Un emperador de leyenda épica

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 17 años.
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En 1162 nació en Mongolia un niño llamado Temüjin, nombre con el que lo conocerían sus padres, amigos y familiares. Siglos más tarde, el mundo entero lo recuerda como el gran Genghis Khan, conquistador del imperio contiguo más grande que ha existido en la historia, ocupando la mayoría del territorio asiático y alcanzando hasta partes de Europa y el Medio Oriente.
La vida del legendario emperador llega hoy a las salas de cine de Fine Arts en Hato Rey en el filme “Mongol”, producción rusa que compitió en la pasada edición de los premios Oscar, que viene a ser la primera parte de una propuesta trilogía. El hecho de que haya sido concebida de esta manera funciona a favor y en contra de la película, pero al final sus encantos pesan más que sus errores.
La cinta narra el ascenso al poder de Genghis Khan desde su niñez hasta el momento en el que unió bajo una misma bandera a muchísimas tribus nómadas del noreste de Asia. “Temüjin” -interpretado durante la adultez por le actor japonés Tadanobu Asano (“Ichi the Killer”, “Zatoichi”)- es perseguido desde la infancia por los enemigos de su padre, y es víctima de maltrato y abusos hasta convertirse en un hombre.
Cuando una tribu opositora le secuestra a su esposa, “Temüjin” busca la ayuda de su hermano de sangre “Jamukha” para exitosamente recuperarla. El lazo fraternal que los une pronto comienza a desvanecerse cuando aliados de “Jaukha” deciden irse con “Temüjin” quien durante los próximos años de su temprana adultez pasará de ser un esclavo prisionero a uno de los mayores conquistadores de la Tierra.
Visualmente, “Mongol” se percibe tan épica como su personaje central. Las imágenes captadas por Sergei Bodrov –director de la fabulosa “Prisoner of the Mountains” de 1996- de las majestuosas planicies de Mongolia contrastan perfectamente con unas de las mejores secuencias de batallas que se hayan filmado en los últimos años.
Las escenas de guerra son apropiada y justamente sangrientas sin jamar llegar a lo morboso. Bodrov las dirige con mucho estilo y detenimiento, empleando la técnica de cámara lenta que le permite al espectador observar cada detalle del combate sin la necesidad de la caótica edición que se encuentra en muchas secuencias similares de otros filmes. Sólo por breves instantes el director pierde un poco su enfoque en un intento por emular las prácticas de Michael Bay con tiros de cámara que se sienten sacados de otra película.
La falla más grande del largometraje es que nunca deja de sentirse como un prólogo a una gran historia. Al ser parte de una trilogía, el libreto le da demasiada exposición a detalles que no resultan muy importantes sobre la primera etapa de la vida de Genghis Khan, haciendo que el filme se sienta muy largo a pesar de tan sólo durar dos horas.
Justo cuando la trama comienza a tornarse mucho más interesante, llega la batalla final y culmina el largometraje con la aclaración de que esa fue una de las primeras victorias del guerrero mongol, para dejar al público con las ganas de ver el resto de la historia. Como aún no han sido confirmadas las dos secuelas, sería una pena que esto sea lo único que quede grabado en celuloide.
“Mongol” es una muy buena película pero habrá que esperar a que se complete la trilogía para saber si es digna de incorporarse a la lista de las grandes cintas épicas de la historia del medio fílmico.