Al compás de mujeres instrumentistas
Una pianista y cuatro percusionistas narran sus experiencias como féminas dispuestas a destacarse en el ámbito musical.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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Del ceño fruncido al suspiro y, finalmente, a un silencioso giro de pupilas han evolucionado las expresiones de ellas cuando escuchan frases como “Fulana toca como un hombre”, o peor: “Fulano toca como una nena”.
La reacción es similar ante el otro extremo, el paternalismo. ¿Por qué hay que felicitarlas tanto por hacer bien su trabajo? ¿Es que se esperaba menos?
Pero esta actitud dista de la resignación. Simplemente, ellas se han dado cuenta de que el talento es más elocuente que las palabras cuando les compete enfrentar el machismo en el ámbito musical.
La pianista Karla Martínez Peña y las percusionistas Zayra “Pola” Ocasio, Marien Torres, Ana Girot y Desirée Meléndez reconocen que trabajar en orquestas de música popular implica ser la minoría en un mundo de hombres. Sin embargo, tampoco es que sean las víctimas en un maratón de obstáculos.
“Yo, como estoy curá de espanto, ni los corrijo cuando dicen cosas así. Yo hago mi trabajo y me voy ganando el respeto. Al principio, ven a una mujer tocando y piensan que lo vas a hacer suave. Pues, yo me propuse tocar con una fuerza extraordinaria”, cuenta Zayra “Pola”, quien se desempeña en el timbal, la batería, la conga, el bongó y el canto.
Marien Torres coincide con esta línea de pensamiento al añadir que se han visto obligadas a “ser fieles a la calidad” para hacer el ejercicio de convencer sobre su talento. “Tenemos que exigirnos mucho porque el ambiente de la cultura, en general, está dominado por hombres”, insiste la intérprete de los distintos tambores de la bomba.
La bailarina agrega que las féminas han sido atrincheradas al baile y el canto, posiciones desde las que puedan ser más fácilmente objetos y no sujetos. “Si nos salimos de ahí, causamos resistencia”, agrega la líder del grupo Tambuyé y creadora del trío Vamo’andando.
Pola previene acerca de otro arrinconamiento. “La Reina del Timbal” permaneció fiel a su deseo de dedicarse a la percusión luego que maestros de música y otros allegados le aconsejaran, cuando era niña, que optara por el piano, “un instrumento más completo”.
“Ésa es otra visión equivocada. Los instrumentos no tienen género ni clase social ni uno es mejor que otro”, puntualiza la actual estudiante del Berklee College of Music, en Boston, Massachusetts.
La baterista añade que la educación formal y la disciplina –practicar una y otra vez– son fundamentales para que cualquier músico tenga éxito, sea mujer u hombre.
Aun así, existen prejuicios que vinculan el género con el conocimiento musical, como si las mujeres aprendieran menos o más lentamente que los hombres. Karla, hija del músico Carlos “Coamito” Martínez, cuenta que los exponentes de ritmos tropicales tienden a pensar que las féminas desconocen este rubro.
“El problema en géneros como la salsa es la percepción que se tiene de que las mujeres no conocen bien el género. En la música clásica y en el rock es muy diferente”, indica la pianista graduada del Conservatorio de Música de Puerto Rico, al igual que Pola.
Las instrumentistas entrevistadas por este diario reconocen que buscar empleo en una orquesta es más difícil para las mujeres. No obstante, el panorama está cambiando porque “la búsqueda de talento, sin distinciones, se está imponiendo”, establece Marien. ¿El salario? Según sus experiencias, la paga que reciben está equiparada a la de los hombres.
Ser mujer, no obstante, ha sido una “desventaja” por razones “logísticas” en el caso de Pola.
“Me han llamado para orquestas, pero luego me han dicho que llamo mucho la atención, que el spot debe ser para el frente, para los cantantes”, explica Pola.
“Hubo un grupo que era de hombres y estaban al frente, y al poner una mujer en el mismo centro con la percusión, toda la atención era hacia mí y tuvieron que quitarme”, opina la percusionista.
Marien Torres ve prejuicio en este tipo de acciones al cuestionarse el porqué de la molestia. Pero en Barreto y su Plena, el grupo al que pertenecen Ana Girot y Desirée Meléndez, este proceder –que las mujeres se destaquen– es parte del concepto.
“Se me acercan los niños y mujeres interesadas en aprender a tocar. Todos tenemos una parte dentro del show y nosotras, como mujeres, manejamos a la perfección las cuatro cosas: baile, canto, instrumento y proyección”, describe Desirée Meléndez, quien les somete al puntero y al zurdo, y está a cargo del espectáculo de fuego. “Ser mujer casi es sinónimo de hacer muchas cosas a la vez”, atisba Ana Girot, su madre, encargada del chequeré.
En cuanto a la dinámica de convivir tanto tiempo entre hombres, Karla cuenta que en ningún momento ha sido objeto de conductas ofensivas por parte de sus compañeros. La alumna de maestría en administración de negocios del entretenimiento anota que, por lo regular, los directores se encargan de fomentar un ambiente de respeto.
La experiencia de Pola ha sido similar. Esta percusionista incluso dice que, cuando está de gira de conciertos con un grupo de instrumentistas, éstos la “protegen”.
“Los miro como mis hermanos y ellos me ven como una hermana. Me cuidan, me celan”, detalla quien ha colaborado con Andy Montañez, Adalberto Santiago, Larry Harlow, Jencarlos Canela y Richie Flores, entre otros intérpretes.
Aunque esta actitud luce positiva, podría esconder otra vertiente del machismo paternalista si incluye una percepción equivocada del talento, alerta Marien Torres.
“Cuando nos turnamos, a la primera que van a preguntarle si está cansada es a la mujer. Si lo hacemos bien, nos lo celebran y no nos exigen más. ¿Por qué? Ésa es una manera de discriminar”, reitera la también plenera.
“Es más bien un machismo externo; usan los adjetivos incorrectos cuando tratan de echarle flores al trabajo de una, y entonces viene el famoso comentario: ‘Escuchas a Karla y piensas que es un hombre el que está al piano’, y menosprecian sin darse cuenta, sin querer”, expresa Martínez Peña.
¿El sexo débil? Ana Girot se cuestiona este adjetivo una y otra vez. “Eso de que aguantamos menos yo me lo pongo en duda tantas veces, porque muchos músicos de trayectoria se me han acercado a ofrecerse a tocar el chequeré, y no duran ni 10 minutos, mientras que yo he estado horas y horas”, afirma la plenera mientras soba algunas bolsitas de agua en sus dedos.