El nombre de la exposición, de por sí, constituye un oxímoron, una contradicción en términos: Congelado por el fuego; frío y calor unidos para siempre por medio del arte de la cerámica. Pero, esta exhibición de arte, cocurada por Arlette de la Serna -curadora asistente-, junto con Cheryl Hartup -curadora en jefe del Museo de Arte de Ponce- no tiene nada de contradictoria. Es elocuente y concordante, y tiene todo el sentido del mundo.

Y es que Casa Candina y la cerámica contemporánea, que abrió ayer, miércoles 27 de agosto, en el Museo de Arte de Ponce, en Plaza Las Américas (MAP@Plaza), se nutre, en gran medida, de los logros del insigne taller de artistas fundado en la calle del mismo nombre, en El Condado, allá para 1980. Desde sus inicios, el grupo estableció la organización sin fines de lucro con el fin de difundir el arte y ser facilitadores de un contacto más estrecho entre el público puertorriqueño y el quehacer plástico del país.

Ahora, 28 años más tarde, el MAP celebra la cerámica en conjunción con las obras de algunos de los artistas que durante casi tres décadas hicieron de Casa Candina su casa. Pero, la colección de Congelado por el fuego va más allá. “Estamos viendo 40 años de historia en la cerámica de ocho países: Estados Unidos, Brasil, Puerto Rico, México, Venezuela, Colombia y República Dominicana”, informó Arlette.

Esta exhibición, sin duda, tendrá un gran atractivo para el público general, ya que -según Arlette lo calificó- el arte de la cerámica es “muy cotidiano” porque “todos tenemos algo de cerámica en casa”, dijo.

La primera sala de la exhibición está dedicada a los artistas de Casa Candina. “Son cinco artistas, cuatro de ellos fundadores” del taller, según estableció De la Serna. Éstos son Aileen Castañeda, Susana Espinosa, Bernardo Hogan, Toni Hambleton y Jaime Suárez.

La muestra presenta 63 piezas -cinco de las cuales pertenecen al Museo de Arte de Ponce- de la colección de más de 100 obras de Casa Candina. También, hay varias que pertenecen a colecciones de los propios artistas.

Homenaje a la vasija

En los albores de la humanidad, cuando las primeras manos diestras hacían pininos en el arte de la cerámica, la principal misión de las vasijas era servir como cuencos -mas altos o más bajitos, más anchos o más estrechos- que contuvieran algo. Con el paso del tiempo, estas piezas se convirtieron desde urnas funerarias hasta frascos de perfume, entre miles de cosas más.

A esta versatilidad prácticamente ilimitada alude la segunda galería de la exhibición, con su serie de vasijas “con todas las reinterpretaciones que los artistas contemporáneos han hecho en torno (a la misma)”, observó de la Serna.

Abstracción, figuración y naturaleza son otros de los temas presentes en Congelado por el fuego. Para ilustrarlo, Arlette habló de los conceptos de “la vasija y la antivasija”. Es decir, de objetos que, a pesar de que la costumbre nos dice que debemos rellenarlos con flores, aceites y otros, “algo” nos dice que mejor sería ni tocarlos.

Ejemplo de ello es una especie de instalación de la artista Doris Ríos, quien presenta un cúmulo de vasijas fragmentadas y expuestas en el suelo sobre sendas paletas de madera. La obra asemeja un “hallazgo arqueológico, un tesoro” al que, para apreciarlo, “hay que inclinarse, casi como en una reverencia”, declaró Arlette.

Los ceramistas Daniel Rhodes, Bernardo Hogan, Gisela Tello, Rafael Calzada, Celeida Toste, Luis Leal y Miguel Ángel Maravic Rivera, amén de muchos otros, también rinden tributo a la vasija de cerámica como manifestación artística, que puede admirarse por su interior -que, en teoría, pudiera ser utilitario-, así como por el tratamiento de su exterior.

Antropomorfismo y naturaleza

La última galería de la exhibición Congelado por el fuego nos presenta figuras antropomórficas como Doña cívica, de Lorraine de Castro, y Alma, de Susana Espinosa.

La naturaleza “en todos sus sentidos”, señaló de la Serna, culmina esta exposición de cerámica contemporánea. De aquí, es preciso destacar, de Cecil Molina, Vasija antroposea -de 2008-, una obra de barro blanco inmaculado, cuya textura, con su correspondiente porosidad ósea, casi se siente con la mirada. También debemos señalar Pecado original, de Amarilis Astros -una singular manzana verde que nos tienta con su sugerente redondez aterciopelada-, y Bloom (Florecer), de Jeannine Marchand, una obra nívea, exótica y sensual, congelada en el momento preciso en que sus pétalos se abren sólo para nosotros.

Congelado por el fuego - Casa Candina y la cerámica contemporánea permanecerá en el Museo de Arte de Ponce, en el tercer nivel del atrio central de Plaza Las Américas, hasta el 26 de octubre de 2008. MAP@Plaza abre al público en el siguiente horario: de miércoles a viernes, de 12:00 del mediodía a 7:00 p.m.; sábado, de 11:00 a.m. a 8:p.m.; y domingo, de 11:00 a.m. a 5:00 p.m. Lunes y martes permanece cerrado. El precio de entrada es de $5 para adultos y $2.50 para menores de 12 años, estudiantes con I.D. y seniors. Clérigos y personas discapacitadas entran libre de costo.

Para más información, llama al 787-200-7090.

Los rostros de la cerámica

Tres artistas de Casa Candina nos hablan sobre sus obras.

Aileen Castañeda

Frente a su obra Bailando en vuelo, la artista mencionó que la misma era parte de una serie en la que todas las creaciones estaban suspendidas en el aire. Esta pieza, en particular, que nos remite a las casas de algunas sociedades indígenas, es, de acuerdo con Aileen, “un poco un juego entre de que si se puede entrar (a la misma) o si es que hay alguien adentro mirando hacia afuera”.

Susana Espinosa

Alma, la pieza que nos destacó la artista de todas las suyas que hay en esta muestra ofrece al espectador una plétora de interpretaciones. ¿Es un personaje histórico? ¿Es un conquistador? “La trabajé en distintas etapas. Empecé haciendo el cuerpo, decididamente como un torso”. La artista, que trabaja mucho la figura humana, dejó la obra a un lado “por un tiempito”. Cuando la retomó, fue creando varias cabezas hasta que dio con la justa para completar la cerámica.

Toni Hambleton

La artista, quien asegura que reencontró su mexicanidad aquí, en Puerto Rico, nos habló de su obra Centinelas - Testigos de la historia II, un tótem en barro esgrafiado. “Me inspiré en los gigantes de Tula”, dijo sobre las figuras gigantescas, que se encuentran en las pirámides de la ciudad de Tula, en México, y que la impresionaron mucho. “Cuando regresé (a Puerto Rico), quise hacer algo que fuera como un homenaje a esos atlantes, pero que, al mismo tiempo, fuera parte de aquí”.