Ismanuel Rodríguez no es una persona mediática. Tiene presencia en las redes sociales, porque reconoce la importancia de esas plataformas en la actualidad, pero una vez cae un texto en sus manos, se sumerge en el estudio y se aparta del mundo real. Del virtual, ni hablar.

Él es un estudioso del teatro. Actualmente trabaja en una tesis doctoral de la Universidad Complutense de Madrid sobre el teatro puertorriqueño, concretada en la figura de un baluarte de las tablas, Dean Zayas. Es maestro de teatro en un colegio y sobre todas las cosas, es un apasionado director escénico. Lograr que el espectador piense, reflexione y hasta se cuestione sus propios paradigmas es su mayor satisfacción. Busca ser reconocido desde su trabajo, no por una imagen filtrada a través de Facebook o Instagram.

Afortunadamente tiene la dicha de ser uno de los directores jóvenes cuyo nombre está sonando fuertemente en la escena local. Entre sus trabajos escénicos más recientes figuran “La carta”, que trajo por primera vez un talento no binarie a las tablas locales; “Las cosas extraordinarias”, monólogo interpretado por la actriz Norwill Fragoso, y la fantástica pieza “Historia del Zoo”, con las actuaciones de Ernesto Concepción, hijo, y Junior Álvarez. Con esta obra, precisamente, volverá al Teatro Victoria Espinosa del 20 al 22 de agosto, para nuevas funciones.

Esta puesta en escena fue sumamente significativa para él. Con ella completó una serie de textos que trajo consigo desde su formación académica con el deseo de dirigirlas alguna vez, y lo consiguió. En ese grupo también estaban “Las preciosas ridículas” de Moliere, que le dio el placer de tener a la legendaria Victoria Espinosa como actriz e “Ingenio” con la actuación de Cristina Soler, entre otras.

“Cualquier cosa que caiga adicional, es un regalo del cielo”, dice cándidamente.

Con la dirección de la obra "Historia del zoo" completó una serie de textos anhelaba trabajar.
Con la dirección de la obra "Historia del zoo" completó una serie de textos anhelaba trabajar. (Suministrada)

Estoy tan agradecido de la vida, porque cuando vine de estudiar me traje una pila de textos que eran mi sueño y con la ‘Historia del Zoo’ se cerró esa pila, ese listado”

-Ismanuel Rodríguez, director

Ismanuel entró en ámbito del teatro después de “divertirse” como talento de televisión. Su primera aparición en la pantalla fue como participante de un concurso en el que buscaban a un payaso infantil dentro del desaparecido programa “Lo tomas o lo dejas”, que conducían Cyd Marie Fleming, Pedro Zervigón y Antonio Sánchez “El Gángster”. Ganó el concurso, pues para entonces había tenido experiencia como payaso junto con su madre animando cumpleaños y otras actividades.

“El productor del concurso, Carlos Sacco, que era el mismo de ‘Super Sábados’, me manda a coger clases de actuación en la academia de Ofelia Dacosta, porque por alguna razón tuvimos química”, recuerda. Una aparición en un anuncio comercial lo colocó ante los ojos de la productora Gilda Santini, quien lo adoptó como el menor de “La familia Sosa” de “Sunshine’s Café”.

“Gracias a esa experiencia de pertenecer a ‘Sunshine’s Café', que tanto éxito tuvo, se me abrieron las puertas para telenovelas, hice como cuatro de las telenovelas del 2 (Telemundo). Fui hijo de Flor de Loto, fui hijo de Marilyn Pupo...”.

Era el más pequeño de la "Familia Sosa" de "Sunshine's Café".
Era el más pequeño de la "Familia Sosa" de "Sunshine's Café". (Archivo)

El teatro le comenzó intrigar escuchando a los actores y actrices comentar sobre sus compromisos en las tablas, dirigidos por los grandes, Victoria Espinosa, Dean Zayas o Rosa Luisa Márquez.

“Para mí era un juego. Desde los seis años hasta los 12, yo sentía que me pagaban por jugar y por divertirme. Sí había algo en mí que tenía cierta disciplina, porque me aprendía muy bien los libretos, pero no tenía la conciencia de que era un oficio, que requería un entrenamiento”.

Su primera participación en teatro se la ofreció Lucy Boscana con la obra “El estanque dorado”, en la que compartió el escenario con Chavito Marrero, Mercedes Sicardo y Amalia Cruz. Lo dirigió entonces Gilberto Valenzuela. “Yo me di cuenta que todo lo que había hecho en televisión hasta entonces no era, faltaba muchísimo, porque la disciplina, cómo ellos abordaron sus personajes, cómo Gilberto los dirigió, me hizo ver a mí que esto es más que aprenderme un libreto y salir en televisión. Esto es un oficio, que parece ser mucho más profundo y ahí despierta mi conciencia de que si quiero dedicarme a esto y hacer una carrera, tengo que formarme”.

Estudió fuera de Puerto Rico por una decisión más personal que académica y en ese proceso inicial de formación, descubrió que, contrario a la percepción local, un director no necesariamente tiene que ser actor. “Me formé en instituciones donde la carrera de director de escena es una carrera independiente a la del actor. Un excelente dramaturgo no tiene que ser un buen actor ni un excelente director, tiene que ser un excelente actor”, subraya el creador de la compañía Tantai Teatro junto con Rafa Sánchez.

El trabajo del actor y del director, no obstante, se complementan. Son cómplices hasta que llegan al punto en que cada el trabajo del actor toma independencia en escena.

“Contemplo que la dirección de escena parte esencialmente de la dirección de actores. Si un director no tiene la capacidad de entender el universo actoral y hablar directamente el lenguaje que utiliza el actor para conformar su personaje, en realidad lo que está haciendo es moviendo cuerpos en escena”, expone.

Ismael asume la dirección escénica desde la perspectiva contemporánea, la cual supone que la puesta en escena se debe dar en un contexto digerible y comprensible para el público.

“Mi trabajo como director es que el espectador se zambulla en la ficción, viva la ficción como propia, y para eso tengo que trabajar ese texto y esa puesta en escena de manera que toque los botones de esos espectadores que tengo al frente apelando a su realidad, así que no dirijo de una forma sacra sobre los textos. Yo dirijo pensando en que tengo que hacerlo accesible, tanto para el que tiene un bachillerato como para el que no tiene estudios”.

En su rol de educador su misión, justamente, es crear espectadores críticos, para que independientemente del lugar que ocupen en la sociedad, puedan exponerse a un texto u obra de teatro, con un pensamiento crítico.

Reconoce que en la Isla hay una carencia en la dramaturgia. “El teatro contemporáneo en Puerto Rico necesita a otros autores que propongan desde la escena conflictos, no que me traten de vender la ideología X desde la escena, sino el conflicto que me obligue a pensar y a reflexionar en qué lugar estoy posicionado”.

Establecer que está en un buen momento como director es algo que reconoció tímidamente una vez revisó lo que ha sido su diversa actividad teatral en el primer semestre de este año y lo que se le plantea para el próximo año, cuando es posible que dirija “La Golondrina” para la escena latina en Rhode Island. También porque anteriormente en su trayectoria de cerca de 12 años ha experimentado iguales o mayores satisfacciones.

“Parte de la magia de ser director es que la gente aprecie el trabajo sin saber, porque no se trata de cómo yo luzco o cuán simpático soy, no se trata de cuán mediático soy, se trata de que mi trabajo está hablando.