El 10 de agosto de 2003, Puerto Rico amaneció con la triste noticia del fallecimiento de la cantante puertorriqueña Carmita Jiménez. Durante 18 años estuvo batallando contra el cáncer de seno, pero justo días después de cumplir 64 años su cuerpo no pudo más. La voz y presencia de “la Dama de la Canción”, sin embargo, sigue presente entre aquellos que la conocieron personalmente o a través de sus canciones.

Carmita Jiménez, quien nació en San Lorenzo, comenzó en el ambiente artístico con apenas seis años de edad al participar en el espacio radial El abuelito Welch con José Miguel Agrelot. Desde ese entonces, el público boricua se enamoró de esa niña, quien décadas después despuntó como una de las voces más destacadas del país.

La proyección escénica, acompañada de una gran elegancia al vestir y al interpretar, así como una voz que acariciaba con fuerza, fueron distintivos de esta artista, cuya primera producción discográfica la realizó con la orquesta de Moncho Usera en la década de los 60.

Su época de gloria en la música, en tanto, llegó en 1970 cuando popularizó temas como Si yo fuese ésa, Mira mi amor, Abrázame fuerte, En un rincón del alma, El plebeyo, Grita y Papeles, uno de sus mayores éxitos. La vocalista no sólo sobresalió en Puerto Rico, sino también en Perú -país en el que vivió por varios años- y en otros países de América Latina. La intérprete se destacó en la música, pero también actuó en teatro, cine y televisión, y contó con su propio programa televisivo llamado El show de Carmita, que se emitió por el entonces Canal 11.

“Recuerdo a Carmita como una de las voces y de las personas más maravillosas que he conocido en mi vida. Siempre mantuvo mucho celo por la música puertorriqueña y siempre la llevó más allá, ella era muy puertorriqueña y hasta se vestía con el traje típico de jíbara”, expresó el cantante y productor Edgardo Huertas, quien destacó que su primera oportunidad en la música se la dio la vocalista.

Huertas agregó que “la Dama de la Canción” tenía la habilidad de moldear su voz para interpretar cualquier género musical y que grabó de todo, desde salsa, boleros hasta música jíbara.

“Nunca me olvido que antes de salir a cantar, Carmita se encerraba media hora a meditar y, cuando salía del camerino, tú sentías que los pelos se te paraban porque lo que salía era una energía tan grande. Ella no salía a cantar, ella salía a matar”, expresó Huertas a la vez que describió a la cantante como una mujer “sencilla, humana y única”.

Otro que fue fiel amigo de Carmita Jiménez fue el vocalista Chucho Avellanet, quien compartió con ella en múltiples ocasiones.

“Cuando yo empecé, fue de las primeras cantantes a quien conocí y recuerdo que era una persona muy espiritual y con una voz muy bonita, muy de ella porque no imitaba a nadie”, relató.

Avellanet precisó que, si algo distinguía a Jiménez, era la forma en que movía sus manos, mientras interpretaba una melodía y la forma en que adornaba los micrófonos cuando todavía no eran inalámbricos.

“Tenía una voz fuerte y dulce a la vez, para mí que la impulsaba de las manos porque iban al mismo ritmo”, manifestó el intérprete.

Tanto Huertas como Avellanet coincidieron en que el público puertorriqueño todavía recuerda con cariño y admiración a Carmita Jiménez y que muestra de ello son los múltiples vídeos de la cantante que el público comparte a través de las redes sociales.

“Claro que sigue viva en el recuerdo de la gente, sólo hay que meterse a Facebook y ver la cantidad de vídeos que hay”, indicó Avellanet a la vez que invitó a aquéllos que no sepan de la artista a que conozcan su música.

Carmita Jiménez tuvo una hija llamada María del Carmen Odria Jiménez, mejor conocida como María Nahíma, quien se destacó en la música y quien actual- mente vive en Italia. Su segundo esposo fue Francisco Buxó.