La Providencia: Un hotel peculiar
Este espacio, dirigido a la familia, se transmitió a finales de los 80.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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“Carmelo” era el dueño del hotel La Providencia. Su hijo, “Angelito”, era una mezcla entre genio y despistado. “Penchi” era novia de “Angelito”, pero él no lo sabía. “Segunda” le tiraba con todo a “Carmelo” para llamar su atención, pero él estaba interesado en otros asuntos.
Estos personajes, del desaparecido programa Carmelo y punto, convivieron con los televidentes a finales de los 80. Se emitió por Wapa.
Esta comedia familiar era diaria, a las 7:00 de la noche, pues la intención era competir con el formato de telenovelas del canal de la competencia, Telemundo, según explicó el actor Luis Oliva (“Angelito”).
Junto con Oliva, las figuras principales eran el fenecido actor Raúl Dávila (“Carmelo”), Luz María Rondón (“Segunda”) y Lidiette Batista (“Penchi”). También, en el hotel se encontraban el empleado de mantenimiento “Sacro” (Sacrovir Rivera), “Pepina” (Stella Maris Torres) y “Bebé” (Valentín Valdés). El programa sirvió, además, para exponer el talento de invitados, como Cordelia González, Juan Manuel Lebrón, Carmita Jiménez y otros.
“El concepto del programa fue de Migdalia Mercado y el libreto del venezolano Pompeyo Izquierdo. Lo más importante es que había un libreto estructurado. Como todos los actores éramos del teatro, todo corría fácil. Funcionó porque había libretistas, personajes estructurados y ensayábamos, incluso si aún no nos habían dado el libreto”, expresó el maestro y actor Oliva.
Las características de cada uno de los personajes y el dejarse llevar por un libreto, sin caer en la improvisación, fueron claves para que la comedia se transmitiera por alrededor de tres años, según el artista.
“Nuestra televisión peca de la improvisación. Nos hemos puesto un poco irresponsable. Lo fácil no es bueno. Hay que darle orden. En estos días, hay que retomar el respeto al público con libretos bien estructurados y evitar la improvisación”, reiteró quien señaló que el sentido de familia entre los actores se reflejaba en la pantalla chica, lo que, a su juicio, la gente agradecía en la calle.
“Yo tenía trabalenguas y la gente me los decía en la calle. Hubo mucha identificación”, comentó al indicar que las situaciones cotidianas apelaban a un público diverso.
“Éramos como una familia y llegábamos a toda la familia”, dijo quien se divertía cuando la gente no sabía diferenciar entre el actor y el personaje.
Este tipo de programa, ¿se puede rescatar?
Siempre que no haya estrellas, sí.