de Lawless son los intereses amorosos. Jessica Chastain encarna a la mesera que trabaja en la barra de los “Bondurant” y se enamora de “Forrest”. El desarrollo de su personaje, al igual que el de Mia Wasikowska como la hija de un reverendo que le roba el corazón a “Jack”, es tan limitado que resulta en un desperdicio del talento de estas magníficas actrices, quienes aun así hacen lo mejor que pueden por darle algo de profundidad a sus respectivos romances.

Fuera de un puñado de sólidas actuaciones, no hay nada particularmente revelador sobre Lawless, pero no todas las películas tienen que aspirar a la grandeza. Hillcoat parece estar concentrado en contar una entretenida historia verídica con autenticidad visual, algo que ha sido uno de sus estándares. Sus películas trascienden el campo audiovisual e incluso uno podría decir que es posible olerlas gracias al nivel de detalle de su diseño artístico. Aquí, el aroma que emana es de licor y sangre.