Todos quieren aprender a bailar salsa
No parece haber pista para tanto bailador. (Ve vídeo)

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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Para hablar de crisis en el género de la salsa, habría que rebuscar las listas de ventas de discos o las agendas de contrataciones de los artistas, porque si se toma al público como referencia, entonces hay salsa para rato.
Prueba de ello es la demanda en la matrícula de las clases de salsa que ofrecen municipios como San Juan y Carolina, donde cada semestre atienden a cerca de 1,200 personas entre los cursos básico, intermedio y avanzado.
Desde niños y niñas, hasta abuelos y abuelas, en fin, hombres y mujeres de todas las edades cada vez se muestran más interesados en aprender a moverse al ritmo de la clave.
“Cuando más auge de bailar salsa hay, es ahora”, afirma Tito Ortos, coreógrafo y director del programa San Juan es Salsa del Municipio de San Juan.
El bailarín profesional por 19 años es testigo de cómo ha crecido el interés por el baile de la salsa.
Tito Ortos comenzó a tomar clases de baile y de canto para ser parte de una orquesta que fundaría su padre en los años noventa. Su talento para este arte lo manejó a la par con sus estudios en biología, pero no como su prioridad. “Jamás pensé que me iba a dedicar completamente al baile”, comenta el coreógrafo de los cantantes Gilberto Santa Rosa y Víctor Manuelle.
Había comenzado a trabajar como propagandista médico cuando le solicitaron que se dedicara a tiempo completo a ofrecer clases en el programa capitalino San Juan es Salsa, bajo la sombrilla del Departamento de Recreación y Deportes. Allí está de lunes a jueves, así como en las principales tarimas locales e internacionales.
Tanto en San Juan como en Carolina, donde el bailarín Samuel Richardson ofrece las clases del programa Gigantes de la Salsa, la asistencia es perfecta. Setenta personas es el promedio por sección, siendo las damas la mayoría. En términos de estrato social, predomina la clase media.
Aprender a bailar salsa es la motivación principal de todos los grupos; no obstante, con el paso del tiempo Tito Ortos ha descubierto que la gente satisface otras necesidades.
“Mi experiencia a través de los años con este programa es que la gente, aparte de aprender a bailar salsa, que es lo primero, hay muchos otros beneficios paralelos, como hacer ejercicios, liberar estrés, compartir, superar temores, tener iniciativa para acercarse a alguien”, detalla el bailarín.
El carolinense José Soto asiste con su esposa Nilsa Laureano a las clases que ofrece Samuel Richardson en las instalaciones del Departamento de Recreación y Deportes en el Complejo Deportivo Municipal Roberto Clemente.
Llegó allí motivado a perfeccionar sus pasos. “Siempre a uno le falta, pero me atrevo a salir a bailar a cualquier parte”, dice quien frecuenta el vestíbulo del hotel Mariott.
Esa actitud positiva que denota José Soto ante el baile es necesaria para toda aquella persona que quiera aprender. “Tienes que tener interés; tienes que tener algo de ritmo y salir a bailar”, advierte Samuel, quien se estrenó como profesional en el 2003.
Lo irónico es que no parece haber pista para tanto bailador, pues los salones de baile son escasos en el país y por tanto, las orquestas tampoco tienen talleres para tocar, a excepción de las pocas fiestas patronales que aún se realizan y los bailables que periódicamente ofrecen los hoteles.
Aún así, “la salsa está en uno de sus mejores momentos”, afirma Tito Ortos.