Cayó en la tentación del dinero, de la fama, del estereotipo del “periodista televisivo”, del “periodista de la calle”, ese tipo jaquetón que se acerca a preguntar hasta conseguir la información que desea.

Julio Víctor Ramírez, hijo, acepta que ésas fueron algunas de las motivaciones de haber trabajado seis meses de 2006 como reportero del programa SuperXClusivo (Wapa). El periodista, quien laboró 14 años en WKAQ y salió por la pantalla televisiva tras ser jefe de información de Noticentro (Wapa) narra en el libro La mafia del bochinche: El lado oscuro del chisme televisado en Puerto Rico los sinsabores que le produjo colaborar con “La Comay”, el personaje del titiritero Antulio “Kobbo” Santarrosa. En el texto, Ramírez describe cómo, supuestamente, Santarrosa mantiene una “mafia” de la que es “el padrino”, el alegado afán de éste de perseguir a quienes le caen mal, y presuntas prácticas de plagio por parte del equipo de producción del espacio, el cual, según el autor, le profesa un gran miedo a Kobbo.

¿Está arrepentido de haber trabajado para él?

Sí, después de haber pasado todo lo que pasé.

¿Por qué escribe el libro?

Para desagraviar a las personas que de alguna manera se han perjudicado por ese programa. Quiero dar luz de lo que verdaderamente es, que la gente vea el lado negativo.

O sea, que quiere tener la conciencia limpia...

Sí, pero no es que me esté curando en salud o disculpándome. Cuando estuve allí, hice mi trabajo a la altura que me caracteriza. Entré con la frente en alto y salí con la frente en alto.

¿No teme a las posibles represalias que pueda tomar Kobbo cuando sugiere que es santero (página 13) o que padece de paranoia clínica (página 38)?

No. Han sido casi cuatro años en los que yo he estado cogiendo palos de esta persona. Todo lo que está escrito ahí es verdad. Además, yo me cuidé del lenguaje que usé, de las palabras que dije. No dije nada que no me constara directamente.

¿De verdad era tan fuerte el “encierro” que dice que sentía en la “pecera” de Wapa, donde era jefe de información? En el libro dice que aceptó trabajar con Kobbo para salir de allí.

Bueno, hay gente que puede hacer ese trabajo muy bien sin ningún problema, pero cuando tú eres un periodista que has trabajado toda tu vida en la calle, que has tenido contacto con la gente, que estás en movimiento continuo, estar metido en una oficina desde que llegas hasta que te vas, excepto la hora de comida, definitivamente es frustrante. Yo recibí un muy buen trato en el departamento de noticias de Wapa, pero esa posición me desesperaba.

¿Piensa que trabajar con Kobbo le dañó la imagen? ¿Este libro no será como recordar ese episodio que usted tuvo?

Sí, en un momento me la laceró. Yo tuve un tiempo en silencio después de trabajar con Antulio Santarrosa y en octubre del mismo año que dejé de trabajar con él, entré al departamento de noticias de NotiUno en la calle, eché hacia adelante. Luego fui a Red 96 FM, pero sí, tuve un período de tiempo en el que estuve consciente en que tenía que empezar desde cero, como un reportero cubriendo en la calle, que era precisamente lo que quería yo hacer: la calle.

En el libro dice que usted “se ofuscó con el faranduleo y la popularidad” de salir en televisión (cito directamente). También le dedica mucho espacio a relatar cuando se afeitó la barba, a petición de la producción de SuperXclusivo, y a hablar de su apariencia física. ¿Se percibe a usted mismo como artista o figura televisiva, o tiene aspiraciones de serlo?

Eso yo lo anoté como un dato curioso. No es que me haya afectado tanto. Lo incluí porque todavía hay gente que me recuerda esa situación. A estas alturas de mi vida, yo he aprendido a no vivir con la gente. No tuve aspiraciones de ser artista o figura televisiva. Yo lo que quería era hacer mi trabajo. Hasta me sorprendía que me tomaran fotos o me pidieran entrevistas, que no pude conceder porque se me pidió que no lo hiciera. Yo nunca quise hacer farándula.

¿El dinero fue un factor que influyó en su decisión?

Para serte honesto, sí. Si vamos a ver, lo que pagaba Antulio Santarrosa por el trabajo que se hacía con él mejoraba por mucho lo que yo cobraba en el departamento de noticias del canal 4. Yo no soy un filántropo tampoco: todos los profesionales trabajamos para que se nos pague bien. Pero yo entiendo que yo estaba siendo pagado muy por debajo de lo que se le pagaba a otras personas que hacían mi trabajo. Leo Fernández, por ejemplo, cobraba mucho más que yo. Pero la ética y la moral está por encima del precio que pueda ponerle una persona a tu trabajo; la tranquilidad no hay dinero que la pague.

¿Por qué en el calce de la foto de Kobbo en Mayagüez hace hincapié en su “peinado ochentoso” (cito)? ¿No es eso hacer lo mismo que él hacía con usted y otra gente, burlarse por su apariencia?

La lectura la trato de hacer amena; entonces trato de enmarcar también el peinado de él con la época, para ubicar a la gente en la década de los 80 y mostrar que la relación de Antulio con mi familia es de años.

Algunas personas que usted identifica como supuestos enemigos de Kobbo terminan regresando con él. Aparentemente, eso pasó con Ray Cruz, según usted lo narra en el libro. ¿Cómo podemos confiar en que, en realidad, este libro no es un acuerdo que usted hizo con Kobbo, que no regresará con él?

En ningún momento, no ha habido ningún acuerdo. Es que el daño ha sido tanto que no hay manera de reconciliación. Tú no me verás sentado con él de nuevo jamás. Ese señor ha atentado con la tranquilidad de mi familia, contra mí desde el punto de vista laboral. Tú jamás me verás sentado en un set en un programa donde esté Antulio Santarrosa. Eso fue lo que me sorprendió en el caso de Ray, porque él fue una persona perseguida por Antulio. Allá él con su conciencia. A ambos los pongo en manos de Papá Dios.

¿Puede mencionar algo positivo de trabajar con Kobbo?

La manera en que la gente me percibió a mí. Los correos electrónicos, los mensajes diciéndome que yo no encajaba en ese programa. En realidad, yo escribí este libro como una catarsis para quitarme el dolor, el pesar que he sentido.

¿Por qué cree que el programa siga teniendo los primeros lugares en las listas de rating?

Porque no hay más opciones. Ahora está Dando candela, por Telemundo, y poco a poco se están ganando al público porque lo están haciendo muy bien. Siempre y cuando no pasen la raya de la persecución, de las agendas personalistas, el pueblo irá viendo esas otras opciones que vayan surgiendo.

Actualmente, Julio Víctor Ramírez, hijo, mantiene el programa radial Entre la espada y la pared, por WSOL de San Germán, y planea la segunda temporada del proyecto Conteste si puede.

“La invitación que yo le hago a la gente que lea mi libro es que reflexione sobre el sufrimiento de la persona o familia de la que tú te estás riendo en el momento en que ves el programa”, insiste.