Como una expresión artística del subconsciente o surrealismo tropical, define el muralista Carlos Padín Sosa la mezcla de colores, trazos y figuras que por los últimos años ha utilizado con el propósito de embellecer y atraer turistas a la ciudad de Isabela.

Aunque su carrera profesional inicialmente estuvo vinculada al campo de las ventas, Padín Sosa cambió su norte cuando encontró su verdadera pasión. En el 2019, se lanzó a la aventura de explorar las artes y el diseño gráfico centrando su talento en la creación de murales de hasta 45 pies.

“Siempre me ha gustado dibujar, pero nunca estudié arte. Me considero un autodidacta. Yo empecé pintando las paredes de mi casa y poco a poco pintaba las paredes de algunos amigos”, dijo el artista de 39 años mientras recordaba sus inicios en el muralismo.

Decidido a transformar las paredes grises y sombrías del casco urbano de Isabela en coloridos y atractivos espacios públicos, Padín Sosa comenzó en la barbería de un conocido a plasmar su arte. “Mi primer mural fue en la barbería de mi vecino y en blanco y negro. Aunque no quedé del todo satisfecho sí me ayudó a perder el miedo de pintar cuando tengo gente a mi alrededor caminando u observándome”, manifestó.

Aunque acepta que al inicio fue difícil convencer a algunas personas sobre las ventajas del muralismo, Padín Sosa no claudicó en la misión de remozar los espacios de esta hermosa ciudad y logró convencer a sus compueblanos. Así continuó su objetivo de identificar lugares donde el color y el arte complementen la visita de los ciudadanos.

“El que me abrió puertas fue el Beer Box en Aguadilla. Los murales atraen bastante gente a los negocios, pues yo me fui por una línea más comercial. Yo hice mi estilo, por eso la mayoría de mis murales están en el comercio, restaurantes; en diferentes tipos de negocios. Vendo mi arte a los negocios para que sea beneficioso para todos; dependiendo lo que ellos quieran, yo lo ajusto a mi estilo”, comentó el isabelino que ha estampado su identidad artística en la figura del gallo.

Mural en la entrada del Túnel Guajataca.
Mural en la entrada del Túnel Guajataca. (Isabel Ferré Sadurní)

Todo trabajo lo hace por su cuenta, por referencias de clientes o conocidos o al descubrir algunos lugares que entiende tienen espacio para la metamorfosis. “Yo voy y busco los trabajos. Comencé en Isabela y he hecho trabajos en Aguadilla, Rincón y Santurce. Creo que trabajar en ventas fue crucial para el acercamiento que hoy día hago a los comerciantes”, sostuvo.

Padín Sosa utiliza varias técnicas que ha desarrollado con el tiempo. Mayormente –contó- pinta con brocha; dependiendo el tamaño del lugar y los detalles del diseño solicitado puede tardar entre 40 a 90 horas en culminarlo. “Lo primero es identificar la pared, todo depende de la pared. Si el lugar provee para electricidad y el espacio. Yo tengo tres métodos: dibujarlo a mano, me tardo más (free hand). El ‘doodle grid’ que son garabatos para usarlos como puntos de referencia y el proyector. Normalmente combino el ‘doodle grid’ y los garabatos. Con el proyector es más conveniente porque proyecto la silueta del dibujo en la pared y ahí se dibuja. Se van poniendo los colores y las sombras y pintura acrílicas. El estilo mío de dibujo es casi como gráficas, como si fuera serigrafía. Para mí es más fácil hacer el dibujo, poner los colores y refrescar las referencias y al final mis líneas tienen muchas sombras”, explicó.

Con más de 40 murales expuestos en Isabela y otros pueblos de la zona noroeste, el artista ha inmortalizado la especie que identifica a la gente de su pueblo: el gallo. El simbolismo forma parte de su identidad artística.

“Yo hice uno completamente en blanco y negro como si fuera en olas y en una pared como de 45 pies y se hizo rápido; está en Bahía Jobos. También hice uno para un dispensario médico, las ballenas, la flor de Maga en el pueblo y las carabelas”, detalló.