La innegable química entre Kumail Nanjiani (Stuber) e Issa Rae (Insecure) es uno de los pocos elementos rescatables de la nueva comedia de Netflix, The Lovebirds.

Es una tragedia cada vez que un buen elenco es desperdiciado en una historia lejos de ser extraordinaria, pero es aún más trágico cuando se trata de una oportunidad para impulsar representación de minorías en el cine. Aunque recientemente Netflix se ha convertido en el hogar extraoficial para propuestas en que la diversidad reina frente y detrás de las cámaras, pocas han disfrutado de un caluroso recibimiento de la crítica global o la opinión general fuera del grupo demográfico al cual está dirigida, que en pocos casos trasciende el relato para jóvenes adultos.

The Lovebirds, pautada a estrenar en cines mediante distribución de Paramount Pictures antes de la pandemia y que llega mañana viernes a Netflix, habría tenido en sus manos la oportunidad de cambiar esta percepción de una vez. Sin embargo, un guion que funciona a conveniencia de quien lo escribe termina degradando esta ligera y en ocasiones entretenida aventura romántica a “una más” en el interminable catálogo del gigante de streaming.

“Jibran” (Nanjiani) y “Leilani” (Rae) acaban de pasar su primera noche juntos cuando la audiencia los conoce. Sus intercambios de tortolitos son, por la clásica milla, lo mejor que tiene para ofrecer el primer acto de esta película, cuyo romance en el núcleo salta cuatro años y es retomado en un momento crítico para esta pareja, cuyo “honeymoon phase” caducó hace más de lo que estarían dispuestos a reconocer. Es en medio de una discusión -camino a una fiesta con amigos del trabajo de Leilani- que la pareja atropella a un ciclista, quien afortunadamente se levanta con uno que otro rasguño, solo para ser rematado por quien inicialmente lo perseguía. Ahora, esta pareja que atraviesa una etapa en la que no hacen otra cosa que discutir son los principales sospechosos de un asesinato.

El director Michael Showalter (The Big Sick) cuenta con los ingredientes necesarios para una comedia de crímenes en que las graves consecuencias y los chistes van de la mano. El crudo asesinato y la decisión de la pareja de huir de la escena del desata una serie de acontecimientos a lo largo de una noche que mejor podrían ser descritos como la versión cómica de la escalofriante Judgement Night con Emilio Estevez y Cuba Gooding ,Jr.

Uno de los mayores retos que usualmente debe enfrentar una comedia de enredos está en sacar a sus protagonistas de aprietos de una manera convincente. Cuando un guionista logra utilizar cualidades de sus personajes -en especial aquellas previamente introducidas- para desarrollar o mover el conflicto, el resultado es un mayor grado de empatía hacia ellos. Al final del día, esta conexión entre protagonista y audiencia es uno de los elementos más importantes en el cine. Pero cuando reduces estos momentos a pura suerte o conveniencia, es evidente que no existe verdadero peligro para los protagonistas, eliminando todo elemento de suspenso.

Este es el principal problema de The Lovebirds, cuyo guion se preocupa más por la frecuencia de sus chistes (muchos de ellos funcionan gracias a Issa y Kumail) que por colocar sus protagonistas en situaciones en las que la audiencia también se pueda colocar. La química entre ambos actores, sus cómicos intercambios y carisma irresistible solo pueden cargar la película por un tiempo limitado. Después de aquí, la historia comienza a quebrarse como sus protagonistas en una de varias escenas en que son interrogados a la fuerza por otros criminales.

Una breve secuencia que parece hacer referencia a Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick coquetea con sacar la película a flote, pero es abruptamente interrumpida por otro elemento de suerte.

Para el tercer acto ya ha quedado demostrado que The Lovebirds prefiere optar por la ruta rápida para escapar de un conflicto. Esto raya en la idea y pecado capital de que la audiencia no es lo suficientemente inteligente para darse cuenta. Al final, será esa misma audiencia la que pase factura.