Del rechazo extrae sarcasmo

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 18 años.
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Son patéticos, unos loosers. Fracasan en cualquier intento por salir adelante, y mira todas las macacoas que les caen encima. Sigue riéndote de ellos. ¿No crees que se parecen a ti?
Si pudieran hablar, ése es el mensaje que sobre los personajes le darían al lector las novelas del escritor peruano Santiago Roncagliolo, según él mismo formula su concepto de la escritura literaria.
Su propósito es contar historias, y las historias se cuentan con gente, afirma. “Bueno, no son gente, son personajes”. Es decir, en ellos también están las “emociones, las experiencias, los miedos y las perversiones” del autor.
Por eso, el humor negro que caracteriza su producción artística –específicamente su novela “Abril rojo”, la que le valió el premio “Alfaguara 2006”– no tan sólo viene del hecho de que esa gente venida a personajes sea latinoamericana, peruana, y por ende protagonista de una cultura en la que “a poco que cuentes lo que ocurre sin demasiadas faltas de ortografía, ya tienes una gran novela”, como declaró al obtener el galardón el año pasado.
“Me gusta hacer el intento de que te rías de las cosas terribles que tenemos nosotros, y luego esa sonrisa se te vaya desdibujando del rostro cuando pienses que no te deberías estar riendo”, expresa a PRIMERA HORA el también guionista de cine, televisión y teatro.
Pero no todo el que escribe sobre Latinoamérica maneja el sarcasmo, el humor negro que cargan esos personajes, que dices que tienen mucho del autor...
Yo empecé a escribir a los 22 años, a escondidas, porque todos mis compañeros eran terriblemente críticos. Yo pensé que no podría hacer nada que gustara, que nunca sería capaz de ser escritor.
Entonces la ironía y el sarcasmo son productos del rechazo...
Cuando lo asumes. Yo me fui a hacer telenovelas y luego periodismo. Me di cuenta que la gente está hambrienta de historias y traté de estar cerca del oficio de narrar. No fue hasta los 25 años que me sentí preparado para que me despreciaran, me devolvieran manuscritos, no me publicaran; que asumí que escribir (literatura) no iba a ser un vicio solitario.
Ahora, en mayor grado después del premio, se disfruta ser “un gran escritor” y formar parte de la intensa propaganda que se hace a las novelas en la actualidad, un aparato promocional que hasta podría aprovechar su aspecto de hombre apuesto.
También se estresa. No se explica por qué se les sigue exigiendo a los escritores que sean personas inteligentes, enteradas de la política internacional y el calentamiento global, por ejemplo.
“Un escritor puede ser una persona que tiene las opiniones más estúpidas, puede ser una persona con una ignorancia tremenda sobre lo que las instituciones nos han dicho que es el conocimiento”, opina.
El autor de “Pudor”, novela cuya versión fílmica ya se divulga en España, aclara que hace lo posible por leer todos los periódicos diariamente y decir “cosas con sentido”.
Él ha llegado a la conclusión de que la democracia en América Latina irá por buen camino en proporción con la moderación de los extremos políticos de la derecha y la izquierda. Una persona menos informada, como la mayoría de los lectores que se le han confesado contentos porque entienden sus novelas, podría forjarse una opinión similar, atisba.
“El público busca leer sobre lo que no le ofrece soluciones, sobre lo que no la está informando directamente”, pues “la gente entiende mejor las paradojas; ellas son más suyas, son su verdad”, concluye el letrista de 37 años mientras se chupa una fresa.