
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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Dentro del universo ficticio de agentes secretos y asesinos de agencias de inteligencia, Hanna sería el cuento de hadas que éstos les contarían a sus hijas a la hora de dormir. Lo único que le faltaría sería comenzar con las palabras “Había una vez…”, porque el lobo feroz, el cazador, y la malvada bruja/madrastra ya los tiene. La princesa, sin embargo, no necesita de un príncipe que la rescate.
El nuevo filme del director Joe Wright, uno de los mejores estrenos del 2011, fusiona a “Jason Bourne” con los hermanos Grimm en un fantástico y sofisticado thriller de acción inspirado en la estética cinematográfica de los años 60 y 70. El cineasta inglés, que hasta ahora se había dado a conocer con sus excelente dramas de época Pride & Prejudice y Atonement, incursiona en este género sin miedo a experimentar con un guión que en realidad no es muy original.
Las maravillas de Hanna no provienen de la página escrita –la historia de un espía huyendo de alguna agencia gubernamental la hemos visto docenas de veces-, sino de la estupenda dirección de Wright, la fantástica dirección artística y las fabulosas actuaciones que consigue de su talentoso elenco. El resultado está claramente proyectado en pantalla como muestra de que el cuento no es el cuento, sino quién lo cuenta.
Wright se reúne con la joven actriz Saoirse Ronan en un papel muy distinto al de la ingenua niña que interpretó en Atonement. “Hanna” es una adolescente que ha vivido toda su vida en una recluida zona cercana al ártico, entrenando día y noche con su padre (Eric Bana) para defenderse letalmente de cualquier amenaza. “Adáptate o muere” es el lema de ambos, y se lo toman muy en serio.
Ronan es cautivante como “Hanna”, personaje que encarna como el de una dulce niña enajenada del mundo, disfraz que esconde sus mortíferas habilidades que exhibe con lujo de detalles en las brutales secuencias de acción. Cuando su padre, un ex agente de la CIA, encuentra que está preparada, alerta de su localización a “Marissa” (Cate Blanchett), la ex compañera de trabajo que lleva años al acecho de los dos. La misión tanto el padre como la hija es clara: venganza.
Wright continúa experimentando con las tomas largas de cámara y el efecto es más que bienvenido en las escenas de acción, permitiéndonos apreciar la minuciosa coreografía de éstas sin tener que cortar. Vale destacar las que transcurren entre los vagones de un muelle y en el área de un tren subterráneo, ambas editadas al ritmo de la espectacular banda sonora compuesta por The Chemical Brothers que refuerza la atmósfera de fantasía que se manifiesta en el largometraje de principio a fin.
Mención aparte merece la sensacional actuación de Blanchett quien se vive su papel al máximo, dándole matices de un personaje como “Cruella de Vil” a su divertidísima interpretación de una inescrupulosa agente de la CIA. Su trabajo está a la par con el de su compañero de reparto, Tom Hollander, como el frío y temerario asesino a sueldo, que en otra versión de esta historia pudo haberle dicho a la indefensa niña: “para comerte mejor”. Pero de indefensa, “Hanna” no tiene nada.