La iglesia texana que a principios de agosto presentó una manipulada “versión cristiana” del famoso musical “Hamilton”, creado por el puertorriqueño Lin-Manuel Miranda, pidió disculpas este martes al autor y prometió pagar una compensación por los hechos.

La iglesia The Door Church de McAllen colgó en Instagram un comunicado con el que pretende poner fin a la polémica, después de que el 10 de agosto Miranda afirmara que había puesto en manos de sus abogados esta “producción ilegal y no autorizada”.

En su comunicado, la iglesia reconoce que “no pidió ni recibió permiso del productor o creador” de esta obra “para producir, representar, repetir o alterar ninguna parte de ‘Hamilton’ (ni) para cambiar la música, las letras, borrar canciones o añadir diálogos”.

Tras subrayar que respeta los derechos de copyright y las leyes federales al respecto, promete que no volverá a representar esta obra de nuevo, y destruirá “todos y cada uno de las grabaciones de audio o video, así como imágenes de ensayos o representaciones no autorizadas, y pediremos a nuestros miembros que hagan lo mismo”.

Concluye el comunicado diciendo que la iglesia pagará los perjuicios (derivados) de esta acción, aunque no precisa qué cantidad piensa pagar ni a quién.

La iglesia The Door Church de McAllen (Texas) representó el viernes una “versión cristiana” de “Hamilton” con cambios de guion para incluir referencias a Dios y hacer que Alexander Hamilton, su protagonista, hablara sobre su salvación, de acuerdo con el material compartido por diferentes usuarios en Twitter.

La polémica por la manipulación del texto vino acrecentada por el hecho de que el pastor de la iglesia, tras la representación de esa versión de la obra, hiciera algunos comentarios homófobos, como los relativos a que Dios puede perdonar “problemas” como la adicción a las drogas o la homosexualidad.

La vigilancia del copyright es estricta en el mundo audiovisual en general pero con especial énfasis en los musicales de Broadway, donde es habitual que los teatros tengan a personal dedicado exclusivamente a impedir que los espectadores graben con sus teléfonos móviles escenas de los musicales, así sean de unos pocos segundos.