Orlando, Florida. Adentrarse en el espacio común de la actriz Sharon Riley y su hija Sylvia es como trasladarse a un hospedaje donde conviven dos roommates.

Cada una tiene sus rincones preferidos. El de Sharon está a la extrema derecha de la sala. Allí tiene su butaca reclinable, sus libros y la presencia de su madre, Sylvia Rexach (1921-1961), a través de dos fotografías que cuelgan de la pared.

Sylvia Pérez-Riley ocupa gran parte del acogedor apartamento. No por alguna necesidad especial, sino por la diversidad de imágenes en las que aparece posando con artistas. Chayanne, Jerry Rivera, Ricky Martin y Carlos Vives son parte de las figuras que adornan desde la sala hasta su moderno cuarto.

“Yo me siento que tengo en ella un apoyo grandísimo, es una buena compañía, tenemos nuestros programas, relajamos sobre nuestras cosas; ya somos roommates hace tanto tiempo”, comenta la artista, quien reside en Orlando hace más de 15 años.

La relación que madre e hija gozan hoy día es la realidad del sueño que tuvo la actriz al enfrentarse al reto de ser madre de una persona con necesidades especiales.

Desde que Sharon Riley conoció el diagnóstico de parálisis cerebral –por impericia médica– de su retoño, no descansó hasta verla independiente, aunque siempre con alguna asistencia.

Al ver a tu hija adulta, ¿qué es lo más reconfortante?

Es verla feliz, ella definitivamente es un ser feliz. Tiene sus momentos en que quiere tener su primer amor, quiere ser madre y esa parte no ha llegado, pero no pierdo las esperanzas, así que si hay alguien por ahí que quiera visitar a mi hija, llevarla al cine, no hay problema, y si tienen nietos, lo bueno es que los van a criar ellos.

Sylvia, de 39 años, regresó a vivir con su mamá hace un tiempo, luego de experimentar su independencia en varios apartamentos donde tuvo otras compañeras de cuarto. También trabajó en un periódico insertando los especiales o shoppers, pero los recortes de fondos federales para que personas como ella puedan emplearse le quitaron esa oportunidad.

“Ya ella tenía sus veintitantos y nunca nos habíamos separado y fue maravilloso porque ella se sintió autónoma. Yo le abrí su cuenta de cheques, ella tiene su ATM (tarjeta de débito) y, cuando va a la terapia, paga con su tarjeta, así que le di todas las herramientas para que, aunque estuviera supervisada y asistida, se sintiera dueña de su apartamento”, recuerda la asistente de educación especial.

¿Qué reconoces tuyo en Sylvia?

Nosotros en la familia tenemos un sentido del humor, somos velloneros y eso lo heredó de nosotros. Tiene un carácter fuerte, porque es taurana, y es bien testarudita a veces, pero tiene cosas de mí y del papá (Enrique Pérez) también, ha adaptado cosas de la familia.

La actitud combativa de Sharon contra todo tipo de pronóstico negativo la transmitió a su sucesora.

Ahora la fanática del lobo de Twilight sueña con abrir todas las mañanas su tienda de ropa moderna adaptada para personas en silla de ruedas.

“Ella tiene una mirada hacia el mundo tan bella, todo lo encuentra bien, todo está perfecto; si tenemos alguna diferencia, a mí me puede durar el enojo y ella en menos de cinco minutos está feliz”, dice la integrante del desaparecido programa Ellas al mediodía.

Sharon es creyente de los milagros, la espiritualidad... y la paz que la guía es la misma que le permite entender la dureza de su pasado.

“En el caso de Sylvia, yo no tanto me pregunté por qué me pasó esto a mí, que me da una niña especial, sino por qué a ella. Después me di cuenta que ella no tiene ningún problema, ella vino a enseñarnos y la prueba está en que un día vio a un muchacho caminando como ella y me dijo: ‘¿Qué le pasa a él?’, y le digo: ‘No sé, pero puede tener quizás parálisis cerebral como tú’ y me dice: ‘Yo no camino así’. Ella no se ve como una persona con un impedimento; ella está viendo el ser perfecto que es porque ella está viendo ese ser interior, no la parte física”.

En la vida de la actriz no solo la sacudió el reto de la maternidad, sino también haber perdido a su madre a temprana edad. Entonces su hermana y ella fueron ingresadas a un colegio de monjas.

Luego, en 1996, murió su segundo compañero sentimental, Lucas Guerrero, víctima de un carjacking. Eso precipitó su traslado a Estados Unidos.

“Los cantazos duelen, el primer día más que otros, pero como todo cantazo, se forma la cicatriz y sigues viendo esa cicatriz como un recuerdo de lo que pasó, pero ya no te duele”, manifiesta la tutora de un joven con síndrome de Down.

¿Cómo te has redescubierto en el proceso de ser mamá de una joven con necesidades especiales?

Me fui documentando, tuve que leer mucho... La dinámica de ser tan entregada a esta labor viene que al mi mamá morir, me quedé con el vacío y mi gran sueño era ser madre para desbordar en ella todo el amor que a mí me faltó.

¿Cuál es la lección que compartes con los padres y madres?

Antes de venir a Florida, me dedicaba a dar charlas a los padres, a través de diferentes instituciones en Puerto Rico, para no quitarles la esperanza, porque todo lo que oyes es tan negativo, y les dije: ‘Tienen que hacer todas las terapias que puedan, dedicarle tiempo a sus necesidades y, si ese niño nunca logra nada, duermes con la tranquilidad de que intentaste todo’. Yo podía llorar de noche en mi cuarto, pero jamás perdí la esperanza.

¿Dejaste a un lado el plano de mujer?

Con Lucas fui muy feliz, era lo más noble y lo más tierno y no he tenido más compañero después de él y no he sentido la necesidad. Va a tener que tocar a la puerta y decir: ‘Yo soy el enviado’ y, pues, pase y siéntese, porque qué voy a hacer... Si llega, yo no estoy cerrada al amor, jamás uno se puede cerrar al amor, pero va a tener que llamar y decir: ‘Señora, yo soy el enviado’.

¿Ahora cuáles son tus preocupaciones en torno a Sylvia?

Que yo le falte, aunque ella tiene en su familia mucho apoyo por parte de mis sobrinos, y de sus primos por parte de su papá la adoran, la apoyan...

Sharon está complacida del proyecto de vida que levantó contra viento y marea. Su hija es su apoyo, su compañía, su cómplice en su humor negro y con ella logró el rol más fascinante: ser mamá.

“La maternidad es algo que solamente el que lo experimenta puede entender la magnitud del amor. Yo digo que es lo más cercano a Dios”.