Panamá. La marejada sube en el poblado costero de Portobelo cada 21 de octubre. Ese día, a las 8:00 de la noche, un mar de personas vestidas de púrpura llegan, ya sea caminando, de rodillas o arrastrándose por el suelo, hasta la iglesia de San Felipe de Portobelo para encontrarse o reencontrarse con la mirada penetrante del Cristo Negro.

No hay espacio que quede al descubierto ese día en el poblado, pues todo se inunda, no sólo con las personas que logran llegar, sino también con los sonidos de los rezos, con los cánticos, los gritos de alabanzas y los campanazos que salen desde la iglesia. Pero no es lo único que se escucha.

Mezclado entre tanto sonido, se percibe una voz familiar que hace bailar al oído. Una voz nasal y profunda, distintiva, reconocible. Es Ismael Rivera, el “Sonero Mayor”, quien se hace inmortal a través de la canción de El Nazareno, la cual se escucha en cada esquina. Y es que el llamado “Brujo de Borikén”, es también una figura central alrededor de las fiestas del Cristo Negro de Portobelo. Por una década, el intérprete santurcino caminó a pie desde el barrio El Chorrillo en la ciudad de Panamá hasta Portobelo en Colón, en un trayecto que le tomaba más de 24 horas. Ésa era la manda o promesa que Ismael Rivera le hacía a su “Negrito Lindo de Portobelo” por haberlo ayudado a superar su problema de drogadicción.

El 21 de octubre se recuerda en el poblado al “Sonero Mayor” y se baila con su música, pero después de las 9:00 de la noche se silencia su voz para darle paso a otro sonido, a otro movimiento. Y es que a esa hora se saca a “pasear” por Portobelo al Nazareno en una ceremonia donde el sincretismo se hace evidente. Luego que el sacerdote ofrece la misa y se hacen diversos cánticos, todos gritan: “¡Que viva el Cristo Negro de Portobelo, que viva!”

En ese momento, 60 hombres se ubican alrededor de un anda que eleva al Nazareno con su cruz a cuestas y vestido de rojo y dorado, quien va rodeado de largos cirios adornados con flores. Es entonces cuando una banda de marcha retumba los tambores, provocando los gritos de los devotos, quienes inician el baile del santo, haciendo tres pasos hacia atrás y dos hacia adelante en clara alusión a la marea que, según cuenta la historia, trajo a las costas de Portobelo al Cristo Negro. Por más de dos horas, el Cristo pasea el poblado, navegando entre las cabezas de miles de personas, quienes con velas en manos y gritos le agradecen su “milagrito”.

En la calle, decenas siguen “pagando sus mandas” arrastrados por el piso en rodillas, a la vez que otras personas le echan esperma de vela por la espalda. Hay gritos de dolor y gritos de ánimo; todos quieren llegar hasta donde el Cristo Negro. Hay algunos que llevaban días caminando y otros que cargan la cruz a cuestas.

“Qué no hay dolor, claro que hay dolor, pero lo que hay es fe; si te portaste mal, paga”, dice un hombre con sus rodillas y manos peladas que va llegando a la iglesia. Otra mujer se retuerce de dolor y se da casi por vencida, pero le gritan: “vamos, negra, tú puedes, vamos, vamos”, para darle fuerza.

“Éste, más que el Cristo de los pobres, es el Cristo de los maleantes. Esta palabra puede tener una connotación negativa, pero hasta los apóstoles eran pecadores… No justificamos las acciones de los pecadores, lo que invitamos es a la conversión. Así que podemos decir que es él un Cristo de los pobres que se identifica con la gente más sencilla”, expresó el sacerdote Carlos Alcides Rodríguez, encargado de la iglesia de San Felipe.

A las 12:00 de la madrugada, luego de haber paseado por el pueblo, el Negro de Portobelo ancla nuevamente en la iglesia, luego de navegar entre los hombros y los rezos de un pueblo que sigue escuchando esos “consejos buenos” de El Nazareno.

El legado de Maelo

“¿Que quién es Ismael Rivera? Ese hombre ha sido lo más grande aquí. Primero el Cristo y después Maelo”, dijo el panameño George Lackwood cuando se le pregunta por el intérprete puertorriqueño.

Frases parecidas se escuchan con regularidad entre la gente de Portobelo. Allí quieren al fenecido intérprete boricua como si fuera un panameño más. Tanto es así, que entre tantas imágenes del Cristo, también está la del “Sonero Mayor” en una estatua ubicada a la entrada de Portobelo.

“Ismael Rivera, cuando esto se acababa, se quedaba limpiando la iglesia y fue el que internacionalizó este evento”, señaló Pedro Rodríguez, mejor conocido como “Sorolo”, quien dice ser la persona que llevó al artista a conocer el Cristo Negro de Portobelo. Pero más allá del legado que el “Brujo de Borikén” dejó al pueblo panameño, también está la que dejó a los puertorriqueños, muchos, quienes guiados por su canción de El Nazareno, llegan cada año a Portobelo para conocer de cerca al Cristo Negro.

Este año viajó hasta el poblado panameño un grupo de alrededor de 20 boricuas, incluyendo a las hermanas de Ismael Rivera, Laura e Ivelisse, quienes fueron recibidas con abrazos y besos por parte de la gente de Portobelo.
 “Creo que Ismael se identificaba con el Cristo Negro porque él decía que Cristo, muy blanco no podía ser”, señaló Ivelisse Rivera, quien está a cargo de la fundación que lleva el nombre de su hermano y que visitaba Portobelo por tercera vez. Su hermana, Laura, era la primera vez que iba y estaba sorprendida con la admiración que le tiene el pueblo panameño a su hermano mayor.

Igual de sorprendidas estaban la prima de Ismael, Teresa Rivera, y Brenda Vélez, quien es la propietaria del negocio El Naza en Puerta de Tierra, que lleva dicho nombre por la canción de Maelo. Era la segunda vez que Vélez visitaba Portobelo, la primera vez fue con su esposo, Johssy Colón, quien fue asesinado en el negocio El Naza el pasado mes de junio.

“Quiero caminar hasta donde El Naza para arrancarme este dolor”, precisó la joven, quien caminó por una hora hasta llegar a la iglesia de San Felipe.

Desde Estados Unidos llegaron hasta Portobelo, las boricuas Carmen Lydia de la Paz y su hija, Carmen,  así como Haydée Sierra y Julia Rosa. Ellas estaban con Norma Hernández, de Carolina, y Pedro y Enid Sayán, de Culebra, así como con Isabelo Rivera de Puerta de Tierra.

“Gracias a Maelo conocimos al Nazareno y aquí estamos todos reunidos. Aquí habemos gente de Nueva York, Los Ángeles y Wisconsin, que nos encontramos en Miami con el grupo de Puerto Rico para venir hasta acá”, señaló Carmen Lydia de la Paz.

No fallaron tampoco, Rafi García, propietario de El balcón del Zumbador y Roberto García.

El Cristo Negro de Portobelo

Cuenta la leyenda que para el año 1658 llegó a Portobelo una nave con dos imágenes, una de Cristo Nazareno blanco, que debía quedarse en Portobelo, y un Nazareno negro con destino a Cartagena de Indias. Después de dejar al Cristo blanco, los marinos intentaron zarpar, pero no pudieron, y cada vez que lo intentaban se desataba una tempestad. Por sugerencia de uno de los marinos del barco, hicieron el cambio de imagen, y para sorpresa de todos, se calmó la tempestad. Al parecer, era voluntad del Cristo Negro quedarse en Portobelo.

Fuente: Museo del Cristo Negro de Portobelo