Son lugares de paso. Espacios públicos en los que hay que pedir permiso, en los que los “no” abundan.
“No comer”, “No  perros”, “No bicicletas”, “No estacione”, “No correr”, “No pise la grama”, “No tocar”.
Las restricciones se propagan por doquier en los lugares ciudadanos que el Gobierno vende con ribetes de libre acceso.

Los artistas conocen muy bien de esas limitaciones en los espacios públicos, pues más de uno alguna vez ha sido removido de alguna plaza o parada de guagua por no contar con los permisos pertinentes para bailar,  interpretar,  actuar, pintar o  fotografiar. El proceso de pedir permiso, si  necesario en algunos casos, se vuelve burocrático y excesivo,  convirtiéndose en un impedimento para hacer arte público.

El grupo de multimedios de Primera Hora llevó a cabo  el experimento Para y escucha, en el que, entre otras cosas, se cuestiona la interacción de las personas con una acción inesperada en un lugar público. El especial, para el que se pidió permiso, presenta al  virtuoso guitarrista puertorriqueño José Antonio López interpretando varias piezas clásicas y populares en las horas más concurridas de las estaciones Roosevelt y Universidad del Tren Urbano con el fin de provocar a los transeúntes.

Este diario quiso conocer la opinión de algunos expertos en temas culturales sobre el especial, por lo que citó a Luis Amed Irizarry, músico y  director de la orquesta PVC, y a Javier Santiago, periodista y director de la Fundación Nacional para la Cultura Popular. Ambos  ofrecieron sus impresiones sobre el contenido del experimento, el cual se puede ver a través de www.primerahora.com.

Tanto Irizarry como Santiago coincidieron en que se deberían llevar a cabo más proyectos musicales en espacios públicos, sobre todo, con estudiantes de música, en una iniciativa similar a la de Para y escucha.

“Todavía no entiendo por qué existe esa política del Estado que no permite que este tipo de acciones se lleve a cabo, no puedo comprender por qué no lo fomentan. Sería chévere que estudiantes del Conservatorio, por ejemplo, toquen en algunas de esas estaciones a manera de ensayo. Creo que hay un montón de cosas que se pueden hacer”, destacó Irizarry.

Santiago, por su parte, hizo un llamado a maestros a que imiten experimentos como éste para que los estudiantes se puedan alimentar de otras experiencias.

“Se le pueden dar proyectos a los muchachos para que comiencen a cogerle el gusto a la música, para apropiarse de los espacios y para que vean que el trabajo no es sólo para ganar dinero, sino también para mejorar la calidad de vida. Al Gobierno le conviene que cosas así sucedan para añadir atracción a plazas en las que no pasa nada”, destacó.

En el vídeo se puede apreciar que las personas suelen detenerse con mayor frecuencia cuando el guitarrista interpreta canciones de compositores puertorriqueños. Amed Irizarry destacó que  una de las razones para esta acción es la identificación.

 “No creo que se paren porque sea música puertorriqueña, sino porque la reconocen. Aquí no se nos enseña a escuchar a Albéniz, Granados, Wagner o a Bach, sino La tierruca, si  enseñaran a esos compositores seguramente se reconocería”, manifestó Irizarry. Santiago, por su parte, opinó distinto al indicar que esas canciones son con las que el público se identifica como puertorriqueños y de ahí su respuesta.

En Para y escucha se observa, además, un contraste entre las reacciones de las personas que están en la estación Roosevelt y en Universidad. En la primera de éstas, la respuesta suele ser más parca en comparación con la segunda parada que es la de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.

"A mí no me sorprendió para nada los contrastes entre las paradas y eso tiene que ver con el factor educación. La gente que se baja en la estación Universidad, pues tienen visiones intelectuales, es un público más educado", comentó Amed Irizarry. Santiago, en tanto, sí reaccionó sorprendido ante los contrastes de las reacciones.

"Me llama la atención que sea en la estación de la Universidad donde más gente se detuvo, eso dice mucho de nuestra juventud y de nuestros profesores. Nuevamente me enorgullece porque se detienen, tienen esa sensibilidad", comentó Santiago.

¿Se puede medir la sensibilidad del pueblo?

El tema de la sensibilidad se aborda en el especial por el propio guitarrista José Antonio López, quien cuestiona si se puede medir la sensibilidad de un pueblo a través del ejercicio de parar y escuchar, de apreciar la música. Amed Irizarry señaló que tiene problemas con dicho  término  porque se enfoca en lo específico.

"Entiendo que la sensibilidad a la que  él hace referencia es al desarrollo del oído hacia cierto tipo de música, y a todos los que participamos de la música nos gustaría que la gente fuera más amplia en su gusto musical. En ese sentido, la sensibilidad está enfocada en algunas partes de la música nada más y la gente no se abre a escuchar cosas distintas, pero al mismo tiempo tengo que decirte que éste es un pueblo bien musical. Aquí tú vas a una plaza y hay un solo de conga y la gente aplaude, vas a una cancha de baloncesto y la gente puede llevar el ritmo, se canta cumpleaños y se canta afinado... Esto es un país bien musical", destacó.

Los entrevistados por Primera Hora, a su vez, contestaron que no necesariamente se tiene que partir de la premisa de que para escuchar, se tiene que parar y mirar.

"Aunque pasen y no lo vean, es algo que le llama la atención. Por ejemplo, yo no me voy a detener a verlo si tengo una reunión en cinco minutos y tengo que llegar, pero la música me va a llamar la atención, voy a escuchar", precisó Amed Irizarry.

Javier Santiago opinó de forma similar al señalar que no necesariamente la gente se tiene que detener, pero que como lo que ven es tan inusual, se paran a observar.

Tanto Irizarry como Santiago, a su vez, llamaron la atención sobre el factor mediático de los eventos artísticos y cómo éste incide en el público. Irizarry estableció que no es lo mismo realizar un evento y anunciarlo en los medios, aunque sea en un espacio público, a no anunciarlo.

"Recientemente hicimos la ópera Marina en la plaza pública de Caguas y el día del ensayo general, que fue abierto al público, se tocó completa la obra y si fueron 20 personas a vernos fue mucho. Ahora, el día en el que estaba anunciado el evento, que se había anunciado en los medios, había 500 personas... Hay una cuestión de espacio y tiempo que se establece y un factor de los medios", expresó