Cuando la actriz Norwill Fragoso se preparaba para el estreno de la pieza “Las cosas extraordinarias”, el pasado mayo, tenía el deseo de que el público la viera en otro registro actoral, que fuera más allá de lo que semanalmente se ve a través de la televisión. Era un deseo válido, porque tiene el talento y entrenamiento para llevar a la audiencia de la comedia al drama, del humor a la reflexión, y la prueba más clara es, precisamente, la pieza original del escritor inglés Duncan Macmillan.

Es un trabajo artístico atípico, maravillosamente armado desde el arranque, pues ella, entrada en personaje, es quien recibe a cada persona en la sala del Teatro Victoria Espinosa en Santurce. Saluda y va entragando unas tarjetas, cada una con un número, un mensaje y una instrucción: “Favor de mantenerse sentado y leer en voz alta cada vez que se mencione el #993″. Ese fue el número que nos correspondió en la función del domingo, la novena de un ciclo de presentaciones que inició con el Festival de Teatro Puertorriqueño e Internacional 2021 del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

Ella, mientras da la bienvenida, va identificando en su mente quiénes serían sus compañeros y compañeras de escena a lo largo del monólogo, algo que nadie sabe hasta que espontáneamente los integra a la escena.

El personaje recibe al público y les anuncia una encomienda.
El personaje recibe al público y les anuncia una encomienda. (Teresa Canino)

La ambientación también anticipa una puesta escénica distinta. Desde el vestíbulo hasta el interior de la sala hay decenas de papeles adhesivos tipo post it con palabras y frases disímiles, como “tener la casa limpia”, “las playas de Culebra”, “pollo frito” o “una piragua”.

En medio de ese universo de papelitos brillantes, Norwill se apodera del escenario para llevar a su audiencia por un viaje en el tiempo, marcado por los múltiples intentos de suicidio de su madre. El personaje, entre cada intento, experimenta una etapa distinta de su vida -niñez, adolescencia, vida universitaria, primer amor, casamiento, separación, depresión-, y en el transcurso de esos procesos, va sumando a una lista nuevas razones por las que vale la pena vivir. La lista la comenzó la primera vez que su padre la buscó en el colegio y la llevó al hospital a ver a su madre, que en esa ocasión sobrevivió.

“La imaginación es lo que hace que la vida sea soportable”.

"Leo" fue uno de los varios especta-actores que tomó prestado del público para llevarlo a escena.
"Leo" fue uno de los varios especta-actores que tomó prestado del público para llevarlo a escena. (Teresa Canino)

La muerte la aborda por primera vez desde la inocencia de una niña de siete años que enfrenta la decisión de separarse de su perro por medio de la eutanasia. Esa experiencia trae a escena a la primera persona del público, en este caso una señora a quien el personaje sorprendió: “Usted tiene cara de veterinaria”, le dijo, y así sucesivamente fue identificando a un papá, una consejera, unos músicos, un novio, que complementaron la conmovedora y divertida interpretación.

Esas transciones entre el texto e improvisar con el público, la actriz las lleva con un dominio absoluto que le permite disfrutarse lo que ocurre espontáneamente sin perderse ni una línea. Son estas interacciones con el público los momentos que le inyectan comicidad a la pieza dirigida por Ismanuel Rodríguez.

Lo demás es dramático, es doloroso, es una reflexión profunda sobre la pérdida de la salud mental. Se ve en el personaje el deseo genuino por encontrar un millón de razones para vivir mientras va perdiendo lentamente a su madre, y se va perdiendo a sí misma, pues en esa lucha, poco a poco se adentra en una depresión que la apartó de la realidad que valoró en cientos de papelitos neones.

Norwill se despide del escenario con un llamado urgente a darle atención a la salud mental, a buscar ayuda, a encontrar motivos para vivir. Lo hace de forma contundente y delicada. “Puede que las cosas no se vuelvan extraordinarias, pero siempre mejoran”, afirmó.

También hizo una invitación a buscar en cada quien las razones que le dan sentido a la vida, y en eso, fiel a su compromiso social y a su vocación de educadora, destacó la importancia de la Universidad de Puerto Rico para la educación del País.

El texto provoca una diversidad de emociones entre el público, que tiene oportunidad de compartir de cerca con la artista.
El texto provoca una diversidad de emociones entre el público, que tiene oportunidad de compartir de cerca con la artista. (Teresa Canino)

“Es importante que no perdamos de perspectiva luchar por las cosas hermosas que tiene nuestro país y una de ellas es la Universidad de Puerto Rico”, puntualizó, con el público de pie en uno de los tantos aplausos para celebrarla. Ese aplauso seguramente se extenderá a la ciudad de Nueva York, pues tanto la actriz como el director fueron invitados a presentar la pieza en el Julia de Burgos Performance and Arts Center en Harlem el próximo diciembre.

Terminada la función, la actriz, ya con otro vestuario, nos recibió en el camerino. En ese íntimo espacio destacaban fotografías, imágenes religiosas, otro par de papelitos adhesivos, flores y agua Perrier.

“En el altar está la gente que yo amo, mi familia, mi papá, mi mamá, mi hermana, mis abuelos, mis bisabuelas, la última postal que mi papá me regaló en Navidad en el 2020, antes de que muriera, el texto y las cosas que para mí son extraordinarias”, compartió.

-¿Por qué es importante tenerlas aquí?

-Porque este trabajo es muy personal; llega a mi vida en un momento en que estoy en un proceso de duelo por la muerte de mi papá y la música que se escucha era la música favorita de mi papá, porque Ismanuel, que es un gran director, a propósito me la pidió y me ayudó a mí a poder construir mi personaje y darle un poquito de más verdad a un texto que es tan retante y para mí es importante que los que están y ya no están, me acompañen.

- Es un texto sanador, pero a la vez con una responsabilidad enorme, porque aquí puede haber personas a quienes le pudiste haber cambiado la vida.

- Es bien curioso porque cada vez, como el personaje va acomodando al público, es interesante la reacción que tiene el público cuando me ve y no saben si saludarme, o hay quienes dicen, ‘Norwill, qué bueno, soy tu admirador, te veo en el programa, o vine a verte, o leí de qué va la obra, mi mamá se suicidó', entonces uno empieza con todo eso de antemano, o gente que después de ver la pieza, me ha dicho, ‘Estaba esperando ver esta pieza porque pensé en quitarme la vida no hace mucho’. Hay una responsabilidad enorme, sí, porque esto no pretende ser una lección de vida ni un panfleto, pero es un despertar de conciencia sobre la importancia de reconocer cuán enfermo nuestro país está en términos de la salud emocional.

- ¿Qué te llevas de esta mujer?

- La posibilidad de sanar mis propios dolores y la bendición de regresar al teatro desde una experiencia interactiva, rompiendo totalmente la cuarta pared, convirtiendo a los espectadores en especta-actores, como diría Augusto Boal, padre del Teatro del Oprimido y uno de mis grandes maestros y provocaciones para crear, y creo que este es el trabajo que voy a recordar toda mi vida, porque al día de hoy, dentro de mi carrera artística es el trabajo más retante que he hecho y lo hago cada vez como si fuera la primera.