Maléfica es un monstruo. Un ser hecho para el mal. La oscuridad en el cuento... O eso es lo que nos han contado. 

Maléfica es, en realidad, un modelo de madre, un corazón enorme tapado por la oscuridad de unos cuernos negros. “Maléfica” es Angelina Jolie, la cara b de un cuento que hace muchos años dejó de ser de hadas. 

En la continuidad de este torcido cuento de hadas, la princesa “Aurora” (Elle Fanning), la bella que escapa la maldición del sueño, acepta feliza la propuesta del príncipe “Phillip” (Harris Dickinson), un matrimonio que puede unir el mundo de los humanos con el de las hadas. 

Precavidamente, Aurora le pide a Maléfica, su ahora redimida hada madrina, que la acompañe a conocer a sus futuros suegros: la reina “Ingrith” (Michelle Pfeiffer) y el rey “John” (Robert Lindsay). 

Es tan divertido ver a Maléfica preparárse para el encuentro practicando cordialidades básicas como sonreír o encontrar temas de conversación que es difícil no desear que la película siguiera a la siniestra bruja a lo largo de toda la planificación de la boda: Maléfica organizando la despedida de soltera, escogiendo la decoración y los centros de mesa...

Pero lamentablemente eso no es lo que ocurre aquí. Porque Maléfica ya no es una historia del príncipe que salva a la princesa con un beso en su lecho de muerte. Disney ha dejado atrás ciertos convencionalismos y, si en la primera todo el peso recaía en Maléfica y Aurora, la otrora Bella Durmiente, ahora el elenco se expande con el protagonismo puesto siempre en la mujer. 

En una historia donde siempre se ha creído que Maléfica era la cara malvada, Michelle Pfeiffer asume el rol de antagonista cuando su reina Ingrith desata una guerra contra la naturaleza, echando por la borda esa complicidad entre Maléfica y Aurora. 

Es entonces que el personaje de Jolie saca las garras de madre protectora en defensa de lo que más quiere. La fortaleza de Angelina es su unión con su hija adoptiva en la película. Tras el drama familiar de la primera cinta, ambas vuelven a demostrar que la familia no se forma por sangre.