A medida que va avanzando la quinta temporada de Game of Thrones, más marcadas son las libertades que los productores de la serie se están tomando en el proceso de adaptar las novelas que componen la saga literaria A Song of Ice and Fire de George R. R. Martin. Las desviaciones son tantas y tan profundas que enumerarlas no solo sería un proceso tedioso sino irrelevante, ya que las diferencias son de tal magnitud que el programa prácticamente se está convirtiendo en su propia cosa, solo tomando prestados los momentos más impactantes del texto cuando así los necesita.

Los creadores de la serie, David Benioff y D.B. Weiss, habían advertido que este sería el caso en esta nueva temporada que consolida las dos últimas novelas que han sido publicadas, A Feast for Crows y A Dance With Dragons. Sin embargo, hasta ahora no había sido tan evidente como en el capítulo de anoche, titulado “The Sons of the Harpy”. El que sus alteraciones vayan a redundar en resultados satisfactorios aún está por verse, pero –al menos por ahora- no se les puede negar que están produciendo buen entretenimiento televisivo independientemente de su fidelidad a la pluma de Martin.

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El episodio arrancó con Jaime y Bronn a bordo de un barco con destino a las playas de Dorne. Su plan es un tanto absurdo e improvisado –por decir poco- como Bronn muy bien señala tal y como si estuviese vociferando los pensamientos de un sector de los televidentes -particularmente los lectores- que no entienden cómo enviar a una de las caras más reconocidas de Westeros (el Kingslayer) en una misión que requiere pasar inadvertido podría ser visto como una estrategia “inteligente”. Pero por ahí van, y no hacen más que pisar las arenas de Dorne e inmediatamente son rodados por soldados, a quienes despachan rápidamente.

(Hago aquí un paréntesis para destacar el trabajo de Jerome Flynn como Bronn, quien con su sarcasmo y arrogante actitud ha logrado elevar al personaje por encima de lo que aparece de él en la página).

La presencia del dúo en el territorio sureño ya es de conocimiento de las Sand Snakes: las hijas bastardas del fenecido príncipe Oberyn Martell, quienes se han aliado con su madre, Ellaria Sand, para vengar la muerte de su padre a manos de Gregor Clegane. Así que el “fabuloso” plan de Jaime de infiltrarse como un don nadie ya se fue por la borda. Cabe señalar que la introducción de estas tres hermanas dejó mucho que desear luego de semanas de expectativa. Su escena en la playa careció de valor de producción y el diálogo que le proveyeron hizo poco para que dejaran una buena impresión. Su desarrolló se limitó básicamente a las armas que las distinguen. 

Trasladándonos más hacia el norte de Westeros, Cersei Lannister volvió a hacer lo que mejor sabe hace: generar caos, otorgándole poderes al High Sparrow para desatar una inquisición en King’s Landing que busca limpiar a la capital del pecado. En la violenta redada -lejos del sutil y más calmado ascenso al poder religioso que se vio en los libros- se va enredado Loras Martell por el “delito” de su homosexualidad. Su hermana, la nueva reina Margaery Tyrell, le exige a su marido que libere a su cuñado, pero Tommen, evidentemente, no es Joffrey Baratheon, y cuando una muchedumbre empieza a gritarle “bastardo” e “hijo del pecado”, el chamaquito huye a toda prisa y deja a Loras pudriéndose en una celda.

Mientras, en Winterfell, Sansa Stark honra la memoria de sus antepasados en las criptas del castillo, particularmente el monumento erguido a su tía, Lyanna Stark. Esto dio paso a un relato por parte de Littlefinger acerca de la vez que Rhaegar Targaryen (hermano mayor de Daenerys) participó de un torneo en Harrenhal y pasmó a todos cuando –tras ganar- le obsequió un ramo de rosas azules, no a su esposa, sino a Lyanna, a quien eventualmente secuestró y provocó la guerra que culminó con Robert Baratheon sentado en el trono de hierro. 

Este es uno de los cuentos más famosos de A Song of Ice and Fire y su inclusión aquí no es por añadirle color a la escena. Todo lo que Littlefinger hace o dice tiene un propósito y esta no es la excepción. El experto maquinador deja a Sansa en Winterfell asegurándole que ella acabará al mando del territorio. Su plan, al igual que de Jaime, no es el más astuto, pero una vez más se trata de una de esas alteraciones que habrá que ver si acaba teniendo sentido.   


Siguiendo nuestra trayectoria hacia el norte del continente, Jon Snow continúa ganándose la admiración de Stannis Baratheon. Tanto así que el autoproclamado rey de Westeros envía a Melisandre a convencer a Jon de que necesita unirse a su causa y retomar Winterfell de las garras de los Bolton. Melisandre utiliza todo su… eh, arsenal, para tratar de persuadir al bastardo, pero fiel al sentido de honor que le enseñó su padre, Jon no acepta la oferta carnal de la sacerdotisa roja. Ante de marcharse, la bruja le lanza un necesitado balde de agua fría al joven comandante del Night’s Watch cuando le repite las palabras que le decía su amada: “You know nothing, Jon Snow”.

Más allá de la desnudez gratuita, en esta escena se insinúan varias cosas, pero se lo dejo a ustedes para que especulen. El episodio ofreció múltiples claves para que puedan formular sus propias teorías. En lo personal –y aquí no cuento con conocimiento adicional de los libros- me llamó mucho la atención que es la tercera semana corrida en la que se habla acerca del “greyscale”, una enfermedad similar a la lepra que convierte la piel en piedra. En esta ocasión se dio a través de una conversación entre Stannis y su hija, Shireen, en un momento inusualmente tierno para el estoico y severo rey, quien le recordó a la princesa cómo movió cielo y tierra para salvarle la vida.  


Culminamos “The Sons of the Harpy” con Tyrion rumbo a Meereen abordo de una yola con Jorah Mormont, quien por más que pretende ocultar su identidad, es desarmado por el enano con una sola mirada en la que emplea su brillante habilidad de deducción para delinear su plan de llevarlo ante Daenerys y tratar de recuperar la buena fe de su amada reina.

Y hablando de la madre de los dragones, su trama continúa siendo la más pesada de la temporada, recordándonos el terrible periodo durante el segundo año de la serie donde lo único que hizo fue preguntar “¿Dónde están mis dragones?” a lo largo de diez episodios. Aquí, Daenerys sabe dónde están sus dragones –al menos dos de ellos- pero con cada día que pasa en Meereen pierde aún más el control de la ciudad apiramidada.

Anoche, tras escuchar un cuento por parte de Barristan Selmy acerca de su hermano (segunda mención de Rhaegar en el episodio), el veterano guerrero de Westeros recibió una de las muertes menos memorables que se ha visto en el programa, brindando apoyo a los Unsullied -cuya reputación como los “guerreros más diestros” de Essos está en entredicho- cuando un grupo de estos fue acribillado por los rebeldes conocidos como “The Sons of the Harpy”. Cuando Benioff y Weiss dijeron que estarían matando más personajes que los libros, me imagino que se referían a esto. En términos técnicos, fue una secuencia mal coreografiada y poco emocionante para tratarse de un combate. ¿Por qué? Porque ninguna de las personas envueltas en ella se han ganado nuestra empatía, al menos en televisión.

El próximo domingo en Game of Thrones, Sansa está en peligro -¿cuándo no?-, Stannis marcha junto a su ejército y finalmente sucede algo que creímos imposible: Tyrion se queda sin palabras, y no es para menos cuando sobre él vuela un dragón.