Il Divo ante un público extasiado

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 16 años.
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La gente no coreaba, ni hacía olas con las manos, ni se levantaba de su asiento para bailar. Al contrario, mujeres, hombres y niños se quedaban embelesados hasta que llegaba el momento de aplaudir.
Es que no se trató de un concierto común y corriente. Eran los cuatro vozarrones de Il Divo los que tenían de frente la noche del martes en el Coliseo de Puerto Rico, en Hato Rey.
Carlos Marín, Urs Bühler, David Miller y Sébastien Izambard hicieron gala, además, de su atractivo físico, ingrediente clave en la anuencia del romanticismo melodramático de sus canciones, conceptualizadas como la frontera entre la música clásica y el pop y transmitidas a través de los idiomas inglés, español, italiano y francés.
“De verdad que esta gira (titulada An Evening with Il Divo), para mí como español (nacido en Alemania) es un honor, porque me siento como en mi patria”, dijo Marín en uno de los largos intermedios de la velada. Éstos sirvieron para los cambios de ropa de los cantantes, ubicados delante de un fondo negro y unas escaleras, pues lo que importaba, al parecer, era que posaran como modelos. Aun así, el show contó con una pantalla en la que se proyectaron vídeos psicodélicos para acompañar los 24 números que tendría a partir de las 9:00 de la noche.
De la primera parte del concierto, dividida de la segunda por un intermedio de 20 minutos, se destacaron She, Nights in White Satin, Unchained Melody, Isabel y Angelina. La audiencia, vestida de gala en su mayoría, manifestó su complacencia aplaudiendo y hasta derramando lágrimas. Las armonías, por su perfección, fueron efectivas en conmover. Por otra parte, los solos, aunque breves, permitieron distinguir que David tiene la voz más pop y nasal, mientras que la de Sébastien se aferra más a los patrones del bel canto.
Un elemento negativo se manifestó en el vibrato, exagerado para la musicalización pop de la orquesta.