El sometimiento a un texto denso es el más perverso y dulce acto de sadomasoquismo que se comete en Venus en piel, original de David Ives y presentada este fin de semana en la sala experimental Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes de San Juan.

No hay látigos, no hay cadenas, no hay golpes más allá de la paliza de reflexiones sobre el género que propinan al espectador las actuaciones de Alfonsina Molinari y Jorge Castro, lo suficientemente atinadas como para lograr más placer que dolor.

La trama se desarrolla en una audición para una pieza teatral. “Vanda Jordan” (Molinari) soprende a “Thomas Novacheck” (Castro) mientras despotrica contra la carencia de “verdaderas actrices femeninas” para la obra que ha escrito, una adaptación de la novela Venus en piel, cuyo argumento transcurre en 1870. Ella insiste en convencerlo de ser la actriz adecuada para el papel, una testarudez de la que emana un irresistible forcejeo de dominación disfrazado de revisión de prejuicios acerca del comportamiento de las mujeres contemporáneas, y oscurecido por una manía de retorcer el contenido y la estructura de la pieza teatral mediante la “improvisación” en plena audición.

“Vanda” aparece para cuestionar el “sublime” trabajo de dramaturgo/director de “Thomas” desde su supuesta ignorancia, algo que lo irrita y seduce. Por ejemplo, al personaje de Jorge Castro le molesta que el de Alfonsina Molinari “reduzca” la novela a “una cosa kinky sobre sadomasoquismo” y le porfía que “¡Eso no es, eso no es!”. Sin embargo, cuando cada uno asume el personaje del libreto, en el que se supone que ella sea la que domine abiertamente, el sometido termina sometiéndola... hasta que ella se lo permita.

Siendo una obra dentro de otra obra, el trabajo de los actores se complica. Al principio, “Thomas” no sabe actuar, pero luego esa parte del personaje es superada. “Vanda”, asimismo, sufre una serie de transformaciones en las que su personalidad se funde con la del personaje esbozado en la adaptación artística de “Thomas”. Consecuentemente, la inclinación a desdoblarse se intensifica.

La dirección de José Gilberto Molinari, padre de Alfonsina, se destaca en la transparencia de esas transiciones, cuidadas de igual forma en la traducción de Johanna Rosaly, madre de la artista. Que los protagonistas mantengan una relación sentimental en la vida real resulta irrelevante. No obstante, es refrescante la manera de poner a funcionar su profesada química.

Como en el negativo de una foto, la incomodidad entre “Vanda” y “Thomas” se propaga a los espectadores de una forma tan convincente como el amor que en la vida real han expresado mantener Alfonsina Molinari y Jorge Castro. A los personajes los fastidia –pero les gusta– hablarse, mirarse y hasta tocarse. Casi ni sucede agresión física. Más violentos son los gritos de “Thomas” cuando corrige a “Vanda” en su apreciación del texto: “¡No es ambivalente; es ambiguo!”

Venus en piel tendrá más funciones este próximo fin de semana. Este proyecto supone el estreno de Producciones Girasol, compañía en la que ella tiene la batuta. De eso no hay duda.