Aquellos que critican el que un hombre se vista de mujer para actuar tienen que saber que desde el origen mismo del teatro se viene realizando esta práctica. 

La razón es simple. Cuando se realizaban aquellas fiestas en honor a Dionisio (dios del vino y la vegetación), las mujeres no eran permitidas, por lo tanto los hombres tenían que recurrir a máscaras y al uso de jóvenes con movimientos sutiles para personificar los roles femeninos. Por tal razón, en las artes de la representación es totalmente normal el uso de este recurso actoral.

Primero nació el drama, luego la comedia. Y por siglos y siglos, el teatro ha sido el medio de expresión idóneo para llevar un mensaje. En la televisión, el uso del comediante vestido de mujer ha sido común desde aquellos primeros días de 1954 (para nosotros) cuando comenzó la maravillosa caja mágica. Buenos y conocidos artistas que llegaban de Cuba realizaban personajes como la famosa “Floripondia” de La Taberna India, personificado por Américo Castellanos.

Luego llegó Luis Echegoyen y se quedó con la televisión con el personaje de “Cuquita Sabrosura”. Echegoyen era un famoso comediante y escritor que gozaba de prestigio en la televisión de Cuba. Comenzó en la radio junto a Jesús Alvariño (otro gran intérprete) en el programa La mesa cuadrada. No obstante, es el guionista Enrique Núñez Rodríguez, quien en el programa Cascabeles candado hace que Luis Echegoyen se catapulte a la fama con el personaje de “Mamacusa Alambrito”, “la del alma grande y el cuerpo flaquito”. De esta forma, el comediante se convertía en un precursor del travestismo en la televisión cubana, ganando prestigio, risas, aplausos y fama. 

Otro de los personajes que Echegoyen estrenó en Cuba lo fue “Tino Dentino”. Era parte del elenco del programa Jueves de Partagás, que estoy seguro que los cubanos que lean esto recordarán perfectamente.

Pues Echegoyen llegó a suelo boricua con su maleta de pelucas, maquillajes, libretos y excelencia artística. Aquí se hizo famoso por “Cuquita”, por “Tino Dentino” y “Arbogasto Pomarrosa”. Luis era un caballero en todo el sentido de la palabra. Como todo buen comediante, era serio hasta que estaba en escena. Tenía una chispa para la creación de libretos y era experto maquillando y creando efectos especiales en su rostro. 

Cuando se hizo la película El alcalde de Machuchal, debutó en el cine boricua como actor y coguionista. Luego, junto a Eddie Miró, también escribió varios de los otros guiones de las producciones cinematográficas que Paquito Cordero produjo para “Machuchal” y que distribuyó la Columbia Pictures para el mercado hispano en los Estados Unidos.

Echegoyen le sacaba punta a todo. Colaboró varias veces en los libretos de los Desconciertos de Awilda, dando ideas o escribiendo rutinas para personajes como el de “Dulce María”, la cubana. Responsable, puntual, disciplinado y preparado son algunos de los adjetivos que describen a este hombre, cuyo último proyecto en la televisión fue un programa de comedia junto a Rafo Muñiz que se desarrollaba en una gasolinera. 

Por un tiempo realizó otro programa en el canal 7 con el personaje de “Mamacusa”. Sucede que los cubanos siempre han tenido esa virtud de ayudarse unos a otros y dejar los egos a un lado a la hora de poner a caminar una empresa (sería tan bueno aprender lecciones así), por eso era común ver a Echegoyen en proyectos de Alberto González, Héctor Travieso, Tino Acosta y otros productores que hicieron de Puerto Rico su casa.

Todos los comediantes famosos han realizado personajes femeninos. Pero esas características daban realce al oficio. La comedia es una expresión genuina que rompe con la tristeza y no debe ser usada para la mofa, la burla y ridiculizar. Los personajes como “Cuquita Sabrosura” llegaban al corazón del televidente porque por momentos nos olvidamos del hombre que hay dentro de ellas y vemos a un intérprete haciendo galas de su arte como en el proscenio de la antigua Grecia.

¡Aplausos para Echegoyen y sus personajes que nos invitaron a reír y a vivir sin tristeza!