No hay que ser escritor para escribir. La base de la escritura es la comunicación de mensajes, y esta actividad es una constante en el mundo actual.

¿Y qué pasa cuando las ideas chocan, cuando los mensajes se abortan? Pues hay malestar porque desaparece el diálogo. Tal vez haya que aprender a escribir mejor para recuperarlo.

Ésta es una de las repercusiones sociales que a gran escala podría tener una Casa del Escritor en Puerto Rico, plan que tienen para la biblioteca Concha Meléndez –adscrita al Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP)– los miembros del Salón Literario Libroamérica (SLL). Esta entidad organiza el Festival de la Palabra (FP), cuya primera edición ocurrió en mayo en el Cuartel de Ballajá, en el Viejo San Juan.

“Mi sueño no es un país de izquierda ni de derecha; mi sueño es un país que dialogue”, expresa Mayra Santos-Febres, directora ejecutiva del SLL, en una conversación con este diario.

Junto con Irizelma Robles, Melanie Pérez, Janette Becerra y Mario Santana, la autora boricua está ofreciendo, los sábados en esa localidad, talleres dirigidos a nuevos escritores, lectores de todo tipo –incluso de fast food literario, en sus palabras– y personas que no lean. La meta de estas sesiones es empoderar a los asistentes con experiencias y conocimientos que los capaciten para conversar sobre literatura, pensar y liberar su creatividad, procesos que a fin de cuentas contribuyen a la resolución de conflictos.

Por ejemplo, el taller que ofrecerá Irizelma Robles vincula “la escritura poética con la experiencia autorreflexiva del creador”, es decir, a “la singularidad antropológica” de cada integrante.

“Entre el acceso y la calidad, prefiero el acceso. Creo que la calidad de lo que se escoge para leer y de lo que se escribe va mejorando según la exposición a la buena literatura”, añade Santos-Febres al describir la “dinámica transformadora” que persiguen producir estos encuentros, constituidos como la primera fase de la iniciativa.

“El talento va a hacer la diferencia, pero hay que darle el empujón a todo el mundo (para que escriba)”, acota Mario Santana. “Un abogado quizás no salga con una novela, pero sí hará mociones mejor esbozadas. Un periodista quizás sólo logre dos cuentos, pero después de ellos hará mejores leads para toda su vida”, ejemplifica.

Esfuerzo paralelo

Aparte de ser sede para talleres, se busca que la Casa del Escritor reúna letristas sin etiquetarlos para que se apoyen, se critiquen e incluso se peleen y se reconcilien, “¡pero que se conozcan!”, apunta Mayra.

“Es un paso más para la gran reunión, que es el Festival”, resume Irizelma Robles. Esta antropóloga coincide con Santos-Febres y Santana en que la Casa del Escritor no usurpará las universidades.

“Los programas académicos que hay son buenos y los agradecemos”, pero también es necesario un espacio sin la presión del tiempo y las calificaciones, y sin la pretensión de prestigio de los títulos, explica Mayra.

Por $150 se puede asistir a seis sesiones. Éstas se están cobrando porque parte del acuerdo del ICP con el SLL es que este último se encargará de los gastos de manutención de la casa-biblioteca. Además, se están empezando a levantar recaudos para la próxima edición del FP, en pro de la autogestión, indicaron.