Le gustaba la música, pero nunca soñó con ser cantante. Mientras se criaba en su natal Añasco, esa aspiración le parecía muy lejos de ser posible, en especial al vivir tantas limitaciones económicas.

Antes de celebrar contar con clásicos que con los años diversas generaciones han memorizado con alegría, o de un caudal de producciones discográficas que superan las 50, o los miles de aplausos que han capturado sus emociones con el paso del tiempo, el cantautor Alfonso Vélez Iturrino se había convencido de que su destino estaba en trabajar en el campo.

Los recuerdos invaden al responsable de temas como “La luz”, “Wepa, wepa, wepa” y A quién no le gusta eso” cuando habla de los primeros años en los que participaba en proyectos musicales escolares.

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“Yo cantaba en la escuela en tercero y cuarto grado, en las promesas (de los Reyes Magos) de la escuela para levantar fondos. Daban 5, 10 chavos, 20. Era mucho, y el que cantaba la promesa era yo. Pero no había ilusión de ser cantante”, repasó el intérprete de 86 años, quien se encontrará con el público el próximo 7 de diciembre a las 4:00 de la tarde en el Centro de Bellas Artes de Santurce (CBA) para festejar 64 años de trayectoria.

El artista conocido como “El Jíbaro de Añasco” prosiguió estudios hasta sexto grado, para luego abandonar la escuela. “La vida mía sirve para una novela de muchas horas”, expuso pensativo como preámbulo a compartir varias memorias. “Yo era el esclavo de la casa. Nosotros éramos cinco hermanos varones. Mi madre no estaba porque ella se fue para Nueva York con mis dos hermanas, pero dejó a los varones. Yo era el del medio, el esclavo, el que buscaba el agua al pozo, el que buscaba la leña, el que a veces cocinaba, el que ordeñaba la vaca”, reveló en detalle, y manifestó que vivía en “una casa bien humilde de planchas de cinc, setos de cajones y de yagua”.

A partir de los 12 años, ya no existían los juegos. “Lo mío era trabajar”, dijo con énfasis el también conocido como “Mr. Fuá”. “Llegué a trabajar recogiendo café a peseta la hora, y sin comer. Vendía semillas. Vendía mangos. Picaba caña. Fui carretero de bueyes, que recuerdo el sueldo que me ganaba en el día, 3 dólares con 78 centavos el día. Sembraba cosas a la orilla del río, frijoles, maíz”.

La intención de buscar un panorama alentador lo motivó a ir a Nueva York a sus 18 años. “Me fui el 16 de abril del ’58”. También dedicaría tiempo para trabajar en el campo. “Me fui con la idea de buscar un progreso, ganar chavos, ganar dinero. Fui a fincas de cebollas, pero después, rápido en Nueva York busqué conexiones hasta que conseguí músicos y amistades que tocaban”. Esa iniciativa en la década de los sesenta originó un giro para encaminarlo en su faceta musical, mientras todavía realizaba labores apartadas del mundo artístico.

“Fui a lavar platos. A veces algunos lo dicen de embuste. Yo fui a lavar platos de verdad. Fui ‘busboy’ (ayudante de camarero). Hice ‘delivery’”. Con sus ahorros, grabó “La ingrata que se fue”, el primer tema suyo que escuchó en la radio y que incluiría en su álbum “Mi humilde carta”. “Sentí emoción porque yo fui del campo a Nueva York, y esa producción la hice yo casi al año y medio de estar allí en Nueva York, y yo noté que le gustó a la gente de la radio. Me emocionaba y decía ‘caramba, yo que los otros días estaba picando caña y arando con bueyes, y hoy me escuchan en la radio’”, afirmó con gran orgullo sobre el logro que llegó tras ser persistente en tocar diversas puertas de emisoras radiales. “Esa primera canción yo soy el que la escribo. Yo soy el que la grabo. Hice la producción (con más temas) y todo porque no encontraba quién me grabara”.

Sin embargo, las propuestas comenzaron a llegar. “Como se escuchó, había un productor de Coamo que me buscó. Me encontró en la 116 en el Barrio Latino y me dice ‘¿tú quieres grabar conmigo?, te hago la producción, te escribo las canciones’. Lo que no recuerdo es si me ofreció dinero o no, pero me escribió un ‘long play’ (LP) de 12 canciones”.

Desde entonces, se convirtió en uno de los grandes referentes de la trova jíbara. “‘Wepa, wepa, wepa’ yo la escribí en un avión. Iba para Nueva York a hacer un show, que entre ellos eran Felipe Rodríguez y Daniel Santos”, repasó sobre el momento que se dio luego de regresar a Puerto Rico, casarse y comenzar una familia. “Iba con ellos porque estaba ‘pegao’ ‘El fuá’, que se llama ‘La luz’”, dijo sobre la canción que escribió tras presenciar una promesa de los Reyes Magos. Ambos temas forman parte de “Navidades con Alfonso Vélez”, que incluye “A quién no le gusta eso” y “El camello que no pasó la inspección”.

Además de temas que ha promovido en su voz, cuenta con composiciones que han sido grabadas por El Gran Combo, Marco Antonio Muñiz y Nino Segarra, entre otros.

Celebrará su legado

Más de cinco décadas han transcurrido desde entonces. Con 64 años de presencia musical, lo llena de entusiasmo poder celebrar con el público el próximo 7 de diciembre en el CBA de Santurce.

“Uno se emociona de decirlo. Yo no pensé que iba a llegar ni a 34 en la música”, confesó con cierto asombro. “Hay mucha gente que no llega a eso. Yo todavía me siento bien, con deseos de trabajar. Trabajo en la radio”, dijo sobre su programa “Atardecer con ‘El Fuá’”, que se transmite cada sábado de 1:00 a 5:00 p.m. por WABA 850 en la frecuencia AM.

Un ánimo de fiesta es lo que adelantó para su próximo espectáculo, que a su vez servirá de homenaje a su legado. “Voy a estar con un cuatrista y un grupo excelente, Wilbert Maldonado y su grupo. Vamos a pasarlo bien. Vamos a trullar y estar alegres”, expuso con entusiasmo el artista, quien anunció que trabaja en un álbum que vislumbra lanzar el año próximo.

Su admiración por Bad Bunny

Uno de los momentos que el cantante revive con gran ilusión es su participación en julio durante uno de los conciertos de la residencia “No me quiero ir de aquí” del artista urbano Bad Bunny. Con la complicidad de Los Pleneros de la Cresta, cantó un “medley” compuesto de “La luz”, “Wepa wepa wepa” y “A quién no le gusta eso” en el balcón de la emblemática casita, mientras el público lo acompañaba a corear los temas que se han convertido en clásicos navideños.

“Él tenía un camerino para mí, preparadito”, dijo con admiración por la hospitalidad que recibió. “Fue a verme al camerino y a saludarme y compartió conmigo. Me echó los brazos y me felicitó. Noto que antes de ser artista, él ya conocía a Alfonso Vélez. Él tiene que haber escuchado ‘El fuá’ y ‘El jolgorio’”, analizó complacido. “Noté que Benito es humilde. No es orgulloso. Lo noto amigable. Lo notó un puertorriqueño como yo. De verdad que lo lleva en la sangre”.

Si bien su trayectoria tiene peso hace décadas, su presencia en el espectáculo acrecentó su notoriedad. “Está a la par como hace 50 años, cuando hice ‘El fuá’, que tiene 52 años, que a casa llegaban los periodistas y para cuánta invitación yo estaba, que si un homenaje, que si una promesa”, recordó con cierta nostalgia.

Además, confesó que “después de esta actividad que tuve con Benito, he recibido muchas más ofertas para trabajo”. Sin embargo, todas las analiza con cautela. Dos de las varias razones abarcan la salud, que cuida mucho más ahora, y “que es lejos”, ya que todavía reside en Añasco y algunas de las propuestas son a una distancia considerable de su residencia.

Por otro lado, los retos que ha vivido los abraza como muestra de su fortaleza para transformarlos. “Déjame decirte que en el vivir mío, los años, yo no he tenido flores nada más. También he tenido espinas. Son más los golpes que me ha dado la vida, que las alegrías. Lo que pasa es que uno, si sobrelleva y le pide a Dios con fe, papá Dios escucha a uno y uno se levanta”.

Los boletos para su espectáculo están disponibles en Ticketera y en la boletería del Centro de Bellas Artes de Santurce.